Por: Maryam Qarehgozlou
Dos años después de la operación Tormenta de Al-Aqsa, la opinión pública occidental ha experimentado un cambio sísmico, marcado por protestas propalestinas sin precedentes, boicots generalizados, creciente condena del genocidio israelí y el rechazo mainstream del sionismo.
Desde los primeros días del devastador asalto israelí a Gaza —con crímenes de guerra genocidas transmitidos en vivo sin filtro en plataformas de redes sociales— millones en Occidente parecieron despertar ante más de siete décadas de ocupación, apartheid y crímenes de guerra del régimen sionista.
Lo que comenzó en 1948 con la Nakba, o “catástrofe”, cuando más de 750 000 palestinos fueron expulsados violentamente de su tierra natal para dar paso a la formación de una entidad ilegítima, largamente ignorada o negada por gran parte del mundo, se ha vuelto ahora imposible de ignorar, incluso para los ex simpatizantes sionistas en las capitales occidentales.
La guerra genocida —con más de 67 100 palestinos, en su mayoría mujeres y niños, muertos; hambre impuesta mediante bloqueos de ayuda deliberados; la destrucción total de la infraestructura civil; y el desplazamiento forzoso de más de 2.2 millones de personas— ha desatado una ola histórica de indignación global.
En las últimas semanas, antes del segundo aniversario del 7 de octubre, que también coincidió con el ataque a la Flotilla Global Sumud por parte del régimen israelí en las costas de Gaza, se vieron masivas protestas en varios países europeos, desde España e Italia hasta los Países Bajos.
Multitudes masivas nuevamente llenaron las calles en Roma, donde la policía estimó que unos 250 000 participantes se reunieron durante el quinto día consecutivo de manifestaciones el lunes. Barcelona vio a alrededor de 70 000 manifestantes y Madrid cerca de 92 000. En Dublín, miles de personas marcaron “dos años de genocidio” en Gaza.
En Londres, la policía informó al menos 442 arrestos en una concentración en apoyo a la población de Gaza y prohibió a Palestina Acción, un grupo propalestino que toma acciones directas para detener la venta y exportación de equipo militar a los territorios ocupados por Israel.
Alrededor de 10 000 personas se reunieron en París desafiando la fuerte presencia policial.
Estas protestas han ido creciendo gradualmente en frecuencia y fuerza desde los eventos del 7 de octubre de 2023.
El 4 de noviembre de 2023, menos de un mes después del inicio de la guerra genocida, decenas de miles salieron a las calles de ciudades importantes, como Washington DC, Londres, París, Berlín, Ankara, Estambul y Milán, para exigir un alto al fuego inmediato.

La marcha en DC se convirtió en la mayor manifestación propalestina de la historia hasta ese momento, reuniendo a entre 100 000 y 300 000 manifestantes.
Los manifestantes denunciaron el apoyo del entonces presidente de EE.UU., Joe Biden, al régimen israelí, gritando: “Tienes sangre en tus manos”, “Biden, Biden, no te puedes esconder —te inscribiste para el genocidio”.
Cerca de la misma fecha, en París, miles marcharon por la capital exigiendo un alto al fuego inmediato en Gaza, gritando “¡Israel, asesino!” Los manifestantes también apuntaron al presidente francés Emmanuel Macron, cantando “Macron, cómplice”.
Al menos 6000 manifestantes en Berlín y varios miles más marcharon en Düsseldorf, mientras que Londres también vio a miles de manifestantes bloquear las calles de la ciudad antes de concentrarse en la Plaza Trafalgar.
En Bucarest, cientos se reunieron bajo el lema “Salvad a los niños de Gaza”, y las concentraciones en Milán y Roma atrajeron a miles de participantes.
A pesar de las prohibiciones gubernamentales generalizadas y los desalojos policiales —restricciones que solo se han intensificado desde entonces— las demostraciones pro-palestinas se han multiplicado en los últimos 24 meses, con una mayor participación después de cada masacre israelí en la Franja de Gaza.
La imagen de los manifestantes cubiertos con kefiyés blanco y negro, ondeando banderas palestinas y coreando consignas de liberación, se ha convertido en una presencia constante a través de Europa, Estados Unidos y más allá.

Flotillas con destino a Gaza
En los últimos meses, la indignación global también se ha intensificado tras las repetidas interceptaciones por parte de Israel de flotillas humanitarias con destino a Gaza, donde los monitores respaldados por la ONU confirmaron que la hambruna se había instalado.
La última misión, la Flotilla Global Sumud, organizada por la Coalición de la Flotilla de la Libertad (FFC, por sus siglas en inglés), zarpó desde Barcelona en septiembre con 45 embarcaciones que llevaban ayuda y activistas de 44 países.
