• El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, delante de Brian Hook, representante especial de su Departamento para Irán, se dirige para reunirse con el presidente Donald Trump.
Publicada: martes, 30 de junio de 2020 10:34

¿Por qué la estrategia imperial estadounidense, acentuada con la furia de Trump, contra Irán resulta ineficaz en todas sus variantes ante el estupor de EE.UU.?

Si el presidente de EE.UU., Donald Trump, realmente quiere llegar a sentarse a renegociar el programa nuclear iraní con las autoridades de la República Islámica de Irán, necesita codearse de mejores consejeros y apostar más por la diplomacia, ya que de lo contrario, si pierde la cita electoral del próximo 3 de noviembre ante su rival demócrata, Joe Biden, tal y como auguran los sondeos de opinión, la nueva Administración estadounidense deberá tratar de reconstruir los puentes destruidos de las oportunidades perdidas en materia diplomática y restablecer el orden en Asia Occidental, así inicia su artículo Alma Keshavarz, analista de seguridad global del Instituto de Política y Estrategia de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg (EE.UU.)

Keshavarz, doctorada en ciencias políticas, escribe que en tanto que la política de hostigamiento estadounidense contra Irán se ha estancado y la Administración de Donald Trump carece de una estrategia significativa hacia su rival demócrata, resulta que los halcones de la Casa Blanca buscan por todos los medios resolver el casi moribundo caso nuclear iraní en el marco de su rivalidad con las grandes potencias, Europa, Rusia y China, a fin de que sea un balón de oxígeno para las aspiraciones de reelección del líder republicano.

Si bien a Irán le interesa entenderse con Estados Unidos para reducir el impacto de las ilegales sanciones y el aislamiento internacional que le ha ocasionado estas mismas medidas punitivas estadounidenses por parte de terceros países amenazados, añade, no obstante, que no está muy claro en qué dirección se moverá la política exterior norteamericana con un Biden en la Casa Blanca, y ante esto la posibilidad latente de que EE.UU. regrese de nuevo al seno del acuerdo nuclear.

La columna de opinión prosigue anotando que Trump tras retirar unilateralmente a EE.UU. en mayo de 2018 del acuerdo nuclear firmado tres años antes, en 2015, por Teherán y el Grupo 5+1 (entonces formado por EE.UU., el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania) lanzó una campaña de “máxima presión”, apoyada en su maquinaria punitiva contra Irán con el objetivo de obligarle a renegociar su programa nuclear, sin embargo, agrega, el líder republicano aún al día de hoy no ha logrado sus objetivos basándose en una estrategia errónea, cuyos resultados dejan entrever que en lugar de la coerción, debería basarse en la diplomacia.

 

En virtud del pacto, de nombre oficial Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC o JCPOA, por sus siglas en inglés), Irán se comprometía a rebajar el desarrollo de su programa nuclear, a cambio de la cancelación total de las sanciones internacionales impuestas en su contra.

Sin embargo, Estados Unidos nada más salirse del acuerdo reimpuso sanciones asfixiantes y draconianas sobre Irán, incluso invitó al resto de signatarios a secundarlo, en vano, con el objetivo de obligar a Teherán a renegociar el documento.

El mandatario republicano usó el pretexto de que Irán no estaba cumpliendo plenamente sus responsabilidades en el marco del pacto, no obstante, los múltiples informes de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) confirman que Teherán ha venido cumpliendo cabalmente los compromisos que aceptó en su día en el PIAC.

Desde entonces, la Casa Blanca no solo ha aplicado una política de “máxima presión” sobre la nación persa, amenazando con castigar a otros Estados, si siguen su comercio con los iraníes, sino que, en un intento por forzar nuevas negociaciones sobre el programa nuclear persa, Washington ha estado agitando la amenaza de un conflicto armado contra Irán.

Una estrategia que ha fracasado en su totalidad por la firme resistencia del pueblo persa que se muestra decidido a no dejarse avasallar por los estadounidenses, quienes para mitigar su sonado fracaso tratan desesperadamente de sentarse en torno a una mesa con los iraníes para conversar supuestamente sobre su programa nuclear, aunque está más claro que el agua que solo están buscando una fotografía con la delegación iraní a fin de usarla de cara a la galería para apuntalar las posibilidades de relección de Trump.

