Siete militares de alto rango han condenado el trato brutal que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. dio a un detenido y han calificado el hecho de una “vergüenza para el Gobierno de Estados Unidos”, según informa el rotativo norteamericano The New York Times.
La reprimenda de siete de los ocho miembros de un jurado militar, que se desplazaron la semana pasada a la Bahía de Guantánamo para escuchar el testimonio de uno de sus presos, llamado Mayid Jan, y emitir una sentencia, se produjo después de que escucharan descripciones gráficas de la tortura contra el detenido.
Jan, de 41 años, fue capturado en Paquistán en 2003 y se declaró culpable de los cargos de ayudar a Al-Qaeda como mensajero y planificador en 2012.
En 2006 Jan fue trasladado a la prisión de Guantánamo, donde finalmente pudo acceder a un abogado. Durante nueve años estuvo preso sin cargos. En 2012, se declaró culpable de cuatro delitos de terrorismo.
Al no tener la ciudadanía estadounidense, fue tratado como un “enemigo beligerante extranjero sin privilegios”, por eso, ha sido juzgado por una comisión militar y “técnicamente no se le concedieron los derechos de los ciudadanos estadounidenses”, denunciaron los militares, destacando que, por haberse declarado culpable y mostrar remordimiento por el dolor causado a las víctimas y sus familiares, merecía un indulto.
El hombre en cuestión explicó cómo fue golpeado y sometido a torturas, abusos físicos y sexuales en los “lugares negros”, mientras que le presionaban para obtener información.
“El Sr. Jan fue sometido a abusos físicos y psicológicos que van mucho más allá de las técnicas de interrogatorio mejoradas aprobadas, acercándose más a la tortura realizada por los regímenes más abusivos de la historia moderna”, escribieron los miembros del jurado en una carta dirigida al coronel Jeffrey D. Wood, de la Guardia Nacional de Arkansas, autoridad convocante de la comisión militar.
Este abuso, prosiguen, “no tuvo ningún valor práctico en términos de inteligencia, o cualquier otro beneficio tangible para los intereses de Estados Unidos”, añadió la nota.
Cuando Jan ingresó en Guantánamo, el Ejército norteamericano y la agencia de inteligencia ya estaban utilizando las “técnicas de interrogatorio reforzadas” en las instalaciones secretas para obtener confesiones que los ayudaran en su llamada guerra contra el terrorismo, iniciada por la Administración del presidente George W. Bush.
El programa de interrogatorios violentos para liquidar la moral de los prisioneros finalizó en 2009, durante la Administración de Barack Obama, pero la oscura mancha en la reputación de la CIA prevalece.
El jueves pasado, Jan testificó sobre los abusos que sufrió durante su estancia en la red de prisiones de la CIA en el extranjero entre 2003 y 2006. Reveló que, en repetidas veces, le colgaron desnudo de techo y le rociaban agua helada para imposibilitarle el sueño. Además, contó que fue castigado con hambruna y enemas forzados.
“Les rogaba que se detuvieran y les juraba que no sabía nada”, afirmó Jan asegurando que, si supiera algo, “lo habría contado ya”.
Un informe del Comité de Inteligencia del Senado de EE.UU., publicado en 2014, detalla parte del trato que recibió Jan, acusando a la CIA de infligir dolor y sufrimiento a los prisioneros relacionados con Al-Qaeda, más allá de los límites legales.
La tortura es una práctica bien extendida y arraigada entre los agentes estadounidenses, pues las autoridades de este país no solo no lo reprueban, sino que lo aplauden promocionando la carrera de los funcionarios implicados en estas violaciones de derechos humanos.
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