Fue interceptada en aguas internacionales por la marina del régimen israelí, que secuestró a más de 470 participantes y los detuvo en los territorios ocupados. Muchos describieron más tarde su maltrato por parte de los guardias israelíes como “cruel” y “de estilo nazi”.
FFC, un grupo internacional sin fines de lucro que organiza convoyes con destino a Gaza desde 2010, ha intentado en numerosas ocasiones romper el bloqueo a Gaza por mar y entregar ayuda a los palestinos.
Misiones anteriores —incluyendo Handala en julio, Madleen en junio y Conscience en mayo— fueron todas interceptadas o atacadas por las fuerzas de ocupación israelíes en aguas internacionales.
En un caso, drones israelíes atacaron el Conscience a solo 25 kilómetros de Malta, iniciando un incendio y obligando a los activistas a luchar desesperadamente para mantener a flote el barco.

La ‘Intifada estudiantil’
En abril de 2024, el movimiento pro-palestino irrumpió en los campus universitarios de todo el mundo. Lo que comenzó con arrestos masivos en el campamento de solidaridad con Gaza de la Universidad de Columbia el 18 de abril encendió lo que los activistas denominaron la “Intifada estudiantil”.
Los manifestantes exigieron que sus instituciones rompieran los lazos financieros y académicos con el régimen israelí y con las empresas que colaboran con el genocidio en Gaza.
Más de 3100 personas —incluidos estudiantes, profesores y personal— fueron arrestadas en más de 60 campus universitarios de Estados Unidos. A medida que el movimiento se expandía a Europa, Reino Unido, Australia y Canadá, las universidades respondieron con suspensiones, expulsiones y desalojos, mientras que la policía desmantelaba por la fuerza los campamentos.
Sin embargo, algunas administraciones cedieron a las demandas estudiantiles, aceptando revisar sus inversiones y cortar asociaciones con instituciones israelíes.
Cuando Donald Trump regresó a la Casa Blanca en enero, actuó rápidamente para reprimir el movimiento, emitiendo órdenes ejecutivas que equiparaban el activismo propalestino con el llamado antisemitismo.
Las unidades de inteligencia de Seguridad Nacional comenzaron a compilar expedientes de deportación de los no ciudadanos que criticaban a Israel o se unían a las protestas contra el genocidio.

Crecientes llamados a boicot y desinversiones
La campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), lanzada hace dos décadas en protesta por la ocupación israelí de tierras palestinas, ha ganado un nuevo impulso extraordinario desde que comenzó la agresión contra Gaza en octubre de 2023.
A medida que la catástrofe humanitaria se profundizó en Gaza, las iniciativas de boicot también se multiplicaron, desde Asia Occidental hasta Europa, EE UU. y más allá, apuntando a grandes corporaciones multinacionales por apoyar a Israel, dejando al régimen sionista cada vez más aislado en los ámbitos económicos, culturales y deportivos.
Las grandes marcas multinacionales, antes consideradas intocables, han enfrentado una creciente oposición y caídas en las ventas por su complicidad en la guerra genocida de Israel desde el 7 de octubre de 2023.
Marcas estadounidenses de gran renombre como McDonald’s, Burger King, Starbucks, KFC, Pizza Hut, Coca-Cola, PepsiCo y Nestlé se han convertido en los principales objetivos de boicot por ayudar o alinearse con Israel.
Los gigantes de ropa deportiva Reebok, Puma y Nike también han sido blanco por sus lazos comerciales y de suministro con el régimen, con algunas de estas marcas ya distanciándose de los equipos deportivos israelíes.
En un fuerte golpe cultural, más de 300 museos y organizaciones artísticas en los Países Bajos y Bélgica anunciaron recientemente un boicot colectivo a las instituciones israelíes, mientras que más de 1300 artistas —incluyendo Olivia Colman, Ayo Edebiri, Mark Ruffalo, Riz Ahmed, Tilda Swinton y Javier Bardem— se comprometieron a no colaborar con cuerpos culturales y cinematográficos israelíes cómplices de crímenes de guerra.
El mundo académico ha seguido el ejemplo. Los investigadores y universidades israelíes han enfrentado una ola sin precedentes de boicots por su complicidad en el genocidio.
Se han cancelado las invitaciones a investigadores israelíes para asistir a seminarios internacionales. Presentaciones en congresos han sido pospuestas indefinidamente. Asociaciones profesionales han debatido la exclusión de colegas procedentes de Al-Quds ocupada o Tel Aviv.
Proyectos que involucraban universidades israelíes han quedado en pausa. De manera aún más drástica, cerca de 30 instituciones de educación superior en Europa — especialmente en Países Bajos, Bélgica, Italia y España — han cancelado toda colaboración con socios israelíes.
