Por: Humaira Ahad
Durante más de tres meses, la joven Fahime Hashemitabar permaneció en una cama de hospital, sumida en un coma profundo, su cuerpo inmóvil y sostenido sólo por máquinas.
Esta semana, recobró la conciencia en lo que los médicos califican como un milagro médico, lo que llenó de alegría a su familia y amigos. Sin embargo, esa alegría se vio empañada por una realidad amarga y devastadora: sus queridos padres ya no estaban con vida.
Ella es la única superviviente del ataque aéreo israelí que acabó con la vida de sus padres, el Dr. Seyed Asqar Hashemitabar —alto científico nuclear iraní— y su esposa, Tahere Taheri, en su domicilio de Teherán el 14 de junio de 2025.
La agresión, parte de la ofensiva israelí no provocada en suelo iraní a mediados de junio, que tenía como blancos a científicos iraníes, mandos militares y civiles, dejó a Fahime gravemente herida con traumas cerebrales y medulares. Los facultativos describieron su recuperación como improbable.
Cuando finalmente despertó tras 112 días, el personal médico y los familiares actuaron con cautela para no sobrecargarla emocionalmente.
Durante varios días, luchó por comprender lo ocurrido. Al comenzar su proceso de recuperación, pidió a los médicos que le explicaran qué había sucedido con sus padres, esa noche del ataque israelí y por qué se encontraba hospitalizada.
Fahimeh se enteró de la verdad sobre la muerte de sus progenitores mediante una búsqueda en internet, una revelación dolorosa que sobrevino después de meses de inconsciencia y aislamiento.

La noche del ataque israelí
El Dr. Hashemitabar, de 51 años, ya estaba desde hacía tiempo en el radar de Israel. En 2019, el Tesoro de Estados Unidos lo sancionó ilegalmente por su papel en la investigación en defensa de Irán.
Su nombre fue añadido discretamente a la lista de científicos, ingenieros e investigadores iraníes que terminaron siendo blancos del régimen sionista en su brutal guerra de 12 días contra Irán.
El régimen apuntó a su vivienda, asesinando al matrimonio mientras se encontraba en su salón, y dejando a su hija en un profundo coma.
El bombardeo del 14 de junio no fue un ataque aislado. En los últimos años, Israel ha llevado a cabo decenas de asesinatos selectivos, ciberataques y bombardeos aéreos, frecuentemente dirigidos contra científicos iraníes.
Antes de aquella noche fatídica que destrozó su vida, Fahime era reconocida en el campus por su brillantez discreta y su carácter modesto.
Producto de las escuelas de la Organización Nacional para el Desarrollo de Talentos Excepcionales (NODET, por sus siglas en inglés) de Irán, había sido la alumna más destacada desde su infancia.
En la Universidad de Teherán, se había matriculado inicialmente en Ingeniería de Petróleos antes de cambiar a Ingeniería Industrial, una decisión que definiría su trayectoria académica.
Sus profesores recuerdan su precisión en los proyectos de clase y su diligencia como asistente de docencia en cursos de programación.
“Ha sido disciplinada y profundamente concentrada”, comenta su prometido, Hosein Cheharbaqi. “Siempre elegía estudiar antes que comodidad. Incluso durante su máster, trabajó a tiempo completo como especialista en control de proyectos. Nada la distrajo de aprender”, agrega.
Fahime conoció a su prometido cuando ambos eran asistentes de docencia en la misma asignatura en la Universidad de Teherán. Lo que empezó como una amistad colegial pronto se transformó en una relación matrimonial. Pero había una condición.
“Si quieres hacerme feliz —le dijo a Cheharbaqi—, debes ingresar en la Universidad Sharif”.
Lo logró, y los dos continuaron sus estudios en paralelo. Su boda estaba prevista para septiembre de 2025, pero su mundo se derrumbó meses antes.

Su prometido permaneció a su lado cada día, leyendo libros y recitando oraciones.
Para proteger su frágil estado, los médicos y familiares le informaron que sus padres estaban hospitalizados en otro lugar, recuperándose de las heridas.
Pero cuando empezó a recobrar memoria y fragmentos de habla, surgieron preguntas. “¿Quién ha sido mártir?” susurró al despertar.
Pidió su teléfono. Sola en su cama de hospital, buscó en internet y encontró que los nombres de sus padres figuraban entre los mártires.
“Sabía que habían sido mártires —le confesó luego a su esposo—, pero quería negarlo”.
Shohre Pirani, viuda del científico nuclear martirizado Dariush Rezaineyad, asesinado por agentes israelíes en 2011, fue una de las primeras en visitarla.
En una publicación en redes sociales, Pirani describió haber visto a Fahime en su cama de hospital, inmóvil, incapaz de hablar pero consciente por fin.
“Ella sobrevivió —escribió—, pero vaya supervivencia. Ciento doce días de silencio. Máquinas respirando por ella. Un cuerpo que soportó lo que ningún ser humano debería”.
Para Pirani, el despertar de la joven no fue solo un hito médico sino también espiritual, un testimonio de la voluntad humana de vivir en medio de la violencia selectiva de Israel que durante décadas ha apuntado a familias de científicos nucleares iraníes.

Entre la vida, la muerte y la fe
Fahime no puede caminar ni hablar. Se alimenta por sonda y su recuperación es lenta e incierta. Sin embargo, su mente, aguda, alerta y notablemente lúcida, permanece intacta.
Cuando le preguntaron qué era lo que más deseaba, respondió mediante lectura labial:
“Quiero conocer al Líder”, expresando su deseo de ver al Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei. “Le pediré que rece por mí”.
Su mensaje, transmitido posteriormente por Pirani, llevaba una fuerza que contrastaba con su frágil condición:
“Mis padres anhelaban el martirio —afirmó—. Han alcanzado su deseo”.
La supervivencia de Fahime es una excepción en la brutal guerra de agresión israelí que provocó la muerte de 1062 personas.
Ella sigue sin poder caminar ni hablar, dependiente de cuidados médicos, y porta las cicatrices físicas y psicológicas del ataque que aniquiló a su familia.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.