Por Carlos Santa María
Cabe resaltar que el Knesset de Israel aprobó por mayoría la anexión de la Ribera Occidental del río Jordán, afirmando que estos territorios son “parte integral de la patria histórica, cultural y espiritual del pueblo judío”, cuyo documento establece que los eventos del 7 de octubre demostraron que la creación de un Estado palestino representa una amenaza existencial para Israel y socava la estabilidad regional, descartando absolutamente la idea del Estado palestino e instando al gobierno de Israel a “comenzar lo antes posible a trabajar en la extensión de la soberanía, la ley, la jurisdicción y la administración israelíes a todas las áreas y formas de asentamientos judíos en Judea, Samaria (nombres bíblicos de la ocupada Cisjordania) y el valle del río Jordán”.
Como se sabe, fue violada esa disposición pues la Ribera Occidental del río Jordán debía formar parte del Estado Palestino, previsto en la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU de 1947 y según el Consejo de Seguridad de la ONU, el territorio está bajo ocupación israelí ilegal desde 1967, cuyo censo de población mostraba las siguientes cifras: árabes 83% (alrededor de 2,267 millones de personas), judíos 17% (aproximadamente 464 mil personas).
Aunque se intenta minimizar diciendo a todos que es una simple propuesta formal sin visos de aplicarse, la verdad es que se hace efectivamente la consolidación del poder militar y civil continuando con las redadas y asesinatos para crear otro campo de concentración con agotamiento nutricional como forma de exterminio. Bloquear el flujo alimentario para agotarlos con desnutrición severa, similar a Gaza, en una táctica que asesina más gente que las bombas ahora.
En esencia, se instaba al gabinete a aplicar la ley israelí en todo el territorio palestino como parte de un esfuerzo más amplio para promover la anexión gradual junto al rechazo contundente de crear un Estado palestino.
Las únicas posibilidades parecen ser un boicot a “Israel” de modo continuo, coordinado globalmente, o la creación de una fuerza militar que confronte al estado terrorista y le impida continuar el genocidio, sin descuidar el juicio posterior a Netanyahu y asociados en el crimen.
El primero significaría que naciones líderes en declaraciones contra USA-sionismo por fin pasarían a ser consecuentes y harían un papel valiente: Egipto reabriría el paso de Rafah y por este se surtiría toda la ayuda humanitaria en alimentos, medicinas, vestidos, que hoy están prohibidos en el campo de concentración de Gaza; los reinos del Golfo Pérsico adquirirían una política conjunta impidiendo las bases estadounidenses desde las cuales se lanzan ataques contra Irán y sostendrían la imposibilidad de normalización de relaciones hasta tanto no se dé la desocupación del territorio por parte de las fuerzas militares sionistas; Jordania declararía que se une a la Organización de Cooperación Islámica (OCI) para en conjunto manifestar que se supera el fin de sus condenas verbales para iniciar un bloqueo económico total al régimen genocida.
Junto a ello, descartando al denominado Occidente, ya que es cómplice de la masacre, todos los pueblos que apoyan a Palestina exigirían a sus gobiernos, el cese del genocidio tal como en Latinoamérica lo ha iniciado el presidente Gustavo Petro. En África y Asia, contemplar un boicot absoluto a la economía sionista aprovechando el ejemplo de las sanciones unilaterales ilegales en las cuales son expertos Ursula von der Leyen, Kaja Kallas, Antonio Costa, Donald Trump, y su colectivo de asociados.
De no darse la primera posibilidad, las que restan son acciones militares, ya sea creando por la ONU una fuerza de paz que cese la ocupación del ente genocida (difícilmente posible debido a que aún no se actúa por sobre el veto de las naciones cómplices o autoras como son Inglaterra, Francia y USA), mostrando a un secretario general, Guterres, como un simple empleado occidental que avala las acciones de la Autoridad Nacional Palestina como asociado y espía de Israel.
La verdadera opción siempre ha sido la Resistencia, y con total determinación: “El Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Islámica de Irán considera la aprobación por parte del parlamento sionista del proyecto de ley que impone el control del régimen sobre Cisjordania y el Valle del Jordán como otra muestra del carácter expansionista y hegemónico de este régimen y la condena” (1). Junto a esta nación soberana cabe destacar a Yemen, Hezbolá de El Líbano, la Resistencia Palestina y el apoyo de los pueblos del mundo. Sin embargo, ello no es suficiente por cuya razón es la hora de que las naciones islámicas sean coherentes con su fe y religión para aplicar el principio de la defensa de los oprimidos, lo que hasta ahora no ha pasado más allá de declaraciones sin hechos que evidencien la veracidad en las palabras.
Los mensajes de la iglesia católica, quien pese a pedir verbalmente el cese al fuego, exige el retorno de los rehenes sionistas sin mencionar a los miles de presos palestinos torturados, violados, desnutridos, asesinados, deja un sabor extraño a los millones de cristianos que ven a Jesús como un revolucionario siempre afecto a la verdad y la justeza social.
Mientras no haya un Acuerdo, contrario a Francia por ejemplo que exige desarmar a HAMAS y aceptar a la traicionera ANP para reconocer al Estado Palestino, que logre decisivamente la retirada de las fuerzas sionistas de Gaza, el ingreso de alimento, medicinas y productos para la vida, imbricado a garantías verdaderas, la solución en equidad y el genocidio estarán alejados plenamente.