El 8 de enero, Irán llevó a cabo un ataque con misiles contra la base de Ain Al-Asad, en respuesta a la operación terrorista de Washington, que asesinó al comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), Qasem Soleimani, y del subcomandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe), Abu Mahdi al-Mohandes y sus compañeros en Bagdad, capital iraquí.
Este ataque que según las autoridades iraníes no fue la última respuesta del país persa al asesinato de Soleimani causó muchos daños materiales a los equipamientos militares de valor millonario estacionados en la base de Ain Al-Asad, situada en la provincia de Al-Anbar, oeste de Irak.
Los daños incluyen un avión de V-22 Osprey TiltRotor Aircraft de 72 millones de dólares, un helicóptero de UH-60 Black Hawk de 21 millones de dólares, un helicóptero de H-47 Chinook de 38,5 millones de dólares, un avión militar de transporte C-130 Hércules de 67,3 millones de dólares, un helicóptero de ataque modelo AH-64 Apache de 35 millones de dólares, un avión no tripulado (dron) de combate Gray Eagle MQ-1C de 31,2 millones de dólares, otro dron tipo MQ-9 Reaper de 16,9 millones de dólares.
La represalia iraní se produjo después de que EE.UU. pusiera sus tropas y su sistema de defensa aérea en alerta máxima, pese a todo, no logró interceptar ni un solo de los 11 misiles iraníes, de acuerdo con fuentes iraquíes.
Tras este ataque, los expertos militares estadounidenses confirmaron la falsedad de invencibilidad del poder militar estadounidense y calificaron el sistema de defensa antimisiles Patriot del país norteamericano como una broma.
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