Riad al-Maliki, durante su intervención el domingo ante la 144ª reunión anual de la Liga Árabe celebrada en El Cairo, capital egipcia, arremetió contra el régimen de Tel Aviv por agredir de manera rutinaria y premeditada a los fieles musulmanes en la Mezquita Al-Aqsa con gas lacrimógeno y bombas sónicas, en un intento por expulsarlos definitivamente de este lugar sagrado del Islam.
El último acto de violencia perpetrado por el régimen israelí se produjo en la jornada de ayer: varios soldados irrumpieron violentamente en el recinto de la Mezquita y atacaron a más de 50 palestinos. El saldo del ataque se cifra en decenas de heridos, entre ellos un niño.

El diplomático palestino llamó a la comunidad internacional a alzar la voz contra la reciente brutalidad israelí en Al-Aqsa, y a condenar a dicho régimen por el recrudecimiento de la violencia tanto en Al-Quds como en toda la región.
Para Al-Maliki, la expansión de los asentamientos israelíes —con mayor celeridad gracias a la confiscación de las tierras palestinas y el desplazamiento de sus dueños— tiene como objetivo impedir la formación de un Estado soberano palestino.
La Mezquita Al-Aqsa es, de hecho, el tercer lugar más sagrado del Islam, tras Masyid al-Haram en La Meca y Masyid al-Nabawi en Medina (ambas en Arabia Saudí). El régimen israelí, que se arroga la propiedad de los territorios palestinos desde el inicio de su ocupación, pretende judaizar el recinto y eliminar su identidad islámica.
En los últimos meses, las fuerzas y los colonos israelíes han intensificado sus ataques contra Al-Aqsa, pero este ha ganado en brutalidad a los de los últimos años.
El presidente palestino, Mahmud Abás, condenó "firmemente" el domingo las incursiones de soldados israelíes en la Mezquita Al-Aqsa y el Movimiento de Resistencia Islámica Palestina (HAMAS), por su parte, tachó de “crimen de guerra” el nuevo ataque israelí, que, aduce, es una “conspiración del enemigo sionista para luego dividir la Mezquita Al-Aqsa”.
Las tensiones en los territorios ocupados han aumentado drásticamente después del ataque de colonos extremistas israelíes, en el que un bebé palestino de un año y medio fue quemado vivo.
El acto de brutalidad inconcebible provocó una ola de protestas en los territorios ocupados palestinos y a nivel mundial y obligó al régimen israelí a declarar el estado de alerta.
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