Por: Xavier Villar
La reciente recepción del presidente sirio Abu Mohammad al-Golani en la Casa Blanca constituye uno de aquellos eventos diplomáticos cuya trascendencia real se encuentra no en lo que celebra, sino en lo que normaliza. Lejos de representar un mero restablecimiento de relaciones entre naciones soberanas, este encuentro consagra un principio más profundo y menos discutido: en el orden internacional contemporáneo, la rehabilitación política se concede no a quienes defienden principios consistentes, sino a quienes demuestran una obediencia útil a los diseños hegemónicos. La transformación de Al-Golani—de figura extremista a interlocutor legitimado—no sigue la lógica de la reconciliación, sino la de la sumisión estratégica.
La Arquitectura de una Rehabilitación Calculada
El caso de Al-Golani ofrece un estudio paradigmático de cómo se reconfiguran las trayectorias políticas en función de utilidades geopolíticas externas. Su evolución desde el liderazgo en formaciones vinculadas a Al-Qaeda hasta su actual posición como presidente reconocido internacionalmente obedece a una lógica precisa: ha comprendido que en el actual tablero de Asia Occidental, la supervivencia y el reconocimiento dependen de la capacidad para alinearse con los objetivos estadounidenses e israelíes.
Esta rehabilitación se ha construido sobre varios pilares interconectados. En primer lugar, la reorientación completa de la política de seguridad siria. En segundo término, el abandono progresivo de la retórica de resistencia que durante décadas caracterizó la postura siria frente a Israel. Finalmente, y quizás más significativo, la aceptación tácita de que la soberanía nacional debe negociarse dentro de los límites establecidos por Washington.
Lo notable no es que un actor político modifique sus posiciones—esto ocurre constantemente en la diplomacia—sino la velocidad y completitud con que Al-Golani ha internalizado esta nueva función. Su valor actual reside precisamente en su capacidad para servir de puente entre su pasado y las nuevas realidades que sus patrocinadores externos requieren implementar.
Los Mecanismos de la Sumisión Epistémica
La obediencia que Al-Golani encarna trasciende lo meramente político para adentrarse en lo epistemológico. No se limita a ajustar políticas, sino que reconstruye narrativas y reordena prioridades nacionales en función de agendas externas. Este proceso se manifiesta en varios planos simultáneos:
En el plano discursivo, observamos cómo el lenguaje de la “moderación” y la “pragmática” ha reemplazado sistemáticamente cualquier referencia a la resistencia antiimperialista o la solidaridad islámica. Conceptos que durante décadas estructuraron la posición internacional siria han sido progresivamente vaciados de contenido o directamente abandonados.
En el plano estratégico, la redefinición de amenazas y prioridades nacionales sigue ahora una cartografía diseñada en Washington. La lucha contra el terrorismo takfirí—importante sin duda—ocupa un lugar desproporcionado en la agenda nacional siria, mientras cuestiones como la ocupación israelí de los altos del Golán se manejan con un pragmatismo que bordea la aquiescencia.
En el plano identitario, la reconstrucción de la imagen internacional de Siria como “actor responsable” requiere la adopción de marcos conceptuales y categorías de análisis que reflejan preferencias occidentales. La propia noción de qué constituye un comportamiento legítimo en el escenario internacional se define ahora según parámetros establecidos externamente.
La Función Geopolítica de la Obediencia
La utilidad de Al-Golani para Washington y Tel Aviv reside precisamente en la completitud de su transformación. Su valor como caso ejemplar trasciende lo individual para proyectarse como modelo de conducta para otros actores regionales. Demuestra que incluso figuras con pasados problemáticos pueden obtener reconocimiento y recursos si internalizan su papel dentro del orden hegemónico.
Esta dinámica resulta particularmente efectiva porque opera a múltiples niveles. En el plano inmediato, garantiza la cooperación siria en áreas de interés estratégico para Estados Unidos e Israel. En un plano más amplio, sin embargo, sirve para intentar desarticular alternativas geopolíticas alternativas, particularmente el llamado “Eje de la Resistencia” que había caracterizado la postura de Damasco en épocas anteriores.
