El presidente francés, Emmanuel Macron, no solo no condenó la publicación de las caricaturas blasfemas del Gran Profeta del Islam, el Hazrat Muhamad (la paz sea con él), publicadas en la revista satírica gala Charlie Hebdo, sino que las consideró en consonancia con la libertad de expresión.
En un mensaje emitido el miércoles a los jóvenes franceses, el Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, cuestionó la libertad de expresión en Francia, donde encarcelan a los que ponen en tela de juicio el Holocausto, pero está autorizada la profanación del Profeta.
Tony Cartalucci, un analista político estadounidense, ha opinado que la nota del ayatolá Jamenei refleja perfectamente la doble moral y la hipocresía del Occidente y pone de relieve cómo este último se reserva el derecho a decidir los límites de la libertad de expresión.
“El Occidente cruza las líneas rojas de otros países y naciones cuando ve sus beneficios en ello. Esa es la hipocresía a la que se refiere el Líder de Irán en su mensaje a los jóvenes franceses”, ha indicado Cartalucci en una entrevista exclusiva concedida este jueves a la agencia iraní de noticias Mehr.
El también columnista ha explicado que el objetivo de la libertad de expresión es proteger el “diálogo civilizado”, sin embargo, insultar, profanar, humillar y molestar no caben en el marco del diálogo civilizado ni de la libertad de expresión.
El Occidente, Francia incluida, está bien consciente de que su postura contra el Islam no tiene nada que ver con la libertad de expresión, más bien es una medida más para generar discrepancias y orientar la opinión pública en cuanto a lo que está ocurriendo dentro y fuera del país galo.
Los observadores creen que, con su apoyo a la islamofobia, Macron quiere desviar la atención pública de las continuas manifestaciones contra sus políticas y la mala situación económica que está sufriendo Francia.
Atacar el Islam se ha convertido en un refugio para el presidente galo a fin de reducir las presiones políticas en su contra, ya que no le quedó más remedio que coquetear con ciertas corrientes de la política francesa, la mayoría pertenecientes a la extrema derecha, en un intento por aumentar su popularidad lo que se ha catalogado como una política de “huida hacia adelante”.
Varios países como Irán, Paquistán, Irak, El Líbano, Palestina, Bangladés y Turquía han sido escenarios de protestas contra las declaraciones islamófobas de Macron. Los indignados aseguran que el ataque a los símbolos sagrados del Islam no es tolerable.
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