Todo tiene un límite, incluso la paciencia de los más reticentes a la acción colectiva. Desde que Trump asumió su segundo mandato, EE.UU. aceleró la decadencia de su sistema. Dicha superestructura ya tenía síntomas de una enfermedad incurable: la codicia. Pero con Donald Trump, el escenario se hace aún más complejo; corrupción y fascismo.
Cae la noche en la ciudad, los ciudadanos abandonan las calles por miedo a ser arrestados. Militares y policía; junto a bandas de trumpistas “disfrazados” de soldados, patrullan cada rincón de la capital. Pero otro fenómeno ocurre paralelamente: Cada vez más estadounidenses quedan al margen de esquemas macroeconómicos que solo benefician a los más acaudalados del país.
Mientras continúa la ocupación de la capital estadounidense a un costo aproximado a un millón de dólares por día, lo cierto es que, en los próximos años, estadísticas a segura que hasta 50 millones de estadounidenses se pueden sumar a la clase de umbral de la pobreza; es decir, desempleo, indigencia y exclusión.
Ahora es cada vez más evidente que la plataforma de “América Primero” y los milagros económicos del trumpismo solo fueron espejismos electorales. Bajo la actual gestión, las oligarquías van por delante y los ciudadanos al final.
Marcelo Ali Sánchez, Washington.
yzl/tmv