El país logró, no obstante, concluir unas elecciones legislativas largamente pospuestas. Ataques contra las fuerzas de seguridad en el Sinaí, pequeñas explosiones y atentados de mayor envergadura fueron el pan de cada día para los egipcios en 2015.
El grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe) reivindicó decenas de acciones en todo el país que culminaron con el derribo de un avión ruso con 224 pasajeros a bordo. Las autoridades cairotas aún se resisten a admitir que se tratara de un atentado.
Probablemente ningún momento del año fue tan embarazoso para el gobierno como cuando anunció que el Ejército egipcio había bombardeado por error a un grupo de turistas en el desierto occidental matando a 8 mexicanos y a 4 de sus guías.
Este y otros sucesos precipitaron la caída del turismo y agravaron la crisis económica, pese a la inyección de petrodólares de los países árabes del Golfo Pérsico y la apertura de un nuevo tramo en el Canal de Suez.
2015 será recordado también como el año en el que el depuesto presidente, Mohamad Mursi, fue condenado a muerte. Si bien los acuerdos comerciales y de venta de armas con países como Alemania y Francia mitigaron las críticas al Gobierno de Egipto, las organizaciones de derechos humanos no cesaron de denunciar desapariciones de activistas, juicios sin garantías y torturas en prisión.
Este mes de diciembre, el país árabe finalizó un complejo proceso electoral, conformando una Cámara de Representantes afín al presidente Abdel Fatah al-Sisi. Las autoridades dan por cerrada la transición democrática aunque la oposición teme un retorno a los días de la dictadura.
Rocío López, El Cairo
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