Publicada: martes, 13 de diciembre de 2022 9:22

La Policía alemana investiga a miembros de un movimiento de extrema derecha supuestamente involucrado en un “complot para derrocar al gobierno” en Berlín.

Holger Münch, jefe de la Policía federal alemana, describió a principios de esta semana a la decenas de “sospechosos” —que enfrentan interrogatorios y torturas— como una “mezcla peligrosa de personas” con “convicciones irracionales” que poseían “dinero y armas”, para justificar las redadas en todo el país.

Los fiscales del país dicen que los “conspiradores” tenían como objetivo derrocar al gobierno, empelando “violencia e incluso asesinato”.

Sorprendentemente, la trama y el guion suenan familiares: la entrada de dinero y armas, el uso de la violencia y el asesinato, los intentos de fomentar la inseguridad y la guerra civil y, por supuesto, el ambicioso intento de derrocar al gobierno.

Irán lo ha visto todo durante los últimos tres meses. La única diferencia es que la trama de “cambio de régimen” diseñada para la República Islámica es mucho más grande en tamaño y escala con participación de protagonistas de diferentes matices.

Y lo que es más importante, pero como era de esperar, Berlín ha sido uno de los conspiradores clave en el caso de Irán.

Desde que estallaron los disturbios en Irán a mediados de septiembre, desencadenados por la muerte de Mahsa Amini, una mujer iraní de 22 años, mientras estaba bajo custodia policial, los Estados occidentales han estado impulsando de manera hiperagresiva la agenda del “cambio de régimen” en forma de guerra híbrida, burlando incluso el derecho internacional.

Las autoridades alemanas, en particular, han instigado abierta y descaradamente a los alborotadores en Irán a través de canales oficiales y no oficiales, y han facilitado una gran manifestación en Berlín a finales de octubre, lo que supuso una clara injerencia en los asuntos internos de Irán.

Si bien consideran su propia seguridad interna y su supervivencia política como “líneas rojas”, tomando medidas enérgicas contra los involucrados en un “complot golpista”, no están dispuestos a otorgar el mismo derecho a Irán, que se enfrenta a alborotadores armados, criminales, terroristas, todos ellos ayudados e instigados por los estados occidentales.

Buenos disturbios, malas protestas

Steffen Hebestreit, portavoz del canciller de Alemania, Olaf Scholz, dijo el miércoles que el “extremismo de derecha representa la mayor amenaza” para el país, al tiempo que expresó su preocupación por lo que llamó un “complot de golpe de extrema derecha”.

La declaración se produjo horas después de que las agencias de seguridad alemanas arrestaran a decenas de “sospechosos” en redadas aleatorias en todo el país, incluso en Berlín, Turingia y Hesse.

El mismo día, en Irán, el presidente Ebrahim Raisi se ofreció a escuchar a todo el mundo, incluso a los que tenían “puntos de vista opuestos”, mientras trazaba una línea clara entre disturbios y protestas. Hizo las declaraciones en la Universidad de Teherán con motivo del Día Nacional del Estudiante.

Raisi aseguró que, como se está volviendo cada vez más claro ahora, los disturbios en territorio iraní son parte de la horrible conspiración para convertir a Irán en otra Siria y Afganistán mientras señaló con el dedo a Estados Unidos y sus aliados, que por supuesto incluye a Alemania.

Alemania, que tiene un puntaje abismalmente bajo en derechos humanos, ha liderado la cruzada contra la República Islámica en los últimos meses, presionando a la Unión Europea (UE) para que imponga más sanciones relacionadas con los derechos humanos a Irán, al mismo tiempo que fomenta la guerra híbrida en su contra.

Fue uno de los primeros países en condenar la ejecución de un iraní acusado de desatar un régimen de terror en las calles de Teherán, atacar a las fuerzas de seguridad y perturbar el orden público.

El ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hosein Amir-Abdolahian, tachó las críticas de Berlín como “hipócritas” y enfatizó que la lucha contra el terrorismo, la violencia y el discurso de odio debería ser una “responsabilidad internacional”.

“Es hipócrita que Alemania considere esto como líneas rojas para su territorio y seguridad, pero incite el mismo fenómeno siniestro en Irán y denuncie de forma engañosa nuestra lucha legítima contra ellos”, escribió el máximo diplomático iraní en Twitter.

En particular, las autoridades alemanas han sido severamente críticas en los últimos meses con lo que llaman la “represión de las protestas” en Irán.

Como declaró categóricamente el presidente Raisi el miércoles, las protestas y los disturbios deben distinguirse como dos fenómenos diferentes. Mientras uno posibilita y facilita los procesos democráticos, el otro los descarrila y los destruye.

Lo que hemos presenciado en Irán no son protestas pacíficas, sino alborotadores que portan armas de asalto que desencadenan un reinado de terror, matan a civiles, destruyen propiedades públicas, perturban el orden público y allanan el camino para el terrorismo.

Un miembro de Basich asesinado a golpes en una calle desierta, un estudiante de seminario golpeado fatalmente con armas blancas, un oficial de policía sacado a rastras de su automóvil y asesinado a plena luz del día, un niño de 10 años bañado en su sangre tras recibir disparos de los terroristas y la bandera nacional prendida en llamas en medio de una calle.

