Después de tres semanas del golpe de Estado fallido, Ankara sigue limpiando las instituciones de los seguidores del líder opositor turco Fethulá Gülen, un viejo aliado del presidente Recep Tayyip Erdogan, a quien ahora Ankara considera archienemigo y terrorista.
El Gobierno turco ya ha pedido en varias ocasiones a Estados Unidos la extradición de Gülen, residente en Pensilvania. Advirtió al país norteamericano que no sacrifique su alianza con Turquía por el clérigo. Sin embargo, Washington respondió que lo hará solo y cuando Ankara le provee evidencias claras.
El Gobierno turco respondió con mano dura al intento del golpe. Detuvo o cesó a decenas de miles de personas en sectores militares, judiciales, civiles y educativos. Ahora Ankara, sin precisar qué va a sucederle a los eliminados, anuncia que empleará a nuevos miles de maestros y policías.
Tras el golpe, el oficialismo busca eliminar las huellas del gulenismo en el país, movimiento que, según el Gobierno, goza del apoyo occidental.
El presidente Erdogan dice que hará todo para que Turquía siga soberana y firme, incluso reactivará la pena de muerte, y para ello no teme que otros países corten sus lazos con Ankara.
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