En la madrugada del domingo 1 de junio, al menos 31 palestinos perdieron la vida y más de 200 resultaron heridos cuando fuerzas israelíes abrieron fuego en un punto de distribución de ayuda humanitaria en Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Las víctimas se encontraban en las inmediaciones de un centro gestionado por la Fundación Humanitaria para Gaza, una entidad respaldada por Estados Unidos e Israel. Testigos relataron escenas de caos y desesperación, y la forma en que las tropas israelíes abrieron fuego cuando la multitud se encontraba a unos 300 metros del centro de distribución.
HAMAS condenó el ataque, calificándolo de “masacre brutal” y responsabilizó tanto a Israel como al gobierno estadounidense. Exigieron a las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad que tomen medidas urgentes para detener estas operaciones y abrir los cruces de Gaza. Organizaciones internacionales, incluida la ONU, han criticado el sistema de distribución de ayuda, señalando que carece de imparcialidad y pone en riesgo a los civiles.
Esta tragedia, bautizada como la ‘masacre de la harina’ ha intensificado las críticas internacionales hacia las políticas de distribución de ayuda en Gaza y ha puesto en evidencia los riesgos que enfrentan los civiles al intentar acceder a recursos básicos.
Lo que ha ocurrido en Rafah no es solo un ataque más, es la imagen más cruda de una población desesperada que sale a buscar harina para sobrevivir y encuentra la muerte. La masacre de la harina revela el fracaso y la trampa de un sistema de ayuda humanitaria que debería proteger vidas, no ponerlas en peligro. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue estando de brazos cruzados.
Huda Hegazi, Gaza
rfm/hnb