Publicada: sábado, 6 de diciembre de 2025 14:38

Refaat Alareer, poeta y profesor de Gaza, transformó el dolor en esperanza, y dos años después de su muerte, su voz sigue iluminando la resistencia.

Por el equipo editorial de Press TV

Hace hoy dos años, Refaat Alareer, querido poeta palestino en lengua inglesa y profesor originario de Gaza, fue asesinado en un devastador bombardeo israelí que destruyó la vivienda familiar.

El ataque también arrebató la vida de su hermano Salah, el hijo de Salah, su hermana Asmaa y los tres hijos de Asmaa, en pleno desarrollo de la guerra genocida israelí‑estadounidense contra el territorio.

En su libro Light in Gaza: Writings Born of Fire, Alareer cuestionaba el valor que el mundo otorga a las vidas palestinas preguntando: “¿Vale algo una sola vida palestina? ¿De verdad vale?”.

Subrayaba que Gaza no debía atraer la atención mundial únicamente cuando se producía un baño de sangre, describiendo el enclave asediado como “la quintaesencia de la Nakba palestina, asfixiándose y siendo descuartizado ante nuestros ojos, a menudo transmitido en directo por televisión o por redes sociales”.

Y, aun entre el horror, mantenía un destello de esperanza, repitiendo: “Esto pasará. A veces lo digo en serio”.

Muy respetado dentro y fuera de Palestina, Alareer deseaba que su historia —y su muerte— fuesen recordadas y compartidas con el mundo y con las generaciones venideras.

Compuso el conmovedor poema “If I Must Die” (Si debo morir) para su hija de cinco años, Shaimaa, durante el asalto israelí contra Gaza en 2008‑2009.

Trágicamente, el 26 de abril, Shaimaa, junto con su esposo y su bebé de cinco meses, murió cuando otro ataque aéreo israelí alcanzó su vivienda en el oeste de la ciudad de Gaza.

Si debo morir
Si debo morir,
debes vivir
para contar mi historia
vender mis cosas
comprar un trozo de tela
y algunas cuerdas,
(hazlo blanco con una cola larga)
para que un niño, en algún lugar de Gaza,
mientras mira el cielo a los ojos
esperando a su padre que se fue en llamas
y no se despidió de nadie,
ni siquiera para sí mismo,
vea la cometa, mi cometa que hiciste, volando arriba
y piense por un momento que hay un ángel allí
trayendo de vuelta el amor.
Si debo morir
deja que traiga esperanza
deja que sea un cuento.

Desde que la vida de Alareer fue truncada, su poema —cargado de fuerza— ha sido traducido a más de 40 lenguas y recitado en todo el mundo, convirtiéndose en un poderoso himno de esperanza y resistencia en medio de las atrocidades en curso que Israel comete en Gaza.

La voz apasionada de Palestina

Palestina es más que un territorio: es una historia que exige ser contada. A los 44 años, Alareer era una voz apasionada de su pueblo, que compartía sin descanso las dolorosas verdades de sus vidas con la comunidad internacional.

En sus propias palabras: “Mientras Gaza sigue jadeando por sobrevivir, luchamos para que todo esto termine. No tenemos otra opción que resistir y contar sus historias. Por Palestina”.

Criado entre relatos de desposesión e injusticia, Alareer sentía una responsabilidad profunda de que esas narraciones jamás fuesen silenciadas. Creía que callar sería “egoísta y traicionero”.

“Si permitiera que una historia se detuviera”, escribió, “estaría traicionando mi legado, a mi madre, a mi abuela y a mi tierra. Para mí, narrar es parte esencial del sumud palestino: la firmeza”.

Para los palestinos, las historias no son simples cuentos; son salvavidas que alimentan la resiliencia incluso cuando sus protagonistas sufren o caen. Alareer comprendía esto profundamente y veía la narración como un acto vital de supervivencia.

Fue también cofundador de We Are Not Numbers (WANN) [No somos números], una organización nacida en Gaza tras la ofensiva militar israelí de 2014. Para Alareer, WANN era una forma de resistencia ante la fría reducción de vidas palestinas a simples cifras. Creía que quienes morían bajo los ataques israelíes merecían ser recordados, sus historias preservadas y transmitidas.

