Hay una cifra que incomoda en Lisboa, capital portuguesa, la de la subida de la deuda pública. A finales del 2014, esta ascendía a doscientos veinticuatro mil cuatrocientos setenta y siete millones de euros. Algo más que en el mismo período del 2013, cuando no llegaba a los 220 millones de euros.
Esta subida cuestiona las grandes reformas estructurales fruto del rescate financiero. Sobre todo cuando estas implican la privatización de grandes empresas públicas.
A finales del 2014, la deuda pública portuguesa representaba el 128,7 por ciento del PIB. Muy por encima del 122 por ciento fijado por el Gobierno para ese periodo.
Muchos cuestionan la política de reformas que se basó en una desconexión del Estado del sector económico, como deseaba la Troika internacional, compuesta por la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El aumento de la deuda pública sale a la luz cuando Portugal observa con atención la evolución del proceso griego, en el seno del Eurogrupo. El Gobierno luso no pierde la oportunidad para recordar que Portugal no es Grecia, mientras alaba su política de austeridad y su recuperación económica.
Aunque Portugal no sea Grecia, como insisten en recordar sus gobernantes, la verdad es que habrá que encontrar una solución para recortar la deuda pública. Más austeridad podría salirle muy caro a la coalición en el Gobierno en este año de elecciones.
Antonio Oliveira e Silva, Lisboa.
xsh