“Hemos tenido mártires. Finalmente, nos sentamos en la mesa ayer y acordamos un alto el fuego a partir de la medianoche (de jueves). Esperamos que (la tregua) continúe”, ha señalado el jefe del Estado turco en declaraciones realizadas este viernes durante la rueda de prensa que ofreció a bordo del avión en el que regresaba desde Moscú, la capital rusa.
El mandatario turco y su homólogo de Rusia, Vladimir Putin, sellaron un acuerdo de alto el fuego para poner fin a semanas de tensión en Idlib y eliminar el riesgo de un choque directo entre tropas turcas y rusas, que combaten en bandos enfrentados en el país árabe.
Erdogan ha destacado que el acuerdo “defiende las fronteras de nuestro país de los ataques del ejército sirio y defiende a nuestros militares y a los civiles”.
El acuerdo llegó semanas después de que escalara la tensión entre el Ejército sirio y militares turcos en la provincia de Idlib (noroeste sirio), donde resultaron muertos más de 60 soldados turcos.
Al verse incapaz de hacer frente al Ejército sirio e impedir su avance ante sus fuerzas proxis —que abarcan bandas armadas y facciones extremistas—, el mandatario turco exigía a EE.UU. y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), involucrarse en el conflicto, petición rechazada por Washington y los países europeos.
De hecho, este acuerdo, impuesto por los sirios, supone una victoria contundente para Damasco, ya que, para lograrlo, Ankara abandonó todas las peticiones, amenazas y los ultimátum al Gobierno del presidente sirio, Bashar al-Asad.
Por otro lado, el pacto consolida todos los avances del Ejército sirio por Idlib y pone de relieve el fracaso, tanto militar como diplomático de Erdogan, que no pudo ganarse el apoyo de sus aliados europeos, a pesar de sus provocaciones con los refugiados.
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