El aislamiento cultural de Israel ha alcanzado incluso a Eurovisión, donde múltiples países, entre ellos Países Bajos, Islandia, Irlanda, España y Eslovenia, han prometido retirarse del concurso de 2026 en Viena si se permite la participación israelí.
Eurovisión es un certamen internacional de canciones que se celebra anualmente, principalmente en países europeos, y es transmitido por televisión. Se realiza desde 1956 y es uno de los eventos televisivos no deportivos más longevos y vistos en el mundo.
También han aumentado los boicots deportivos. La destrucción de la infraestructura deportiva de Gaza y el asesinato de cientos de atletas han impulsado llamados globales para la suspensión de Israel en competiciones internacionales.
Una nueva campaña —“Game Over Israel”— respaldada por deportistas, asociaciones de aficionados, sindicatos y grupos de derechos humanos, insta a las federaciones nacionales de fútbol a negarse a jugar contra equipos israelíes y exige a la FIFA y UEFA la suspensión total de Israel.
Esto ocurre a menos de un año del Mundial de la FIFA, coorganizado por Estados Unidos, México y Canadá.
La presión económica también crece. La Unión Europea, el principal socio comercial de Israel, propuso recientemente una suspensión parcial de su acuerdo de libre comercio.
El fondo soberano de Noruega, el más grande del mundo, anunció desinversiones en empresas que operan en territorios ocupados, mientras que Francia, Italia, Países Bajos, España y Reino Unido han impuesto embargos parciales o totales de armas.
La reacción ha sido tan marcada que el propio primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, la reconoció el mes pasado, advirtiendo que Israel enfrenta una “especie de aislamiento” que podría durar años, y que el régimen no tiene más opción que valerse por sí mismo.
La respuesta económica y cultural contra Israel ha generado comparaciones con la presión que enfrentó Sudáfrica durante la era del apartheid.
Entre los años 1950 y 1990, Sudáfrica sufrió un fuerte movimiento de boicot que, poco a poco, la convirtió en un paria. Los productos sudafricanos fueron retirados de los supermercados en Occidente, activistas promovieron desinversiones y retiros bancarios, y muchos músicos se negaron a actuar en el estado apartheid.
Un boicot deportivo condujo a la exclusión de Sudáfrica de competencias internacionales como el cricket y, finalmente, el rugby.
El mundo lo llama genocidio
Israel enfrenta ahora un caso de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en un juicio histórico iniciado por Sudáfrica, por violar el derecho internacional mediante actos genocidas.
La Corte Penal Internacional (CPI) también emitió órdenes de arresto contra Netanyahu y el exministro de asuntos militares Yoav Gallant por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
Una comisión independiente de investigación de la ONU concluyó el mes pasado que Israel está cometiendo genocidio en Gaza, tras casi dos años de dilaciones.
La Asociación Internacional de Estudios sobre Genocidio (IAGS, por sus siglas en inglés), un organismo académico con 500 miembros fundado en 1994, admitió también que las políticas y acciones israelíes en Gaza, especialmente desde octubre de 2023, violan las cinco condiciones establecidas en la Convención de las Naciones Unidas de 1948 para la Prevención y Sanción del Crimen de Genocidio.
En los últimos dos años, ha surgido un consenso extraordinario entre especialistas en genocidio que la ofensiva israelí en Gaza constituye genocidio —una visión que antes era tabú en los círculos académicos y políticos.
Entre los más contundentes se encuentra Francesca Albanese, la relatora especial de la ONU sobre los Territorios Palestinos Ocupados, quien redactó dos informes calificando la guerra israelí en Gaza de genocida, postura que le ha valido sanciones y restricciones de viaje por parte de Estados Unidos.
Craig Mokhiber, abogado veterano de derechos humanos en la ONU, renunció en octubre de 2023, condenando el silencio de la organización y calificando las acciones de Israel como “un caso de manual de genocidio”.
El cambio es especialmente notable entre académicos israelíes. Shmuel Lederman, investigador de genocidio en la Universidad Abierta de Israel y la Universidad de Haifa, afirma que casi todos los expertos israelíes en estudios sobre genocidio ahora coinciden en que Israel está cometiendo genocidio —opinión que comparte Raz Segal, académico israelí en Stockton University, uno de los primeros en describir el ataque israelí como “un caso de manual de intención genocida”.
Omer Bartov, investigador israelí-estadounidense, inicialmente dudó pero concluyó en 2024 que la guerra de Israel en Gaza “es genocidio”.
De igual manera, Amos Goldberg, catedrático en Estudios del Holocausto en la Universidad Hebrea de Jerusalén, declaró: “Gaza ya no existe —lo que está ocurriendo es genocidio”.
Esta postura ahora es ampliamente compartida en la comunidad académica global.