De hecho, el artículo precisa que no importa cuáles sean las consecuencias de la estrategia errónea asentada por Trump para el acuerdo nuclear, incluso así la campaña de “máxima presión” causará el mayor daño a los intereses estadounidenses. Independientemente de quién ocupe el Despacho Oval en enero de 2020, la política exterior de EE.UU. debe centrarse en hacer esfuerzos diplomáticos para restablecer las relaciones internacionales, que han sido dañadas por el unilateralismo estadounidense en contra de Irán.

Trump ha venido diciendo en repetidas ocasiones que quiere entablar una ronda de conversaciones con las autoridades iraníes, sin embargo, los funcionarios del Departamento de Estado y Tesoro estadounidenses en lugar de allanar el camino en esta dirección se han centrado en bloquearlo con imponer una serie de medidas punitivas precisamente contra aquellos con quienes se quiere sentar el inquilino de la Casa Blanca a dialogar.

“Confiamos en la presión económica y el poder diplomático de EE.UU. para que se produzca un cambio significativo en la postura de Irán y se siente a dialogar”, declaró Brian Hook, representante especial del Departamento de Estado de EE.UU. para Irán, en octubre de 2019, recoge el texto.

 

Si bien Estados Unidos ha aumentado la presión económica sobre Irán al imponer una serie de sanciones, su hostigamiento no ha variado un ápice en cuanto al pasado, señala el escrito para luego rememorar que después de que Washington decidiera “reducir a cero” las exportaciones del crudo iraní, las tensiones en el Golfo Pérsico se escalaron de tal forma que la División Aeroespacial del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán derribó un dron espía de EE.UU., mientras estaba realizando tareas de reconocimiento sobre el espacio aéreo del sur del país persa en junio de 2019. Asimismo y en las mismas fechas, la Fuerza Naval del CGRI retuvo un petrolero británico, llamado Stena Impero, en el estrecho de Ormuz por “haber violado normas internacionales del transporte marítimo del contrabando de combustible”.

Esta medida supuso un sonado descrédito para la imagen de una flota naval de EE.UU, presente en las aguas del Golfo Pérsico y el mar de Omán, so pretexto de garantizar la seguridad marítima de la región, por lo que no se atrevió a intervenir en la operación iraní de la retención del buque británico que se produjo luego de que la Armada británica se apoderara de un petrolero iraní, llamado ‘Adrian Darya 1’, con destino a las costas de Siria en el estrecho de Gibraltar, a petición de las autoridades estadounidenses.

El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, y Brian Hook, en reacción a estas medidas iraníes de no dejarse avasallar por los estadounidenses y británicos solo pudieron salir diciendo en su momento que la campaña de “máxima presión” sobre Teherán seguiría en vigor, apunta el artículo, y precisa que, sin embargo, con el paso del tiempo se está quedando demostrado que la “máxima presión” de Estados Unidos contra Irán no funciona en absoluto y está cayendo en un saco roto.

Como un hecho determinante que evidencia el fracaso de la campaña de “máxima presión” estadounidense sobre Irán se puede señalar la llegada de los 5 buques cisternas iraníes que arribaron a Venezuela, para paliar la gran escasez de combustible que sufre el país caribeño a raíz de las medidas coercitivas impuestas por la Administración Trump en el marco de su campaña de presión contra el Gobierno del presidente venezolano, Nicolás Maduro.

De hecho, la llegada de los cinco petroleros de pabellón iraní: el ‘Fortune’, el ‘Forest’, el ‘Petunia’el ‘Faxon’ y el ‘Clavel’, que entre todos trasladaron aproximadamente 1,53 millones de barriles de combustible y derivados para producir todo tipo de carburantes en el marco de las relaciones de cooperación entre ambos países, supuso un duro revés para Trump al poner en entredicho sus intentos de impedir el traslado del combustible fósil por las compañías navieras persas al país sudamericano, cuya industria petroquímica atraviesa una escasez de combustible debido a las sanciones de Estados Unidos.

