“Creo que hubo bastante suerte en que el derribo de Turquía no lo hiciéramos nosotros, porque la capacidad de Putin para digerirlo habría sido mucho menor”, considera el influyente exconsejero de Seguridad Nacional de la Presidencia estadounidense en una entrevista a la página Politico.com, publicada el viernes.
Creo que hubo bastante suerte en que el derribo de Turquía no lo hiciéramos nosotros, porque la capacidad de Putin para digerirlo habría sido mucho menor”, estima el exconsejero de Seguridad Nacional estadounidense Zbigniew Brzezinski
El reciente derribo por cazas F-16 turcos del Su-24 en la frontera entre Siria y Turquía —considerado por el Kremlin como una “emboscada”— ha causado graves tensiones entre Moscú y Ankara, y el presidente ruso, Vladimir Putin, aprobó ayer sábado un paquete de sanciones económicas a Turquía.
“Y me alegro de que no fuera algún tipo de incidente en las repúblicas bálticas, donde la propensión rusa a reaccionar sería mayor”, añade Brzezinski. “La capacidad de respuesta báltica hubiera sido mínima, y la necesidad de una respuesta contundente por parte de EE.UU. hubiera sido una evidencia”, analiza.
Considerado como halcón durante la Guerra Fría, Brzezinski estima que, en la actualidad, los intereses de Washington y Moscú están mucho más alineados.
“Estas tensiones son serias pero no desastrosas. En cierto modo, si prevalecen el sentido común y la inteligencia, podrían incluso ser saludables, no solo para gestionar un espinoso problema regional, sino para abordar las consecuencias —potencialmente destructivas a un nivel más global— de un sistema mundial dominado por tres superpotencias”, agrega.
El antiguo alto funcionario afirma que Occidente reaccionó de “manera tranquila”a la noticia del incidente, primera vez en que un miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) —Turquía— ha atacado un avión ruso, y que Moscú es consciente de que una escalada sería “un camino a ninguna parte”.
“El único resultado podría ser una colisión seria en la que Rusia se hallaría aislada. De hecho, podríamos estar en el umbral de cierto progreso entre las grandes potencias, no sólo a propósito de la escaramuza turco-rusa, sino hacia una saludable conciliación para contener la violencia regional de mayor escala”, valora.
A juicio del veterano analista, toda escalada a propósito del incidente entre Occidente y Rusia podría desencadenar “un gran conflicto con consecuencias de verdad destructivas”.

También apuesta Brzezinski por un acercamiento entre Washington y Moscú en cuanto a la solución política a la crisis siria, pese a que EE.UU. busca la salida del poder del presidente electo del país árabe, Bashar al-Asad, mientras que Rusia defiende la prioridad de la lucha antiterrorista.
“No hay ningún gran beneficio nacional para Rusia en que Al-Asad permanezca en el cargo de forma indefinida, ni hay ningún gran beneficio nacional para EE.UU. en forzar que dimita de inmediato, pero sí hay un interés común en evitar una colisión importante entre EE.UU. y Rusia”, observa.
El mes pasado, Brzezinski publicó un artículo en el diario Financial Times, en el que argumentaba que Washington debería lanzar represalias contra Rusia si esta bombardeaba sus “activos” en Siria, aludiendo a los milicianos entrenados por la Inteligencia estadounidense que atacan el orden establecido en el país árabe.
Desde el 30 de septiembre, la aviación rusa bombardea, en coordinación con el Ejército sirio, posiciones de grupos terroristas que tratan desde hace más de cuatro años de derrocar el Gobierno de Al-Asad.
Mientras tanto, Washington ha exhortado al Gobierno turco a desplegar miles de tropas adicionales a lo largo de su frontera con Siria, en teoría para bloquear los movimientos de la banda takfirí EIIL (Daesh, en árabe) entre los territorios sirio y turco.
Los responsables del Pentágono estiman que harían falta 30.000 soldados para acordonar 100 km de frontera.
Washington y Ankara llegaron en julio a un acuerdo de principio sobre la frontera, en virtud del cual EE.UU. ha desplegado cierto número de aeronaves militares en el aeródromo de İncirlik, en el sur de Turquía.
El acuerdo permite a la aviación estadounidense usar las bases turcas para lanzar ataques aéreos en apoyo de sus grupos armados aliados que combaten a Daesh y al Gobierno sirio. El desarrollo del plan, sin embargo, ha sido ralentizado por la campaña rusa.
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