• El presidente de EE.UU., Donald Trump, reunido con el rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdulaziz Al Saud y el mandatario egipcio, Abdel Fatah al-Sisi.
Publicada: lunes, 18 de mayo de 2020 21:34

El nuevo plan israelí de anexar tierras cisjordanas con apoyo de los países árabes reaccionarios deja claro a los palestinos que estos gobiernos no avalan su causa.

Han pasado 72 años desde que ocurrió uno de los más nefastos sucesos en la historia de los países islámicos que no es otra que la ocupación de Palestina por la entidad sionista de un régimen falso creado de nada el 14 de mayo de 1948 que se hace llamar Israel.

Al día siguiente a este despropósito, sin precedente en los anales de la era moderna de la humanidad, cientos de miles de palestinos se vieron obligados a dejar sus casas y tierras ancestrales para iniciar un periplo forzoso hacia otras regiones en busca de un refugio a causa del despojo de todas sus propiedades por los usurpadores sionistas. 

Desde entonces, cada año se conmemora el 15 de mayo como el Día de la Nakba, la catástrofe en árabe, con manifestaciones y marchas en Palestina y otras partes del mundo para rememorar a la comunidad internacional e islámica lo que ha significado para el pueblo palestino la creación de un régimen de naturaleza ilegítima y genocida que se hace llamar Israel.

Los palestinos se han enfrentado a grandes desafíos en los 72 años que han trascurrido tras el despojo sistemático de sus tierras por la entidad sionista del régimen israelí, cuya creación fue el preludio de las constantes vejaciones infligidas a los verdaderos moradores de esa Cisjordania ocupada y los de la Franja de la Gaza.

Pese a que los políticos palestinos marcaron el 15 de mayo para conmemorar como un día funesto para su comunidad, si uno se para a analizar las políticas de las potencias coloniales europeas, como el Reino Unido, se percata que esta tragedia no aconteció en este día, sino se fue engendrando en los años anteriores a esa fecha.

Su primera fecha se remonta al 2 de noviembre de 1917, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores británico sugirió la creación de un estado judío en suelo palestino, siendo este una manifestación de intenciones que se le llamó más tarde la “Declaración Balfour”. En diciembre de ese año, el Ejército del imperio británico lanzó una ofensiva sobre Al-Quds (Jerusalén), gestando de este modo las bases de la citada declaración de intenciones de naturaleza colonizadora y además de allanar el camino para la futura ocupación de Palestina, seguido de la ocupación de Al-Quds y el establecimiento de la Agencia Judía, partidos y organizaciones sionistas en esas tierras de la región de Asia Occidental.

Siguiendo el anuncio de la creación del falso régimen sionista allá en 1948, los escuadrones de la muerte de entre los paramilitares sionistas, entre ellos, Haganá, Irgún, Palmaj, organizaciones muy extremistas cuyos elementos habían sido instruidos en las artes del terrorismo durante los 26 años del Mandato Británico de Palestina, pusieron en marcha su terrorífico plan genocida dirigida a una población autóctona palestina, cuya comunidad fue testigo de cómo se destruía sus más de 500 aldeas y localidades, de cómo se asesinaba a 15 000 personas y de cómo se saqueaba sus pertenecías, en el mejor de los casos, allá por donde las brigadas judaicas llegaban a pisar.

Varios miembros de Palmaj, paramilitares sionistas, sentados sobre los restos de una aldea palestina destruida previamente por ellos mismos en 1948.

 

Según las estadísticas, 780 000 de los 1,4 millones de palestinos que residían en aquel entonces en Palestina se vieron obligados a abandonar sus hogares y desplazarse a los países limítrofes a las fronteras históricas de su nación para salvaguardar sus vidas del macabro genocidio sionista.

