Un alto el fuego en el norte de Siria acordado entre Rusia y Turquía entró en vigor el jueves, con el objetivo de detener los intensos combates que provocaron un desastre humanitario y aumentaron los temores de que sus ejércitos se enfrentaran.
“Esta misma medianoche estableceremos un alto el fuego”, dijo Erdogan en una rueda de prensa conjunta con su homólogo ruso, Vladimir Putin, tras reunirse durante seis horas en el Kremlin.
El acuerdo alcanzado entre Putin y Erdogan se produjo después de una escalada de violencia en la provincia siria de Idlib, lo que se considera como un fracaso total para el mandatario turco por su intervención militar en el territorio sirio.
Turquía había lanzado varias advertencias y amenazas para obligar al Ejército sirio a regresar a las áreas anteriores a su operación reciente, pero con este acuerdo, el mandatario turco retiró todas sus demandas, reclamos y ultimátums.
Asimismo, esta tregua consolidó las victorias y los avances del Ejército sirio y supone un nuevo fracaso político para Erdogan.
Esta coyuntura mostró que Erdogan no tiene suficiente poder militar, político e internacional para invadir militarmente a Siria. A pesar de su jugada inhumana de abrir las fronteras turcas para permitir la llegada de migrantes a las puertas europeas y sus intentos diarios para incitar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a involucrarse en el conflicto, Erdogan no pudo lograr el más mínimo respaldo efectivo internacional y se vio obligado a aceptar el acuerdo.
Damasco, que denuncia que Ankara ha violado los acuerdos de alto el fuego en Idlib, incluido el pacto de Sochi, y condena su presencia ilegal, ha prometido que liberará cada centímetro del país de los terroristas y sus patrocinadores.
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