Los recientes acontecimientos acaecidos en los últimos días dentro de la Casa Blanca teniendo como protagonista principal al presidente de EE.UU., Donald Trump, ha puesto en tela de juicio la salud mental de este y de quienes lo rodean.
Con las últimas medidas aprobadas por Trump, este ha batido el récord de los mandatarios más groseros en la historia de todos los presidentes de fama mundial, debido a que al interactuar con tres cuestiones diferentes, sorprendió a los observadores e hizo que todos dudaran de su capacidad para gestionar los timones de la primera superpotencia global en un momento crucial para la supervivencia de la raza humana al enfrentarse esta a un desafío de la madre naturaleza, siendo este el letal brote de la pandemia del nuevo coronavirus, denominado COVID-19.
Durante muchas décadas, los exmandatarios de Estados Unidos han tratado de camuflar el semblante antiestético del racismo, el terrorismo y el trato inhumano de este país norteamericano, empero como Trump no es un político de carrera sino que procede del mundo de las finanzas no se ve en esta tesitura de acatar estas normas establecidas para quienes se sientan detrás de la mesa del Despacho Oval y, por ende, desde que accedió al cargo presidencial, allá en enero de 2017, no ha parado de cometer todo tipo de escándalos y despropósitos, aunque el más importante de sus sandeces se resume en su asiduidad de mentir a la opinión pública estadounidense.
Son muchos los casos que se puede mencionar como ejemplo de estas pautas del presidente republicano, pero uno de los más destacados tiene que ver con su ya resuelto asunto del proceso del juicio político ‘impeachment’ al que tuvo que enfrentarse ante el Capitolio estadounidense por su implicación directa en el caso de la trama ucraniana.
De forma retrospectiva se debe precisar que los demócratas iniciaron una investigación de juicio político contra Trump después de una denuncia de irregularidades, presentada en agosto de 2019, que reveló los intentos del magnate neoyorquino de presionar a las autoridades ucranianas a que se prestaran a investigar al exvicepresidente y aspirante presidencial demócrata a las elecciones del próximo 3 de noviembre Joe Biden a cambio de suculentos contratos de equipos militares a Ucrania.
Al tratarse de una coacción encubierta, la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca ordenó al Departamento de Defensa (el Pentágono) suspender todas las ayudas militares a Kiev, hasta que estos entrasen en razón y con su investigación pudieran encontrar algo que sirviera de pretexto a Trump para usarla en contra de su rival demócrata durante la campaña electoral de este año en curso.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos, de mayoría demócrata, aprobó a mediados de diciembre los cargos contra Trump por abuso de poder y obstrucción a esta instancia legislativa, con lo que dio lugar a la celebración de un ‘impeachment’, que tuvo lugar el 5 de febrero en el Senado, dominado por los republicanos.
El hemiciclo del Senado decidió que el gobernante republicano no es culpable de los cargos de abuso de poder y obstrucción a las investigaciones del Congreso en el caso de la trama ucraniana.
Después de que los senadores correligionarios de Trump le absolvieran del ‘impeachment’, este empezó a despedir a los miembros del Gobierno estadounidense que dieron testimonios clave en el proceso de investigación que resultó en el juicio político en su contra.
El último de estos despidos concretados con tintes de resentimiento patológico y venganza presidencial recayó el pasado 3 de abril sobre el inspector general independiente de la comunidad de inteligencia de EE.UU., Michael Atkinson.
Siendo habitual en Trump esta práctica de librarse de los funcionarios a quienes no le agrada su presencia en las instituciones del país por el simple hecho de contradecirle o realizar las tareas encomendadas, no le tembló la mano en sentenciar la suerte de Brett Crozier al ordenar su retiro del cargo de capitán del portaviones USS Theodore Roosevelt, nave afectada por un brote del nuevo coronavirus, cuatro días después de que pidiera ayuda cuando la enfermedad devastó a su tripulación.
Con el pretexto de revelar información a los medios de comunicación sobre la caótica situación que se vivió en este portaviones a causa del masivo contagio del patógeno esparcido dentro de dicho buque, que actualmente está atracado en la base militar de Guam, situada en el océano Pacifico, el líder republicano ordenó la destitución de este alto oficial alegando que su comportamiento fue “inapropiado” y “terrorífico” para el cargo que representa dentro de la Fuerzas Armadas.
El último escándalo de Trump digno de mencionar es su ataque público y descarado contra la reportera de CBS News, Weijia Jiang, quien le pidió al mandatario, durante una sesión informativa ofrecida desde la Casa Blanca en la noche del viernes 10 de abril, que aclarara la aparente afirmación de Jared Kushner, yerno del magnate y encargado del comité designado para luchar contra el coronavirus en Estados Unidos, al declarar que “la reserva federal (de equipos médicos) se supone que es de nuestra reserva, no se supone que sea una reserva para que los estados puedan usarla”.
