Por: Roya Pour Bagher *
Sin que el mundo lo supiera, el 13 de octubre de 2025 marca el nacimiento de una nueva ola de luchadores de la resistencia, cuando casi 2000 secuestrados salieron de las prisiones israelíes bajo el acuerdo de alto el fuego, que se alcanzó tras más de dos años de guerra genocida israelí-estadounidense contra Gaza.
Estos palestinos soportaron torturas y abusos inimaginables a una escala que pocos seres humanos han sido sistemáticamente sometidos en la historia moderna.
Para ellos, el tiempo no se medía en días, sino en muertes del espíritu. Morían mil veces con cada amanecer que pasaba, algunos durante más de una década.
Los métodos de tortura no son actos aleatorios de crueldad, sino un sistema calculado. Las violaciones, golpizas, hambre y privación de sueño forman un arsenal bien documentado diseñado para romper cuerpos y mentes.
Como relató un palestino: “Sangré de mi ojo durante tres semanas”, suplicando por la liberación de los que quedaron atrás en esos infiernos israelíes. Otro dijo: “Beso los pies de la gente de Gaza y la Resistencia” —una profunda gratitud por el avance logrado tras años de resistencia frente a los ataques genocidas.
Lo que la comunidad internacional no logra comprender es que este dolor inconmensurable no puede, ni debe, transformarse en nada más que una sólida determinación de poner fin a su origen: la ocupación sionista.
Esperar lo contrario es exigir que las víctimas perdonen a sus verdugos mientras las masacres siguen desarrollándose. La lógica es tan tajante e irreversible como la ejecución de un asesino en serie: solo habrá paz en Palestina cuando la ocupación sea eliminada.
Por lo tanto, el mundo no debe fingir ignorancia, sino más bien esperar y, por el bien de la justicia, fomentar el surgimiento de más luchadores de la resistencia palestina para continuar la misión inacabada.
Ningún ser racional cree que la entidad sionista pondrá fin a sus hostilidades, y mucho menos permitirá la creación de un estado palestino soberano. El mundo ya ha sido testigo de las violaciones constantes del alto el fuego en Líbano, así como en Gaza durante intentos previos de tregua, todos con la complicidad silenciosa de una comunidad internacional que ha optado por mirar hacia otro lado.
Casi 2000 palestinos liberados equivalen a casi 2000 familias. No se equivoquen: los brutales crímenes en las cárceles israelíes no solo afectaron a los secuestrados. El trauma alcanzó a sus seres queridos y a sus comunidades en casa, encendiendo un fuego que no puede apagarse hasta que se logre la liberación total de la ocupación.
Tampoco los palestinos lo olvidarán, ni debe el mundo hacerlo, la inimaginable barbarie presenciada entre 2023 y 2025. Un genocidio fue transmitido en vivo a una audiencia global, pero ignorado por los mismos gobiernos que afirman defender un “orden internacional basado en reglas”.
Si el mundo sigue adelante y no hace rendir cuentas a Israel, entonces la humanidad realmente habrá caído. Si los estados reanudan los lazos con la entidad ocupante, el movimiento global de protesta, por toda su fuerza moral, habrá perdido su propia batalla.
Por lo tanto, es una gran ilusión creer que los palestinos liberados pueden continuar su vida normalmente mientras miles de sus hermanos permanecen en las mazmorras de las que recién escaparon.
Su libertad está inherentemente incompleta, un recordatorio constante de los que quedaron atrás. No, estos palestinos colaborarán, se organizarán y dedicarán sus vidas a traer de vuelta a sus compañeros secuestrados. Se levantarán con un ejército para traer a sus hermanos y hermanas de vuelta a casa.
Solo podemos imaginar el espíritu con el que han regresado, y con qué ánimo vivirán ahora sus días restantes. Debemos esperar algo más grande de lo que hemos presenciado hasta ahora cuando se trata de la resistencia palestina.
Y no estarán solos; se les unen miles de huérfanos palestinos, hijos de las masacres, que con justicia buscan justicia por el derramamiento de sangre y el trauma que Israel les impuso.
Este no es un fenómeno novedoso. Historiadores y analistas de inteligencia han documentado durante mucho tiempo que las prisiones suelen funcionar como ‘universidades de la resistencia’.
Desde la opresión de los irlandeses por parte de los británicos hasta la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, y por supuesto en anteriores levantamientos palestinos, la brutal experiencia del encarcelamiento sirvió para forjar un liderazgo estratégico más fuerte.
Dentro de las paredes de las prisiones, la educación política se refuerza y se difunde, y las estrategias se debaten. La liberación de estos casi 2000 individuos no es un fin, sino el comienzo de un nuevo movimiento altamente motivado para la liberación de la tierra ocupada.
En este contexto, los llamados al desarme en Gaza no solo son ingenuos; son un precedente para la subyugación permanente. No puede haber una retirada de las armas mientras la causa raíz de la violencia siga siendo la ocupación misma.
Ni los palestinos lo permitirán, ni los secuestrados liberados, ya que entienden íntimamente lo que significa vivir bajo las armas y la violencia de las fuerzas de ocupación israelíes.
Cuando los líderes mundiales hablan de una Gaza desmilitarizada, están describiendo las mismas condiciones de subyugación que hicieron que la resistencia fuera necesaria en primer lugar. Aceptar esto sería descuidar el derecho a la autodefensa consagrado en el derecho internacional.
Además, los llamados al desarme habrían sido recibidos con risas si hubieran sido dirigidos a cualquier nación europea u occidental bajo las mismas condiciones. Entonces, ¿por qué deberían ser recibidos de otra manera que no sea con un amargo desprecio por parte de los palestinos que fueron traicionados por el mundo cuando su pueblo estaba siendo limpiado étnicamente?
Una nación como Palestina no se rendirá. Por el contrario, encontrará nuevas y mejores formas de fortalecerse. Esto no solo significa más armas avanzadas para desafiar a la entidad ocupante.
Significa una resistencia más unificada políticamente, que ha perfeccionado su estrategia tras las rejas israelíes, y que aprovecha cada herramienta de lucha, desde la organización en las bases hasta la acción legal internacional contra los funcionarios israelíes en los tribunales internacionales.
Gaza no permitirá que los más de 60 000 sacrificios hayan sido en vano; estos mártires serán la base para una resistencia más inteligente, más grande, más resistente y más determinada que nunca para lograr la liberación que el mundo ha fallado en entregar.
Las prisiones israelíes que intentaron quebrar a los palestinos solo han construido un ejército más fuerte con una mente más grande.
* Roya Pour Bagher es una escritora radicada en Teherán
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.