• El jefe del Parlamento iraní, Mohamad Baqer Qalibaf, durante una sesión parlamentaria, 25 de agosto de 2021. (Foto: YJC)
Publicada: domingo, 10 de octubre de 2021 17:16

El jefe del Parlamento iraní advierte que la sedición religiosa-étnica es un nuevo complot que los enemigos están tramando contra Afganistán.

El presidente de la Asamblea Consultiva Islámica de Irán (Mayles), Mohamad Baqer Qalibaf, ha expresado este domingo su pésame al pueblo afgano por los muertos del reciente atentado de la rama afgana de Daesh contra una mezquita chií en la provincia de Kunduz, que dejó decenas muertos y heridos.

En declaraciones ofrecidas durante una sesión del Parlamento iraní, Qalibaf ha condenado enérgicamente este cruel crimen de los terroristas takfiríes, y ha indicado que las autoridades afganas son responsables de velar por la seguridad del pueblo afgano.

El jefe del Parlamento iraní también ha pedido a los funcionarios afganos que castiguen a los autores y fundadores de este lamentable incidente y que tomen las medidas necesarias para prevenir la repetición de tales incidentes.

De igual modo, ha hecho hincapié en la necesidad de que las naciones musulmanas se mantengan unidas para evitar la continuación de las acciones terroristas y promover la seguridad en toda la región.

“Las sediciones religiosas y étnicas son un nuevo proyecto de seguridad de los enemigos del pueblo afgano, que está siendo llevado a cabo por grupos terroristas con el apoyo de los estadounidenses”, ha agregado Qalibaf.

 

Desde que los talibanes tomaron el control de Afganistán a mediados de agosto, los ataques del grupo terrorista Daesh han aumentado en el país centroasiático.

La rama afgana de Daesh emergió en Afganistán en 2015, y desde entonces se ha hecho responsable por alrededor de 100 ataques contra civiles en Afganistán y Paquistán, y ha protagonizado unos 250 enfrentamientos con fuerzas locales, con los talibanes y con tropas estadounidenses.

Por su parte, el presidente iraní, Seyed Ebrahim Raisi, también advirtió el sábado que el último ataque contra la mezquita de Kunduz fue perpetrado con el objetivo de “sembrar discordia entre los musulmanes” y lo describió como un “nuevo proyecto de seguridad de EE.UU. para Afganistán”.

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