En junio, el régimen secuestró al partido de la oposición, Al-Wefaq, suspendió sus actividades y elevó de cuatro a nueve años de prisión la pena que pesaba sobre su secretario general, el sheij Ali Salman.
El régimen también revocó la ciudadanía del alto clérigo chií sheij Isa Ahmad Qasem por perjudicar los intereses del país, decisiones que provocaron condenas nacionales e internacionales, entre ellas la de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Por otra parte, también se volvió a arrestar al presidente del Centro de Baréin por los Derechos Humanos (BCHR, por sus siglas en inglés), Nabil Rayab. Fue acusado por sus críticas a la monarquía de Al Jalifa y a la represión ejercida sobre la población.
Asimismo, el Reino Unido inauguró parte de una nueva base naval en Baréin, pese a las amplias críticas del mundo por su apoyo militar al país árabe. El príncipe Carlos de Gales estuvo en la inauguración.
Fue una visita criticada por el líder opositor Ibrahim Sharif. Denunció que esto podría encubrir la represión contra el pueblo. En respuesta, una fiscalía cuestionó a Sharif y levantó cargos en su contra por incitación al odio.
El 2016 llega a su fin, pero todo sigue igual. Protestas que piden democracia y libertad y respuestas con más represión. Una historia que comenzó en el 2011 y que ha dejado decenas de muertos, cientos de heridos y muchos más detenidos.
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