El presidente saliente argentino culmina su mandato con una tasa de inflación por encima del 50 % anual, la más alta desde 1991, cuando la economía empezaba a superar la histórica hiperinflación. En sus cuatro años de gestión la inflación acumuló un 300 %, es decir que, en promedio, los precios minoristas se multiplicaron por cuatro.
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Así que el Gobierno de Alberto Fernández tendrá en la inflación un condicionante para la economía difícil de resolver, puesto que cerca del 65 % del gasto público se indexa por inflación pasada, como en el caso de los salarios y las jubilaciones. Por lo tanto, es dificultoso reducir dicho gasto, germen del déficit fiscal y el endeudamiento, que a su vez terminan en emisión monetaria y, por lo tanto, en más inflación.
En una mirada a los datos, según un informe del Ministerio de Hacienda, el déficit financiero argentino entre enero y noviembre llegó al 2,7 % del Producto Interior Bruto (PIB), equivalente a unos 403 millones de dólares; es decir, se redujo 0,9 puntos en relación al mismo período de 2018. Esto como consecuencia de las medidas que el Gobierno de Macri tomó para mantenerse competitivo en las elecciones que, sin embargo, perdió frente a Fernández.
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Además, el Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó en Washington sus últimos pronósticos en su Panorama Económico Global (World Economic Outlook), que la inflación en Argentina aumentará otra vez respecto del año previo, y será la tercera más alta del mundo.
Asimismo, un informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), indica que la pobreza en el país suramericano subió de nuevo un 3 % en el primer trimestre de 2019 en comparación con el cierre del año pasado.
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