Este desplazamiento forzoso es solo una parte de la tiranía sionista urdida contra el oprimido pueblo palestino que se ha profundizado con el paso del tiempo. Para mostrar lo que realmente ha supuesto la ocupación de sus tierras para los palestinos se puede señalar los siguientes apartados:

  • La total destrucción de algo más de 531 aldeas y localidades urbanas de los palestinos que engloba dentro de la política de la limpieza étnica de la entidad sionista.
  • El exterminio de 15 000 palestinos en el primer año del inicio de la ocupación que se ha ido incrementado a lo largo de los años.
  • La ocupación del 78 por ciento del territorio palestino, cuyo pueblo tiene un arraigo histórico.
  • El desplazamiento no voluntario de 780 000 palestinos de sus hogares. 
  • El cautiverio de 150 000 palestinos en los territorios ocupados que a día de hoy se les cataloga como la población árabe de 1948.

 

Además de todas estas tragedias, como ha señalado Anaheed Al-Hardan, socióloga del Departamento de Sociología, Antropología y Estudios de Medios de la Universidad Americana de Beirut (El Líbano), la verdadera y principal catástrofe fue la creación del estado judío en la tierra de Palestina.

Desde un punto de vista geopolítico, según la investigadora, la ocupación del territorio palestino fue un duro golpe a la esencia de la Liga Árabe en el ámbito transnacional. En uno de sus artículos publicado en 2013 y titulado “Recuerdos palestinos: la Nakba de 1948” ella escribe que “el concepto de la Nakba en la mente palestina se refiere a una serie de períodos desde 1948 hasta el presente: desde el desplazamiento y la migración forzada de casi 800 000 palestinos hasta la expropiación de las tierras de este territorio por parte de grupos armados sionistas”.

Si bien estos actos criminales cometidos por sionistas en contra del pueblo oprimido de Palestina son aberrantes en su conjunto, sus alegatos para justificar estos crímenes son aún más inusuales. Puesto que los sionistas, haciendo uso de las herramientas de los medios comunicación mundial a su disposición, usan de pretexto los falsos mitos para cometer sus crímenes brutales.

Unos mitos que son duros y dolorosos de escuchar, y a día de hoy estos mismos mitos han distorsionado esa realidad ante los ojos de algunos de los gobernantes de los países árabes que no solo han hecho que estos guardaran silencio ante tales crímenes, sino que también les condujeron a ponerse del lado de los sionistas y ser cómplice de las violaciones de los derechos de los palestinos.

En este sentido, los sionistas presentan tres falsos mitos:

  1. El diseño del término “tierra sin una nación para una nación sin tierra” fue un término acuñado por primera vez por el escritor sionista de origen británico Israel Zangwill. Siendo una propaganda israelí que ha venido negando la existencia de los palestinos, alegando que esa gente no habitaba en gran parte de Palestina.
  2. La existencia de un estado judío 2000 años antes de que estas tierras la fueran a habitar los palestinos.
  3. La retirada voluntaria de palestinos de su tierra natal.

Lo que es evidente a día de hoy, después de haber transcurrido 72 años de la creación del régimen israelí, es que los sionistas nunca han dejado de expoliar tierras y cometer atrocidades contra los palestinos, y durante este tiempo, con la ayuda de los colonialistas occidentales, liderados por EE.UU, han seguido anexionando territorios de Palestina por medio de diversos complots, y es por ello que con el paso de tiempo los israelíes han demostrado que no entienden otro lenguaje que no sea el Eje de la Resistencia, conformado por la República Islámica de Irán, el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá), el Gobierno sirio de Bashar al-Asad, el movimiento popular yemení Ansarolá y  otros grupos aliados en la lucha contra la entidad sionista y la injerencia occidental en el oeste de Asia.

El vergonzoso llamado ‘acuerdo del siglo’ presentado en enero por el presidente de EE.UU., Donald Trump, es una prueba más de que la única forma es “luchar, no negociar” con los usurpadores israelíes y sus valedores occidentales.

Un plan que se anunció con el beneplácito y el respaldo de gobiernos autoritarios y reaccionarios en la región, liderados por la monarquía de Arabia Saudí de los Al Saud y otros tantos países árabes mercenarios de la zona, demostró que el pueblo palestino no debería confiar mucho en el apoyo de los líderes árabes a su causa.

