Se trata de Kim Yong-chol, de 72 años, quien fue acusado en su día de planear un ataque en 2010 contra Cheonan, un buque de guerra de Corea del Sur, dejando 46 marineros muertos, —cuando era jefe de la Oficina General de Reconocimiento norcoreana—.
A Kim, de igual modo, se le acusa de plantar minas terrestres en una zona desmilitarizada, causando heridas graves a dos soldados surcoreanos, ha denunciado Seúl, mientras Pyongyang ha negado cualquier involucración en dicho incidente.
El nombre de Kim además figura en la lista negra de las sanciones de Corea del Sur, si bien tales restricciones unilaterales no podrán impedir la llegada de Kim al suelo surcoreano, pues estos embargos no incluyen una prohibición de viaje.
La agencia británica de noticias Reuters informó el jueves que las autoridades surcoreanas han dejado en claro que Kim tiene planeado reunirse con el presidente Moon Jae-in.
Varios partidos opositores surcoreanos han expresado su indignación tras revelarse el viaje de Kim a su país, criticando al presidente Moon por su “actitud servil” hacia Pyongyang. En esta línea Jun Hee-kyung, del Partido Libertad de Corea ha tildado la decisión del envío de Kim a la referida ceremonia de “descarada”.
Pyongyang ya había mandado una delegación —presidida por el jefe de Estado, Kim Yong-nam, y Kim Yo-jong, hermana del líder norcoreano, Kim Jong-un— a la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang.
Muchos desean que estos viajes puedan rebajar las tensiones entre Seúl y Pyongyang, cuya discrepancia ha empeorado en los últimos años por los ensayos de misiles y nucleares de Pyongyang, por una parte, y las maniobras militares de Seúl con Estados Unidos, por otra.
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