El miércoles, el secretario jefe del Gabinete japonés, Hirokazu Matsuno, expresó la disposición de Tokio a imponer una prohibición a la importación del crudo de Rusia, una medida tomada igualmente por Estados Unidos en reacción al operativo militar de Moscú en Ucrania.
“Nos gustaría estudiar adecuadamente las posturas que se consideran efectivas, en cooperación con la comunidad internacional, principalmente con los países del [Grupo de los Siete] G7”, hizo hincapié el funcionario nipón en una rueda de prensa, para luego confirmar tener varios intercambios con EE.UU. y el Reino Unido en este sentido.
Además, el premier de Japón, Fumio Kishida, confirmó la medida, a la vez que señaló que el presidente estadounidense, Joe Biden, entiende que otras naciones aliadas no pueden a Washington para imponer una prohibición similar con el fin de “castigar a Rusia”.
Tales afirmaciones salen a la luz un día después de que Tokio declarara su intención de prohibir las exportaciones de equipos de refinación de petróleo al país euroasiático.
El 1 de marzo, Japón también decidió seguir la política del país norteamericano contra Rusia e impuso sanciones a autoridades rusas, entre ellas el presidente Vladímir Putin, el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, así como 49 empresas y organizaciones del país euroasiático.
¿A qué se debe la guerra de sanciones?
Después de que Rusia comenzara una operación militar el 24 de febrero en su país vecino, Washington, la Unión Europea (UE) y otros Estados aliados, aplicaron varias rondas de sanciones financieras y comerciales contra Moscú, medidas consideradas como “una declaración de guerra” y que serán respondidas recíprocamente, según Moscú.
Aun con todo, desde Rusia aseguran que las sanciones no frenarán su operación con el objetivo inicial de defender a los civiles prorrusos de la región del Donbás (este de Ucrania) ante la agresión hostil de Kiev, tampoco podrán aislar a un país tan grande como Rusia.
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