Se lanzaron al mar en busca del paraíso en Europa, pero las olas se los tragaron. Abdulá, esposo de Rehan y padre de Aylan y Galip, logró sobrevivir al naufragio.
Aylan, el pequeño sirio que se convirtió en el símbolo del drama de la crisis de los refugiados y el sufrimiento de personas que juegan con su vida, en busca de un futuro mejor.
Un año después, los residentes del campo de refugiados de Darashakran, situado en Erbil, en el Kurdistán de Irak, realizaron un acto conmemorativo, donde recrearon la tragedia.
El adolorido padre también estuvo presente. Denunció la mala situación de los refugiados que viven en el campamento. Criticó también el cambio de las políticas migratorias de los países occidentales.
En el primer mes, después del incidente, la mayoría de los países europeos, y en menor medida los estadounidenses, ofrecieron ayuda. Se creó un movimiento para ayudar a los refugiados. Después de un mes, se detuvo por completo.
La historia de Aylan no fue la primera y lamentablemente, parece que no será la última. Miles siguen arriesgando la vida en busca de un futuro mejor. El problema, es que desde entonces, todas las medidas europeas se destinaron a cerrar el grifo de refugiados y sobre todo, a no garantizar un paso seguro para evitar más muertes.
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