Apenas días antes del inicio de la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles, las autoridades norteamericanas se rehusaban sistemáticamente a confirmar qué países asistirían al evento, aunque con fecha anterior, la Casa Blanca había prometido publicar la lista final de manera oficial.
Un boicot en ciernes se vislumbra en el horizonte, tras las decisiones o amenazas de varios líderes de la región de ausentarse del acto que ha iniciado este lunes ante las draconianas exclusiones de la Administración Biden.
El problema comenzó cuando el Gobierno estadounidense decidió el 2 de mayo excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela, provocando la ira del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien afirmó que no asistiría, a menos que se incluyeran a todos los países del hemisferio occidental en la cita panamericana. Otros líderes latinoamericanos también dieron el mismo paso.
Ante tal panorama, los expertos atisban que el evento podría convertirse en una vergüenza para el presidente estadounidense.
Por eso es que la Administración norteamericana ha minimizado las expectativas de la IX Cumbre, en un aparente intento de evitarse la vergüenza, insistiendo en que realmente no importa si algunos países no asisten, señalan los analistas políticos.
Sin embargo, detractores y estrategas han cuestionado qué progreso se puede lograr en la cumbre —en la que la migración será un tema central de la agenda— si México y algunos países centroamericanos que son la fuente de la mayor parte de la migración irregular a EE.UU. no están presentes.
Esta crisis creada confirma la “disminución de la influencia de Estados Unidos en América Latina”, según las declaraciones de Manuel Orozco, experto del grupo de expertos Diálogo Interamericano.
“No hay duda de que la influencia de Estados Unidos es menor hoy que en décadas anteriores”, indicó, a su vez, Cynthia Arnson, especialista en América Latina y distinguida miembro del Instituto de Investigación Wilson Center.
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