Estos son los matones armados a los que el canciller alemán Scholz dijo el 12 de noviembre que su país apoya, insistiendo en que están “luchando por la libertad y la justicia”.

La misma “libertad y justicia” que el dictador iraquí Sadam Husein quería traer a Irán con armas químicas suministradas por Alemania y otros Estados occidentales en la década de 1980.

Viejas cicatrices de la guerra química

En su rueda de prensa semanal del 28 de noviembre, en la víspera del día en recuerdo de las víctimas de la guerra química, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán, Naser Kanani, apareció con una inquietante máscara química sobre el escritorio.

Fue una protesta simbólica contra el suministro de armas químicas de Alemania al ex dictador iraquí Sadam Husein durante su guerra impuesta contra Irán (1980-1988), inmediatamente después de que la Revolución Islámica pusiera fin a años de intromisión occidental en el país.

“Para los civiles iraníes y nuestras fuerzas militares, esta máscara aterradora trae recuerdos”, dijo Kanani. “El régimen de Saddam no enfrentó obstáculos en el uso de armamento y municiones químicas durante la guerra, apoyado por las potencias occidentales, particularmente el gobierno alemán”, se apresuró a agregar, señalando la complicidad directa de Alemania en la guerra química contra Irán.

El vocero se refirió a varios informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que acusan a empresas alemanas de proporcionar al exdictador iraquí armas químicas para ser utilizadas contra la nación iraní, lo que dejó miles de muertos y muchos otros parcial o totalmente discapacitados de por vida.

Aprovechando la oportunidad, Irán renovó los llamados para que Alemania rinda cuentas por su papel criminal al permitir el uso de armas químicas por parte del régimen baasista iraquí contra el pueblo de Irán durante la guerra.

El viceministro de Relaciones Exteriores de Irán, Reza Nayafi, hablando en la conferencia de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) en La Haya, dijo que la República Islámica “no perdona ni olvida”, el uso de armas químicas en su contra.

Irán ha planteado repetidamente a lo largo de los años la cuestión del apoyo de Alemania al régimen iraquí para perpetuar los horrendos crímenes contra el pueblo de Irán.

En enero de 2021, Ismail Baqai Hamane, el entonces representante de Irán en las Naciones Unidas, dijo que el país “nunca retrocederá en perseguir el crimen de Alemania de armar a Sadam con armas químicas”.

Crímenes contra la humanidad

Vale la pena señalar que más de un millón de personas murieron durante la guerra impuesta por los regímenes occidentales contra la República Islámica de Irán a través del régimen baasista de Sadam Husein.

Según lo declarado por observadores independientes, docenas de países proporcionaron tecnología de guerra química y biológica y equipo militar pesado a Irak, sobre todo Alemania, pero también el Reino Unido, Francia y Estados Unidos.

Durante esa guerra, Irak usó peligrosos agentes nerviosos como el sarín y el tabún contra el pueblo persa.

En uno de los ataques químicos más brutales, el 28 de junio de 1987, aviones iraquíes arrojaron al menos cuatro bombas de mostaza de 250 kilogramos sobre áreas residenciales en Sardasht, una ciudad al pie de las montañas Zagros en la provincia de Azerbaiyán Occidental de Irán.

Las cicatrices de las armas químicas también se pueden rastrear en la ciudad fronteriza kurda de Halabja, en el noreste de Irak, donde más de 5000 personas perecieron en marzo de 1988 después de que la fuerza aérea iraquí arrojara un cóctel de armas químicas, incluido gas mostaza.

Después de la guerra de 8 años, Irak admitió haber usado 1800 toneladas de mostaza, 600 toneladas de sarín y 140 toneladas de tabun, tanto contra el pueblo de Irán como contra sus propios ciudadanos en las áreas kurdas.

Tooba Ghazanfari, inmunólogo de la Universidad de Shahed, dijo a la revista Science en marzo de 2018 que, tres décadas después, unos 56 000 iraníes continúan lidiando con los efectos en la salud de la mostaza de azufre, que van desde lesiones en la piel y fallas en las córneas hasta enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cáncer.

Según los informes, más de 80 empresas alemanas suministraron al régimen iraquí equipos para su programa de armas, así como tecnología para producir armas químicas. Cuando terminó la guerra, la asistencia de Alemania había ayudado a que el Irak baasista se convirtiera en el mayor productor de gases venenosos de la región.

Un informe exhaustivo de 11 000 páginas presentado a la ONU en 2002 reveló cómo las empresas alemanas “animaron activamente” al régimen de Saddam a desarrollar armas. Asimismo, citó la ayuda de Alemania a Irak en el desarrollo de gases venenosos que contribuyeron a la masacre de Halabja en 1988.

A pesar de la avalancha de pruebas irrefutables, los alemanes nunca fueron responsables de los inexplicables crímenes contra la humanidad.

Como dijo el mes pasado el profesor Seyed Mohammad Marandi, destacado comentarista político y víctima de la guerra química, en una entrevista concedida a Press TV, los regímenes occidentales que proporcionaron armas químicas y biológicas a Irak no tienen credibilidad para hablar de derechos humanos en Irán.

*************************

Por Syed Zafar Mehdi, periodista, comentarista político y autor radicado en Teherán.