La obediencia de Al-Golani, por tanto, no es meramente funcional —resuelve problemas prácticos— sino también simbólica: consolida un determinado orden regional donde las opciones políticas legítimas se circunscriben a variantes de alineamiento con intereses occidentales.
Las Consecuencias Sistémicas de la Domesticación
La rehabilitación de Al-Golani en estos términos específicos produce efectos que trascienden el caso sirio para afectar la estructura regional en su conjunto. En primer lugar, establece un precedente peligroso donde la flexibilidad ideológica y la sumisión política se convierten en las principales monedas de cambio internacional.
En segundo término, debilita significativamente la posibilidad de proyectos alternativos de organización regional. Si incluso un gobierno como el sirio —tradicionalmente asociado a posiciones de independencia nacional— puede ser cooptado tan completamente, ¿qué espacio queda para actores que persistan en desafiar el orden hegemónico?
Finalmente, consolida una arquitectura regional donde las decisiones fundamentales se toman cada vez más en función de su compatibilidad con intereses externos, marginando las preferencias y necesidades de las poblaciones locales. La soberanía nacional deviene así una ficción cada vez más difícil de sostener.
El Precio de la Legitimación
La experiencia de Al-Golani ilustra con claridad meridiana las condiciones contemporáneas para el reconocimiento internacional. La legitimidad ya no se deriva principalmente del mandato popular interno o de la consistencia ideológica, sino de la capacidad para desempeñar el papel asignado en el gran teatro geopolítico.
Este nuevo estándar tiene implicaciones profundamente conservadoras para el sistema internacional. Premia la adaptación sobre la autonomía, la flexibilidad sobre la consistencia, la obediencia sobre la independencia. En este esquema, figuras como Al-Golani —hábiles en el arte del reposicionamiento estratégico— encuentran un camino hacia la rehabilitación, mientras actores que mantienen posiciones calificadas como independientes enfrentan el ostracismo permanente.
El caso sirio sugiere que estamos presenciando la emergencia de un nuevo tipo de orden regional, donde la soberanía es gradualmente reemplazada por una especie de sistema de tutelaje. Los estados mantienen las formas de independencia, pero su margen de maniobra real se define por su grado de alineamiento con los designios hegemónicos.
Consideraciones Finales
La transformación de Al-Golani —y su consiguiente rehabilitación—ofrece una lente privilegiada para comprender las dinámicas de poder en Asia Occidental contemporánea. Lejos de representar una anomalía, su caso ilustra un patrón más amplio donde la obediencia política se ha convertido en la principal moneda de cambio internacional.
Esta dinámica plantea interrogantes fundamentales sobre la naturaleza de la soberanía en el siglo XXI. Si el reconocimiento internacional depende principalmente de la capacidad para alinearse con intereses hegemónicos, ¿en qué sentido podemos hablar aún de estados independientes? ¿No estamos más bien presenciando el surgimiento de un sistema de vasallaje moderno, donde las formas democráticas ocultan realidades de dependencia estructural?
El viaje de Al-Golani desde los márgenes del terrorismo internacional hasta los salones de la Casa Blanca no es, en última instancia, una historia de redención personal, sino un síntoma de transformaciones sistémicas mucho más profundas. Su rehabilitación nos habla menos sobre su evolución individual que sobre las condiciones estructurales que hacen posible —y necesaria— ciertos tipos de obediencia política en el orden internacional contemporáneo.
La lección que emerge es tan clara como inquietante: en el actual contexto geopolítico, la supervivencia política depende menos de la coherencia ideológica que de la utilidad funcional para los centros de poder global. Siria, bajo el liderazgo de Al-Golani, ha internalizado esta lección con una eficiencia que sus patrocinadores seguramente aprecian, pero que historia probablemente juzgará con mayor severidad.
