Por: Ivan Kesic
El 7 de noviembre de 2025, la plaza Enqelab de Teherán se transformó en un escenario vibrante de orgullo nacional y memoria histórica, cuando miles de ciudadanos se congregaron para presenciar la inauguración de una poderosa nueva escultura.
La monumental obra, titulada “De rodillas ante Irán”, representa al rey sasánida Shapur I triunfalmente montado a caballo, dominando la figura arrodillada del emperador romano Valeriano, quien extiende las manos en un gesto de súplica y rendición.
Esta instalación artística trasciende con creces el concepto de una simple pieza de arte público: constituye un símbolo deliberado y contundente de fuerza nacional, unidad e identidad, concebido en el contexto de los conflictos geopolíticos contemporáneos.
La ceremonia, colmada de música heroica y banderas iraníes ondeando, contó con la presencia de familias, jóvenes, artistas y autoridades municipales, todos partícipes de un acto colectivo de afirmación cultural que enlaza directamente una victoria legendaria del pasado con los desafíos del presente.
🇮🇷 Miles de personas se reunieron en la plaza Enghelab de Teherán para asistir a la ceremonia de inauguración de una estatua que representa al emperador romano Valeriano arrodillado ante el rey iraní Shapur I. https://t.co/vLQ0JOW2PZ pic.twitter.com/Tg1l92eu7v
— HispanTV (@Nexo_Latino) November 7, 2025
Ecos de Naqsh-e Rostam: una victoria antigua para un público moderno
La estatua es una recreación directa e intencionada de uno de los relieves rupestres más significativos de la historia iraní antigua, ubicado en el sitio de Naqsh-e Rostam, cerca de Persépolis.
El relieve original inmortaliza la decisiva batalla de Edesa en el año 260 d.C., un punto de inflexión en el que el ejército sasánida bajo el mando de Shapur I logró una deslumbrante victoria sobre las legiones romanas.
La contienda culminó con la captura, sin precedentes, de un emperador romano en funciones —Valeriano—, un acontecimiento que sacudió el mundo clásico y marcó el cénit del poder iraní.
El antiguo relieve, tallado en la roca por orden del monarca victorioso, fue concebido como una declaración perdurable de poder: un testimonio pétreo de la grandeza del Imperio Sasánida y de la humillación de su rival más formidable.
En él, Shapur aparece revestido con todo el esplendor de la autoridad imperial, mientras que Valeriano, con su corona romana, queda petrificado para la eternidad en una postura de derrota.
Al trasladar esta imaginería icónica al corazón de la capital moderna, la nueva estatua crea un puente tangible que abarca diecisiete siglos, afirmando que las lecciones y el legado de aquella antigua victoria conservan plena vigencia.
La campaña “Te Arrodillarás Ante Irán”: un mensaje de desafío
La inauguración de la estatua constituye el acto central de una amplia campaña cultural y política, explícitamente nombrada con el lema “Te Arrodillarás Ante Irán, una vez más”.
Esta frase proviene directamente de un mensaje público del Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, y enmarca la obra como una declaración política contemporánea.
Los funcionarios del municipio de Teherán, organizadores del evento, no han ocultado su intención de vincular la escultura con acontecimientos recientes, aludiendo específicamente a los doce días de agresión militar israelí contra Irán ocurridos a comienzos del año.
Mehdi Mazhabi, director de la Organización de Embellecimiento de Teherán, afirmó que la estatua expresa artísticamente la historia de resistencia de la nación iraní, subrayando que el pueblo ha demostrado, una y otra vez, que jamás se someterá a poderes opresores.
Por su parte, Davud Gudarzi, vicealcalde de la ciudad, reiteró que la obra representa el hecho de que cualquier entidad que intente violar a Irán o a su pueblo terminará inevitablemente de rodillas.
Así, la instalación funciona como una forma de guerra psicológica y política: una refutación pública y perdurable ante las presiones externas, y un símbolo de aliento moral para la población.
Tradición histórica continua: monumentalizar la victoria en la cultura iraní
La erección de esta estatua no es un acto aislado, sino parte de una arraigada tradición dentro de la civilización iraní —tanto en la era antigua como en la islámica— que utiliza monumentos públicos para conmemorar victorias y afirmar la soberanía.
