El chequeo de antecedentes, la prohibición de venta de armas de asalto, así como la venta de cargadores de alta capacidad ya no están en los planes. La simpatía del presidente, Donald Trump, con la industria de las armas es en definitiva el factor de inflexión.
“Este no es el momento, hablaremos del tema del control de armas a medida que pase el tiempo”. Dijo Trump pocas horas después de ocurrida la peor masacre en la historia de EE.UU. pese a ello, la Casa Blanca parece haberle puesto freno al debate sobre el control de armas.
El mensaje parece haber calmado el ímpetu de todos los sectores que en situaciones similares se volcaron a las calles a exigir leyes más rígidas de control de armas.
Prohibido hablar de leyes de control de armas es el mensaje; el mismo que se alinea perfectamente a la promesa electoral de Trump, tras haber recibido el respaldo de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus silgas en inglés). “No los defraudaré”, añadió entonces el mandatario norteamericano.
El tímido debate sobre el control de armas se limita a buscar una legislación que prohíba la venta de mecanismos que sirven para transformar armas semiautomáticas, en versiones que disparan cerca de 800 balas por minuto, como las usadas en la masacre de Las Vegas.
La segunda enmienda constitucional que garantiza el libre acceso a las armas, es utilizada convenientemente por la NRA, para proteger sus intereses. Por lo tanto, no se espera que el Congreso actúe en contra de esa consigna.
Reportes demuestran que la NRA ha invertido millonarias sumas en literalmente “comprar” a legisladores.
Alfredo Miranda, Washington.
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