Previamente a este episodio marítimo, que implica una hazaña solo reservada para los pueblos valientes, los estadounidenses en su delirio de ver sentada a las autoridades persas en torno a una mesa de negociación, pusieron en marcha la maquinaria de guerra de Washington urdiendo el asesinato del comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán, el teniente general Qasem Soleimani y el subcomandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe), Abu Mahdi al-Muhandis, y varios otros compañeros que cayeron mártires en un ataque aéreo de EE.UU. contra los vehículos en los que viajaban cerca del Aeropuerto Internacional de Bagdad en la madrugada del 3 de enero.

Con esta estrategia delirante, los señores de la guerra del Pentágono imaginaron que con el asesinato del notable militar persa y sus acompañantes, quienes habían desempeñado hasta la fecha de su martirio un papel relevante en los duros combates en Irak y Siria contra los grupos terroristas, muchos de ellos respaldados por las fuerzas estadounidenses y las del régimen israelí, podrían socavar la voluntad del pueblo iraní y debilitar, al mismo tiempo, los ánimos de los miembros de las Fuerzas Armadas de la República Islámica, a fin de que el Gobierno de Teherán cediera y aceptara reunirse a conversar con la contraparte norteamericana.

Sin embargo, la jugada les salió muy mal a los estadounidenses, ya que la surrealista conspiración de tintes maquiavelistas se volvió en contra de los intereses de EE.UU. en Asia Occidental, justo cuando sus tropas se vieron en la tesitura de iniciar su retirada, en varias fases, del territorio iraquí luego de ser objeto de represalia de la República Islámica de Irán con unos ataques aéreos con misiles tierra-tierra lanzados por la División Aeroespacial del CGRI contra la base aérea Ain Al-Asad, ubicada en la provincia occidental iraquí de Al-Anbar y ocupada por las tropas norteamericanas desde la invasión de Irak en 2003, y una base en Erbil, capital de la región del Kurdistán iraquí, también en poder de los estadounidenses.

 

Ante todo lo anterior expuesto, la politóloga subraya que si Trump llega a ser elegido para un segundo mandato debería rodearse de mejores consejeros de los que hasta ahora se ha rodeado a fin de que adopten entre todos una estrategia más constructiva hacia Irán, puesto, añade, cuanto más duran las sanciones, menos efectivas se vuelven y más difícil se hace lograr los objetivos políticos.

Conforme a la autora del escrito, la historia ha demostrado que la presión económica por sí sola no puede obligar a un país soberano, como lo es Irán, a doblegarse ante los designios imperiales de otra nación, por mucho que sea esta una superpotencia mundial, puesto que los iraníes han mostrado una resistencia loable ante todas y cada una de las medidas restrictivas impuestas por EE.UU. en su contra, dejando claro que por mucho que les quieran presionar, no van a ceder ni un ápice en su férrea defensa de la soberanía y la independencia de su patria.

De hecho, los iraníes mientras sufren en sus propios carnes los nefastos efectos de las sanciones estadunidenses impuestas sobre el sector de la salud del país persa a medida que se agrava la crisis pandémica del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, entre su población, se mantienen firmes y no muestran signos de rendirse ante la embestida imperial de Estados Unidos.

Por lo tanto, enfatiza la columnista, al determinar y adoptar una estrategia, Estados Unidos debe establecer claramente unos objetivos que a la hora de abordar sus relaciones con Irán giren en dirección a lograr unos resultados mejores y más constructivos que los logrados hasta ahora

En resumen y a modo de colofón, en su artículo de opinión la politóloga afirma que Estados Unidos no debe olvidarse del papel fundamental que desempeña la República Islámica en la región del oeste de Asia para reescribir su visión estratégica sobre la nación persa no sin antes remarcar que si bien Trump ha pedido reiteradamente el fin de las guerras interminables de EE.UU. en la zona debe ser consciente de que una continuada escalada de tensiones con Teherán complicaría aún más su programa electoral de llevar de vuelta a casa a las tropas norteamericanas.

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