Según informó el miércoles el rotativo ruso Kommersant, el imputado, Igor Kiyashko, de nacionalidad ucraniana, habría intentado adquirir piezas de los cazabombarderos Mikoyan MiG-29, de producción rusa.
En concreto, aseguraron fuentes citadas por el mencionado rotativo ruso, Kiyashko trató de conseguir motores de estos modelos de aeronaves militares, para luego trasladarlos a Ucrania para su posterior uso.
La Fuerza Aérea de Ucrania está compuesta, en gran medida, por aviones de guerra tipo MiG-29 —en total al menos 80 unidades—, pero, en la actualidad, la Aviación ucraniana tiene problemas para encontrar piezas y repuestos para estos aparatos dadas las elevadas tensiones entre Rusia y Ucrania.
Por otra parte, Kiyashko trató de recopilar información sobre los sistemas antimisiles rusos S-400 y sus posibles puntos débiles en sus sistemas de radares, para después entregársela al Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU, por sus siglas en ucraniano).
Las autoridades rusas consideran altamente probable que el ciudadano ucraniano en cuestión fuera un integrante del SBU y que hubiera tratado de realizar más labores de espionaje de similar índole, aunque no proporcionaron más detalles al respecto.
Las relaciones entre Moscú y Kiev, así como sus aliados occidentales, se tensaron, una vez más, después de que fuerzas de Rusia detuvieran el 25 de noviembre tres navíos militares ucranianos por violar el estrecho de Kerch, en la estratégica zona del mar de Azov, situado entre Crimea y el este de Ucrania —escenario de un conflicto que enfrenta al Gobierno ucraniano y a los independentistas—.
El Kremlin, que tildó el incidente naval con Ucrania de una “provocación muy peligrosa”, defendió las acciones de los guardacostas rusos al subrayar que actuaron en conformidad con la ley.
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