La agresión saudí a Yemen perseguía tres objetivos principales: acabar con la potencia militar del Ejército yemení y de las fuerzas de resistencia del movimiento popular Ansarolá, reinstaurar al expresidente dimitido y fugitivo Abdu Rabu Mansur Hadi e imponer la aplicación de los planes de los países árabes del Golfo Pérsico.
Después de más de tres meses —se inició el 26 de marzo— y más de cien ataques aéreos, sin embargo, ninguno de esos objetivos ha sido alcanzado.
En la actualidad, Riad no sólo se enfrenta a la sólida resistencia del Ejército yemení y de sus aliados, sino también a la extensión de la guerra a su propio territorio y a las presiones políticas derivadas de una gravísima crisis humanitaria.

De ahí que las autoridades del reino wahabí accedieran a los diálogos de Ginebra (Suiza) y a la supervisión de la Organización de Naciones Unidas (ONU), con el fin de doblegar a los yemeníes con maniobras diplomáticas.
El fracaso en ese terreno también ha hecho desistir a Riad de toda solución política, hasta el punto de dejar de lado, incluso, el cese el fuego humanitario que había planteado.
Las mediaciones internacionales, por otra parte, no se reducen a la ONU, sino que también Mascate ha tratado de organizar encuentros entre las partes para propiciar una salida de la crisis, sin que por desgracia se hayan logrado resultados tangibles.
Riad todavía no ha llegado a la etapa en la que se vean obligados a aceptar una solución política desarrollada al margen de su esfera de influencia.

Como conclusión de su informe, Al-Mayadeen señala que en la actualidad, los llamados de alerta del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, por la catástrofe humanitaria, han acercado la posibilidad de un alto el fuego humanitario.
Dadas las circunstancias políticas en las que se ha situado Riad y las presiones políticas internacionales, es posible, de esta manera, que una eventual tregua no se vea quebrada, como ha sucedido anteriormente, por nuevos ataques aéreos saudíes.
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