Por Xavier Villar
Este artículo, basado en fuentes abiertas y en el análisis del Middle East Think Tank METT project, ofrece un examen detallado de los principales elementos técnicos y tácticos que están definiendo el curso de esta guerra.
La arquitectura del arsenal iraní: profundidad, redundancia y modernización
Irán ha desarrollado un modelo de disuasión basado en la cantidad, dispersión y modernización constante de su arsenal misilístico. La mayoría de sus misiles balísticos —incluyendo modelos como Fateh-313, Qiam-1 y los más recientes misiles hipersónicos— se encuentran almacenados en complejos subterráneos profundamente excavados. Estos emplazamientos están formados por túneles interconectados que albergan cientos de proyectiles y ojivas.
Esta arquitectura, diseñada para resistir ataques, dificulta notablemente la detección y destrucción de los activos estratégicos iraníes. Cada sitio puede contener misiles con cargas explosivas equivalentes a una tonelada de TNT en promedio. La detonación accidental o provocada de estos depósitos podría desencadenar explosiones de hasta un kilotón, fácilmente detectables por satélites y sensores internacionales.
Sin embargo, hasta la fecha no se ha registrado ninguna explosión de esta magnitud, lo que indica que los ataques israelíes no han logrado penetrar la infraestructura crítica iraní y que la capacidad de represalia de Teherán permanece intacta.
Aunque han circulado rumores sobre posibles explosiones relacionadas con estos ataques, ninguna ha sido confirmada oficialmente. En cualquier caso, incluso de haber ocurrido, se trataría solo de un sitio de almacenamiento, sin poner en duda la capacidad misilística iraní.
Preparación para una guerra prolongada y escalada regional
Resulta poco realista pensar que Teherán no haya contemplado la posibilidad de que este conflicto escale hacia una guerra regional más amplia, que incluya la participación de Estados Unidos.
Todo apunta a que Irán se está preparando para un conflicto de desgaste a gran escala, con una estrategia de uso calculado y reservado de sus misiles para las fases posteriores de la contienda.
La entrada de Estados Unidos en el conflicto sería devastadora, ya que activaría la participación de las fuerzas ofensivas iraníes de corto alcance y marítimas, aumentando significativamente la presión sobre el sistema combinado de defensa antimisiles de Estados Unidos e Israel.
Desde esta perspectiva, Teherán percibe una oportunidad para ganar una guerra de desgaste prolongada, explotando sus capacidades ofensivas a largo plazo y desgastando progresivamente las defensas combinadas de ambos países.
Misiles balísticos y drones: saturación y adaptación táctica
En el terreno operativo, Irán ha lanzado ya más de 370 misiles balísticos contra territorio israelí en menos de una semana. La estrategia iraní no consiste en ataques dispersos o esporádicos, sino en oleadas coordinadas con la intención de saturar las defensas y exponer sus puntos débiles.
Los misiles empleados incluyen modelos de corto, medio y largo alcance, cuyas trayectorias y perfiles de vuelo están diseñados para dificultar tanto la detección como la intercepción por parte de los sistemas israelíes.
El uso combinado de drones y misiles balísticos añade una complejidad adicional: los drones, por volar a baja altitud y en trayectorias impredecibles, obligan a los radares israelíes a dividir su atención y recursos, mientras que los misiles balísticos, con velocidades supersónicas y trayectorias balísticas, ponen a prueba la capacidad de reacción y discriminación de los sistemas defensivos.
Vulnerabilidades técnicas del escudo israelí: saturación y agotamiento
El sistema de defensa antimisiles israelí se articula en varias capas: la Cúpula de Hierro para amenazas de corto alcance, David’s Sling para misiles de rango medio y el sistema Arrow (II y III) para interceptaciones de largo alcance y fuera de la atmósfera.
No obstante, la guerra actual ha evidenciado limitaciones técnicas y logísticas que Irán ha sabido explotar con efectividad:
- Saturación del sistema: Cada misil balístico iraní requiere, en la práctica, al menos un interceptor israelí para neutralizarlo. Ante ataques masivos, la cantidad de interceptores disponibles resulta insuficiente, permitiendo impactos directos en ciudades israelíes.
- Coste y reposición limitada: El precio de cada interceptor oscila entre 95.000 y 140.000 euros para sistemas de gama media, y puede alcanzar hasta un millón de dólares para los interceptores Stunner de David’s Sling. El ritmo de consumo supera la capacidad de reposición y, a mediados de junio, no se han registrado entregas masivas de nuevos interceptores.
- Fallas y sobrecarga: Según el análisis del METT project, tras seis días de bombardeos, las reservas de misiles Arrow-3 están cerca de agotarse. Se han reportado múltiples fallos en interceptores, abortos en mitad de trayectoria y errores en la clasificación de objetivos, lo que agrava la presión sobre el inventario y la coordinación defensiva.
- Limitaciones de la Cúpula de Hierro: Este sistema, diseñado principalmente para cohetes de corto alcance, ha mostrado eficacia limitada contra misiles balísticos de alta velocidad y trayectorias fuera de la atmósfera, como los utilizados por Irán. La saturación y la incorporación de misiles de nueva generación han permitido a Teherán sortear el escudo en varias ocasiones.
Irán ha introducido en el conflicto una nueva generación de misiles hipersónicos, según anunció la Guardia Revolucionaria, capaces de maniobrar a altas velocidades y evadir los sistemas convencionales de defensa.
Estos proyectiles combinan velocidad, maniobrabilidad y trayectorias impredecibles, planteando un desafío inédito para los radares y algoritmos de interceptación israelíes.
Adicionalmente, existen indicios del uso de técnicas de guerra electrónica iraníes para interferir en los sistemas de radar y comunicación israelíes, dificultando la detección temprana y la coordinación defensiva.
El empleo de señuelos y la variabilidad en los perfiles de vuelo complican aún más la tarea de los operadores israelíes, ampliando la brecha defensiva.
Resultados y tendencias: el desgaste como objetivo
A mediados de junio, la tendencia es clara: la tasa de lanzamiento iraní —aproximadamente 65 misiles balísticos diarios— supera los umbrales de consumo defensivo en todas las capas del sistema israelí.
El colapso parcial de las capas superior y media del escudo ya es observable, especialmente en el sector central de Israel. Si el ritmo se mantiene, las brechas sistémicas en las zonas críticas se agravarán en los próximos días, según el METT project.
Las imágenes recientes muestran lanzamientos múltiples de interceptores por cada amenaza, reflejando inestabilidad en el seguimiento radar bajo condiciones de enjambre y preocupación por la fiabilidad tras un uso prolongado.
Los informes confirman un aumento significativo de fallos, abortos y errores en la clasificación de objetivos, lo que agrava la presión sobre el inventario y la coordinación defensiva.
Conclusión: una guerra de desgaste en clave técnica
Desde la óptica militar y técnica iraní, la guerra actual representa la culminación de años de inversión en capacidades de disuasión y ataque asimétrico.
La combinación de misiles balísticos de nueva generación, drones, guerra electrónica y tácticas de saturación ha puesto en jaque la arquitectura defensiva israelí, evidenciando que ningún sistema es infalible frente a un adversario que sabe adaptarse y explotar sus debilidades.
El conflicto demuestra que la cantidad, dispersión e innovación pueden ser tan decisivas como la sofisticación tecnológica. Para Irán, el desgaste progresivo —más que la victoria rápida— constituye el objetivo central de su estrategia.
En este pulso militar, la resistencia y capacidad de adaptación se han convertido en las armas más efectivas de Teherán frente a la presión israelí y sus aliados.