En la región keniana de Turkana, los cadáveres de animales se han convertido en un panorama común. Sucesivas temporadas de falta de lluvias han provocado una pérdida masiva de ganado, en el noroeste del país.
La sequía ha hecho mella, no sólo en los animales, sino en la comunidad pastoral, que depende de los cuadrúpedos para su supervivencia.
La grave sequía y el conflicto entre las comunidades se han traducido en más escasez, si cabe, de alimentos y agua.
Con limitado acceso humanitario, hay pocas posibilidades de ayuda exterior. Hace unos cinco años, se descubrió petróleo en la región.
Se esperaba que el oro negro fluyera entre los Turkana en forma de mejoras palpables en sus condiciones de vida. Pero como 23 de los 47 condados de Kenia sufren por la sequía, la región podría tener que esperar en cola para obtener ayuda.
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