Los reyes sasánidas fueron auténticos maestros en este arte, grabando sus hazañas militares y ceremonias de investidura en la roca viva, en lugares como Naqsh-e Rostam y Taq-e Bostan.
Aquellos relieves funcionaban como crónicas oficiales, concebidas para perdurar y ser vistas por el pueblo, comunicando poder y devoción tanto a sus súbditos como a sus rivales.
Tras la llegada del islam, esta práctica continuó: las dinastías musulmanas iraníes decoraron palacios, mezquitas y plazas con mosaicos, pinturas y caligrafías que exaltaban victorias militares y representaban héroes legendarios del Shahname, como el poderoso Rostam.
La moderna estatua de Shapur I es una continuación directa de ese impulso milenario, aunque adopta un nuevo medio: una escultura monumental y exenta, emplazada en una gran rotonda urbana, que cumple el mismo propósito intemporal de narrar la historia de la resiliencia nacional y advertir a los adversarios sobre el destino que les espera.
La instalación fue acompañada por un rico entramado simbólico que fusionó la mitología antigua con la iconografía revolucionaria moderna.
Gigantescos estandartes exhibidos durante la ceremonia mostraban no solo a Shapur, sino también a figuras militares contemporáneas caídas, como el comandante de la Guardia Revolucionaria Qasem Soleimani y el jefe aeroespacial Amir Ali Hayizade, vinculando directamente su martirio con la victoria del rey antiguo.
Junto a ellos, héroes legendarios del Shahname, como el invencible Rostam, aparecían derrotando a sus enemigos, en paralelo con imágenes de enfrentamientos modernos.
Esta yuxtaposición deliberada genera una narrativa histórica continua, sugiriendo que el espíritu de Shapur y de Rostam pervive en los soldados de la República Islámica.
Iran unveils the statue of the Roman Emperor Valerian kneeling before the ancient Iranian King Shapur I, a symbol of the historic resistance and steadfastness of the Iranian nation.
— Press TV 🔻 (@PressTV) November 7, 2025
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Arquetipo de la arrogancia: de enemigos antiguos a adversarios modernos
Para comprender plenamente el profundo simbolismo de la victoria de Shapur inmortalizada en la nueva estatua, es necesario entender la representación de su cautivo, el emperador Valeriano, como parte de un arquetipo histórico recurrente: el de la soberbia que encuentra su ruina al enfrentarse al mundo iraní.
La historia de Valeriano forma una tríada clásica de derrotas junto al rey lidio Creso y el triunviro romano Marco Licinio Craso, todos célebres por su inmensa riqueza y su orgullo aristocrático, que alimentaron una confianza desmedida en su propio poder militar.
Creso, según la tradición, invadió Irán tras malinterpretar un oráculo, y fue derrotado por Ciro el Grande. Siglos después, Craso —uno de los hombres más ricos de la historia— buscó la gloria militar para igualar su fortuna, invadiendo Irán y encontrando su fin en la batalla de Carras.
El emperador Valeriano repitió esa misma locura: condujo un vasto ejército romano hacia Irán con arrogante seguridad estratégica, solo para ser capturado por Shapur I.
La estatua en Teherán inmortaliza el clímax de esa soberbia: el instante de la derrota y humillación absoluta de Valeriano, cuando, según los relatos persas e históricos, fue reducido a servir como escabel humano del rey sasánida.
La metamorfosis de un emperador poderoso en un símbolo eterno de fracaso y vergüenza constituye el núcleo del mensaje de la escultura.
Se trata de un arquetipo histórico proyectado hacia el presente, una advertencia a los adversarios contemporáneos —como Estados Unidos y el régimen sionista— de que su arrogancia percibida los conducirá al mismo gesto de sumisión que Valeriano.
Esta poderosa metáfora visual de la rendición forzada encuentra un eco adicional en la figura de Donald Trump, cuya ostentación de riqueza, ilusión de invencibilidad y hostilidad hacia Irán trazan un paralelo evidente.
El hilo común que une a Creso, Craso, Valeriano y este análogo moderno es la caída dramática del poderoso que, cegado por la soberbia, al desafiar a Irán, transforma su gloria en infamia y deshonra.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.