Esto se debe a que el infame plan llamado “acuerdo del siglo” es una clara traición del siniestro triángulo de los estadounidenses, los sionistas y los wahabíes en su conjura de judaizar Al-Quds a fin de fortalecer los cimientos de esta coalición de naturaleza perversa y destructiva para los pueblos soberanos e independientes de la región.

Los líderes reaccionarios de los países árabes para proteger los cimientos inestables de sus propios gobiernos tribales no han dudado ni un instante en sumarse a estas conspiraciones del referido triángulo siniestro imperialista, cuyos viles miembros están a punto de reescribir una nueva tragedia para el futuro del pueblo oprimido de Palestina.

 

Una nación palestina que en más de siete décadas ha sido testigo de cómo se intensificaba la ocupación, el robo, la usurpación de sus tierras con la construcción de más asentamientos ilegales de colonos israelíes en los territorios cisjordanos, que fueron ocupados a partir de la guerra de 1967, está a puertas de sufrir un nuevo agravio de impredecibles repercusiones para la región por parte de sus opresores sionistas.

El nuevo gobierno de coalición del régimen israelí conformado entre Benjamín Netanyah y Benny Gantz, con la venia de EE.UU., pretende anexarse los asentamientos israelíes ilegales violatorios del derecho internacional que están instalados en la Cisjordania, los territorios en el norte del mar Muerto y el Valle del Jordán. De hacerse realidad ese saqueo sionista a la luz del día con el silencio de la comunidad internacional, los palestinos perderían el control de los restantes 22 por ciento de los terrenos que hasta el momento tienen bajo su jurisdicción geopolítica.

La llegada al poder de Trump allá en enero de 2017 hizo que los sionistas vieran en este magnate neoyorquino como su mejor valedor y socio para seguir maquinando sus oscuras tramas de expolio y robo de las tierras ancestrales de los palestinos.

El líder republicano en su afán de devolver los favores prestados por los lobbies sionistas estadounidenses durante su campaña electoral de 2016, no dudo en reconocer, meses después de su llegada a la Casa Blanca, a Al-Quds como capital israelí, donde abrirá más tarde la embajada de EE.UU. trasladándole de Tel Aviv a esta santa ciudad.

El pueblo palestino es consciente de que, sin el apoyo de Washington, los israelíes no estarían aprovechándose de la situación deteriorada en la región y el mundo con la propagación del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, para seguir adelante con sus actos y planes criminales, como profanar la Mezquita Al-Aqsa, expandir los asentamientos ilegales, judaizar Cisjordania y Al-Quds y reforzar el asedio a la Franja de Gaza. Del mismo modo que son conscientes de que los líderes de los países árabes reaccionarios no están a favor de apoyar la causa de Palestina en este preciso y crucial momento en el que los sionistas quieren consumir el expolio de lo poco que queda de las tierras palestinas bajo control de sus verdaderos moradores.

Así pues, los palestinos a fecha de hoy saben perfectamente que los países árabes en sus relaciones entre bastidores con Israel y Estados Unidos no se mojaran en absoluto en defender la causa palestina. Por lo tanto, la solución para el pueblo palestino para poner fin a los crímenes de Israel pasa por dar la espalda a estas naciones traidoras y planificar e implementar un programa ofensivo que abarque todas sus capacidades reales, porque está muy claro que los sionistas están tratando de implementar una política de soborno y engaño en el ámbito regional con el fin de ampliar aún más sus dominios actuales sobre los territorios aun por anexionar de Palestina.

El apoyo de los gobiernos reaccionarios de la región a los planes anexionistas de Israel, si nada lo remedia, hará que gradualmente los sionistas amplíen sus asentamientos ilegales en todas las tierras palestinas. En esta situación, la única condición para la supervivencia, pero también para la victoria final, es luchar hasta el límite de la resistencia y derrotar a este régimen superficial de nido de tarántulas.

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