Académicos como William Schabas (Universidad Middlesex), Adam Jones (Universdad British Columbia), Martin Shaw (Instituto Barcelona de Estudios Internacionales), Ernesto Verdeja (Universidad Notre Dame), Anthony Dirk Moses (la universidad City University of New York), Uğur Ümit Üngör (Universidad de Ámsterdam) e Iva Vukušić (Universidad de Utrecht) han identificado las acciones israelíes como genocidas.
Una investigación del periódico holandés NRC en mayo encontró que casi todos los principales expertos mundiales en genocidio —de EE.UU., Europa, Australia y los territorios ocupados— coinciden en que la guerra israelí en Gaza cumple con la definición legal y académica de genocidio.
Como resumió el académico británico Martin Shaw, “la represa de la negación del genocidio en Gaza se ha roto”.
Los líderes mundiales se vuelven contra Israel
Desde el inicio de la guerra genocida de Israel en Gaza, un número creciente de líderes mundiales ha comenzado a responsabilizar abiertamente al régimen israelí por sus crímenes de guerra.
En la reciente Asamblea General de la ONU, Netanyahu —principal artífice de las masacres en Gaza— fue recibido con abucheos y varias delegaciones abandonaron el recinto en señal de protesta durante su discurso.
Los líderes mundiales aprovecharon la ocasión para expresar su apoyo a los palestinos y condenar el genocidio en curso, siendo la situación palestina el tema predominante en las discusiones de la asamblea.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, denunció la guerra como un “genocidio injustificable” facilitado por quienes podrían haberlo detenido, advirtiendo que “el derecho internacional está siendo enterrado junto con los niños palestinos”.
El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, citó el creciente consenso global sobre el genocidio israelí, recordó el caso ante la CIJ y urgió a la ONU a actuar con decisión.
Gabriel Boric, presidente de Chile, comparó las acciones de Israel con el Holocausto y exigió que Netanyahu sea juzgado en la CIJ, mientras Gustavo Petro, de Colombia, fue aún más lejos al pedir un ejército internacional para “liberar Palestina” y criticó a EE.UU. y la OTAN por facilitar el genocidio.
Mia Mottley, de Barbados; Abdul Latif Rashid, de Irak; y el rey Felipe VI, de España, condenaron las atrocidades israelíes y la doble moral occidental.
El presidente de Irán, Masud Pezeshkian, calificó el proyecto de “Gran Israel” como delirante y genocida, mientras el presidente de Senegal, Bassírou Faye, describió el sufrimiento en Gaza como “indescriptible” y exhortó al mundo a no mirar hacia otro lado.
Durante la misma cumbre de la ONU, varios países occidentales, incluyendo Australia, Francia, Canadá y Reino Unido, reconocieron formalmente al Estado de Palestina —un paso simbólico pero significativo que refleja la caída del prestigio global de Israel, el creciente rechazo público a sus acciones y un posible giro hacia la tan esperada rendición de cuentas tras años de impunidad.
Aunque muchos países y líderes históricamente han apoyado a Palestina y su derecho a la autodeterminación, la mayoría de los gobiernos occidentales han sido hasta ahora férreos defensores del régimen ocupante israelí, apoyándolo política, financiera y militarmente durante décadas.
No obstante, la opinión pública en Europa y Estados Unidos está cambiando. Antes mayormente simpatizante de la causa sionista, cada vez más personas toman conciencia de las atrocidades israelíes y exigen a sus gobiernos que pongan fin a su respaldo a las acciones en Gaza.
Una encuesta reciente del The Washington Post reveló que el 61 % de los judíos estadounidenses cree que Israel ha cometido crímenes de guerra en Gaza, y casi el 40 % considera que sus acciones constituyen genocidio.
El reporte, publicado el domingo, mostró que muchos judíos en EE.UU. desaprueban severamente las acciones de Israel en Gaza.
Cada vez más insatisfechos con el actual gabinete israelí, el 68 % expresó desaprobación hacia el liderazgo de Netanyahu, un descenso de 20 puntos porcentuales respecto a una encuesta del Pew Research Center hace cinco años.
Varios entrevistados dijeron al Post que inicialmente apoyaban la ofensiva militar israelí, pero conforme la guerra se prolongaba sin avances contra el grupo de resistencia palestino Hamás, se horrorizaban por las atrocidades cometidas contra la población civil de Gaza.
La encuesta también reveló una brecha generacional: solo el 36 % de los judíos estadounidenses entre 18 y 34 años se sienten emocionalmente vinculados a Israel, una cifra notablemente baja en comparación con generaciones mayores.
Lo que antes era impensable —una confrontación pública con el sionismo mismo— se ha convertido ahora en parte del debate mainstream en Occidente.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.