“Existe una verdad inevitable, que el virus COVID-19 podría llegar a las cárceles y conllevar consecuencias mucho más catastróficas de lo que el mundo ha presenciado”, ha urgido este viernes el prominente Sheij Isa Ahmad Qasem.
Según el también líder opositor, debido a la gran cantidad de pacientes y víctimas, los cálculos de seguridad no pueden ser tan exactos como los han realizado las instituciones locales y extranjeras en circunstancias normales.
Estar inactivo y esperar a que el COVID-19 golpee las cárceles por sorpresa sumiría al país en el caso, ha vaticinado Sheij Qasem.
“No permitan que el coronavirus desgarre la patria y la arrastre a la inseguridad y el caos. Ni la razón ni la fuerza podrán manejar la situación una vez que la ira pública por la propagación del virus”, señala el clérigo.
Mientras tanto, un grupo de presos políticos en la famosa prisión de Jau, al sur de Manama, la capital bareiní, expresaron su apoyo a la declaración de Sheij Qasem y pidieron a la comunidad internacional y a las organizaciones de derechos humanos que presten atención a su condición.
“Somos un grupo de presos de conciencia en la prisión de Jau. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional, las organizaciones de derechos humanos y los órganos de toma de decisiones del mundo para evitar una catástrofe humanitaria en las cárceles de Baréin”, reza el comunicado emitido por los disidentes encarcelados.
En la actualidad, más de un millón de personas en los cinco continentes han sido diagnosticadas con el virus, aunque el número real de enfermos es mucho mayor en todo el mundo, donde la pandemia sigue avanzando y dejando desoladores balances de muertos en países como Estados Unidos y España. La infección se ha cobrado la vida de más de 53 000 personas en el mundo.
A falta de vacuna o medicamentos, el aislamiento sigue siendo el antídoto más efectivo. Sin embargo, en las zonas más pobres del mundo el confinamiento es prácticamente imposible.
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