• Iraníes marchan en Teherán, capital iraní, para protestar contra el régimen de Pahlavi, 19 de enero de 1979. (Foto: Getty Images)
Publicada: sábado, 4 de junio de 2022 14:43

El fundador de la República Islámica de Irán, Imam Jomeini (que en paz descanse), era un líder carismático, cuya muerte ensombreció los corazones de sus seguidores.

El 4 de junio de este año, marca el aniversario del fallecimiento del Imam Jomeini. Hace 33 años, millones de personas salieron a las calles de Teherán (capital iraní) para despedirse entre lágrimas del popular Líder de la Revolución Islámica, el hombre que cambió para siempre el curso de la historia.

Pero, ¿qué hizo que el Imam Jomieni fuera tan popular y su legado continué siendo un faro de inspiración para los defensores de la verdad, la justicia y la libertad en todo el mundo, incluso en Occidente?

Nacido el 17 de mayo de 1900 en una familia de eruditos, realizó estudios religiosos durante años y se convirtió en la máxima autoridad en la jurisprudencia chií.

A diferencia de sus contemporáneos, que conscientemente separaban la religión de la política, el Imam Jomieni veía estas dos entrelazadas, de manera que ideó la teoría de Velayat-e Faqih (Gobierno de la Jurisprudencia Islámica). Tenía una posición espiritualmente muy alta, mientras que su habilidad para gobernar y su perspicacia política eran incomparables.

A primera vista, su lucha contra el régimen monárquico de Pahlavi fue asimétrica, pues se libró entre un clérigo caritativo y un poderoso emperador. Mohamad Reza Pahlavi, Shah o el rey de Irán, tenía todo a su disposición, excepto, por supuesto, el apoyo y la buena voluntad de la gente. Ahí es donde prevaleció el clérigo.

De hecho, el Shah disfrutaba del patrocinio de las potencias occidentales, mientras que el Imam Jomeini confiaba únicamente en su pueblo. Fue un líder de las masas que lideraba valientemente a su pueblo. Eso es lo que puso nervioso al monarca que derivaba su poder y autoridad del exterior.

 

El pensamiento sociopolítico del Imam Jomieni se centraba en el bienestar de las personas, especialmente de los débiles y desfavorecidos, y en el firme rechazo a la hegemonía occidental. Criticaba al régimen de Pahlavi por ser prooccidental. El monarca tenía sus arcas llenas, mientras la gente moría de hambre.

El fundador de la República Islámica también buscaba que la nación iraní vuelva a ser soberana, independiente y orgullosa.

En la década de 1960, los poderosos discursos de Imam que ofrecía en Qom (centro de Irán) dieron un sentido de esperanza y propósito a aquellos que resistían a la monarquía gobernante. Presentó a sus seguidores una cosmovisión con la que podían relacionarse, lo que le permitió aglutinar diversas corrientes políticas y religiosas del país.

Cuando el Imam fue arrestado, gran número de personas salió a las calles, coreando consignas contra el régimen. Esta asombrosa popularidad del Imam y la animosidad hacia el monarca despertaron preocupaciones en el palacio real. El Imam finalmente se vio obligado a abandonar el país. Pasó más de 14 años en el exilio, desde Turquía hasta Irak y Francia, pero no permitió que la distancia lo distrajera de su misión. Sus llamadas de protesta desde el extranjero se propagaban con mucha rapidez.

El Shah confiaba en gran medida en su fuerza de policía secreta (SAVAK, acrónimo de Sazeman-e Ettela’at va Amniyat-e Keshvar, en persa) para aplastar la resistencia popular. Todos los colaboradores cercanos del Imam fueron encarcelados, mientras que él vivía en el exilio, pero la resistencia continuó hasta el logro definitivo de la Revolución Islámica de Irán.

 

Uno de sus colaboradores más cercanos, el mártir Morteza Motahari, se refirió a él en uno de sus libros como “el más grande y querido de todos los héroes y orgullo de la nación iraní”.

Incluso los eruditos y escritores occidentales no pudieron ocultar su admiración por él. Richard Falk, profesor emérito en el derecho internacional, en un artículo de 1979, indicó que el núcleo religioso del movimiento del Imam Jomieni era “un llamado a la justicia social, la equidad en la distribución de la riqueza, una economía productiva organizada en torno a las necesidades nacionales y la sencillez de la vida y la ausencia de corrupción que minimiza las diferencias entre ricos y pobres, gobernantes y gobernados”.

La Revolución Islámica allanó el camino para un nuevo orden mundial y marcó el comienzo del declive del imperialismo occidental. Su fe inquebrantable y elevados valores espirituales le valieron legiones de admiradores en todo el mundo.

En el momento presente, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, el actual Líder de la Revolución Islámica de Irán y el sucesor del Imam Jomeini, sigue el mismo camino del fundador de la República Islámica, y sus posturas políticas también han estado perfectamente sincronizadas con las de su mentor.

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