“Narrar era mi forma de resistencia”, reflexionó. “Era todo lo que podía hacer. Tras los ataques de 2008‑2009, decidí que, si sobrevivía, dedicaría mi vida a amplificar voces palestinas, empoderar narrativas y formar jóvenes narradores”.

Su entrega a contar la historia de Palestina era bien conocida por estudiantes y colegas, que lo apoyaban en esa misión.

Jehad Abusalim, director ejecutivo del Palestine Center, recuerda cómo Alareer transformó una frase conocida en una pregunta profunda. Mientras los gazatíes solían consolarse diciendo “Esto pasará”, Alareer —testigo de la desesperación que lo rodeaba— la convirtió en un interrogante dirigido al mundo: ¿Cuándo terminará este sufrimiento?

La profesora Bernadette Andrea, de la Universidad de California, destaca su labor para fortalecer las voces de la juventud palestina mediante las antologías que editó: Gaza Writes Back y Gaza Unsilenced. Estas obras buscaban preservar la memoria colectiva al poner en circulación los relatos de jóvenes escritores.

Como docente de literatura comparada y mundial en la Universidad Islámica de Gaza, también enseñaba escritura creativa. Para él, enseñar inglés era más que impartir un idioma: era una forma de desafiar las restricciones impuestas por la ocupación.

Según Abusalim, Alareer veía el inglés como una herramienta para romper barreras intelectuales, culturales y físicas que pesan sobre la población palestina.

Sus clases eran célebres por su dinamismo e innovación. “La literatura plantea más preguntas que respuestas”, solía decir. “No voy a darte las respuestas; tienes que encontrarlas tú”.

Alia Kassab, antigua alumna que escribió sobre su experiencia para Al‑Jazeera, recuerda cómo sus animadas clases de dos horas parecían minutos y captaban por completo la atención de los estudiantes.

Alareer era más que un profesor tras un atril: era cercano, cálido y generoso con cada estudiante. “Compartía todo lo que sabía sobre literatura, escritura y traducción”, recuerda Kassab, quien lo retrata como un mentor que inspiraba y fortalecía a quienes lo rodeaban.

Con sus palabras, su enseñanza y su compromiso inquebrantable con la narración, Alareer dejó un legado que sigue inspirando resistencia y resiliencia frente a adversidades inimaginables.

El profesor resistente

Pese a soportar pérdidas personales devastadoras —incluida la muerte de su hermano Mohammad en 2014 cuando las fuerzas israelíes destruyeron su hogar—, Alareer jamás permitió que el dolor apagase su determinación.

Permaneció firme en el camino que había trazado, canalizando su sufrimiento hacia su obra y su activismo.

En un homenaje profundamente íntimo, dedicó su tesis doctoral, Unframing John Donne’s Transgressive Poetics in Light of Bakhtin’s Dialogic Theories, a la memoria de su hermano Mohammad.

Sus contribuciones literarias fueron notables: coeditó Gaza Unsilenced y editó Gaza Writes Back: Short Stories from Young Writers in Gaza, Palestine. También formó parte del equipo detrás de Light in Gaza: Writings Born of Fire.

Dos días antes de su muerte, escribió una emotiva y contundente reflexión sobre la resistencia palestina en medio de los incesantes ataques israelíes.

“Bombardeos israelíes aún más horribles… Podríamos morir este amanecer. Ojalá fuese un combatiente de la libertad para morir enfrentando a esos maníacos genocidas que invaden mi barrio y mi ciudad”, expresó.

En una entrevista conmovedora poco antes de su asesinato, Alareer reveló la intensidad de su decisión de resistir:

“Soy académico. Lo más contundente que tengo en casa es un rotulador de pizarra. Pero si los soldados israelíes invaden, irrumpen en nuestras casas y vienen a masacrarnos, usaré ese rotulador para lanzarlo contra ellos, aunque sea lo último que haga”.

El poeta gazatí Mosab Abu Toha rindió un homenaje especialmente conmovedor a su amigo, reflexionando sobre la incertidumbre en torno a sus últimos momentos:

“No sé cómo murió Refaat, si estaba leyendo un poema de John Donne o editando uno suyo. No sé qué fue de su cuerpo tras el bombardeo, si sus gafas quedaron hechas añicos o si sus dedos amables sujetaban un bolígrafo o aquella flor que una vez pidió al mundo que enviara a Gaza”.