“¿Por qué lo preguntas?” Trump respondió antes de que ella pudiera terminar su pregunta, alegando que era una pregunta para pillarle y le replicó con “¿sabes lo que significa ‘nuestro’? Estados Unidos de América es lo que significa”, y para rematar añadió que “y luego tomamos ese ‘nuestro’ y lo distribuimos a los estados”.
Y cuando Jiang intentó presionarle sobre lo que significa el testimonio de Kushner en cuanto al suministro nacional de productos farmacéuticos y equipos médicos reservados para una crisis de salud supuestamente destinados a las reservas del Gobierno Federal y no a los estados, Trump comenzó a reprender su interrogatorio.
“Es una pregunta tan básica y simple que tratas de hacer que suene tan mal”, dijo el multimillonario para terminar reprendiéndole con “deberías estar, deberías estar avergonzado, ¿sabes qué? Deberías estar avergonzado” por formular y cuestionarnos “en un tono muy desagradable”.
Todo esta pugna informativa se debe a que según los medios locales, Kushner, en lugar de entregar los suministros a los hospitales, los entregó a empresas privadas, aun cuando en los últimos días varios hospitales de EE.UU. han informado sobre una grave escasez de equipos médicos y de protección para combatir la pestilencia del coronavirus.
A la opinión pública, en concreto para el estadounidense, no se le escapa la predisposición compulsiva de Trump en mentir para salir indemne de los escollos que él mismo los crea a partir de adoptar unas políticas de corte hostil, racista e imperiales tanto en el concierto internacional como a nivel nacional.
Como algún ejemplo de estas incoherencias se puede enumerar en el primer lugar al hecho de que el Pentágono refutara a mediados de enero la versión de Trump sobre los motivos que condujeron al asesinato del general iraní Qasem Soleimani en Irak, y en el segundo lugar, sus intentos de engañar al pueblo estadounidense sobre el números total de efectivos afectados por el ataque de represalia de Irán contra bases norteamericanas en el suelo iraquí.
Empezando por parte, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, llegó a admitir el 12 de enero que no había visto ninguna “prueba” concluyente de que el comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán, teniente general Qasem Soleimaní, asesinado a principios del mismo mes en una operación estadounidense en Bagdad, la capital iraquí, estaba planeando atacar cuatro embajadas del país norteamericano en la región, como sostenía Trump.
La madrugada del 3 de enero, Soleimani, y el subcomandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe), Abu Mahdi al-Muhandis, y varios otros compañeros cayeron mártires en un ataque aéreo lanzado por EE.UU. contra los vehículos en los que viajaban cerca del Aeropuerto Internacional de Bagdad.
Horas después, el Pentágono confirmó que la orden de tal magnicidio vino directamente del mandatario estadounidense con el objetivo, según él, de “disuadir a Irán” y proteger los intereses de EE.UU. en Asia Occidental.
Esta confidencia no impidió a Trump controlar sus ansias de seguir mintiendo a sus compatriotas cuando se vio en la tesitura de negar que hubiera algún herido entre los miembros del Ejército estadounidense desplegados en las bases militares en el suelo iraquí luego de que dos de estas, en concreto, la base aérea Ain Al-Asad, ubicada en la provincia occidental de Al-Anbar y utilizada por las tropas norteamericanas desde la invasión de Irak en 2003, y la base en Erbil, capital de la región del Kurdistán iraquí, fueran objeto de ataques de represalia por parte de Irán con misiles tierra-tierra por el asesinato del notable general persa.
Pese a que Trump afirmó en principio que no hubo víctimas, Washington reconoció que 11 de sus soldados resultaron heridos en la operación iraní, algo que provocó las reacciones de los estadounidenses y usurarios de otros países en las redes sociales.
Así se ve cómo actúa un político aficionado que está a cargo de la primera superpotencia mundial sin importarle ni un ápice como pueden afectar sus medidas, que suelen ser como regla general polémicas e impopulares, al resto de los mortales, sean estos sus conciudadanos o transfronterizos, ya que, como se ha visto en esta nota monográfica al querido magnate hotelero no le cuesta nada montar algún escándalo o disfrazar la realidad a su gusto como si fuera un sheriff del viejo oeste estadounidense para escabullirse de rendir cuenta por sus actos y decisiones tomadas en el Despacho Oval, tal y como se está quedando demostrado en estos días con la crisis del coronavirus en Estados Unidos.
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