Por: Isabella Tarhini *
El sur del Líbano enfrenta actualmente una nueva forma de ocupación, coordinada por los principales estados capitalistas del mundo, que emplean esquemas de inversión como armas con el objetivo general de otorgar impunidad al régimen israelí sobre el país árabe.
Durante mucho tiempo, el sur del Líbano se ha visto sometido a injerencias extranjeras como resultado de las ambiciones hegemónicas de ciertos estados occidentales y sus aliados regionales.
Las innumerables masacres, invasiones, agresiones militares, interferencias políticas e intromisiones encubiertas de Israel han marcado profundamente la historia del país, generando las condiciones necesarias para la legitimidad y la existencia de grupos de resistencia libaneses como Hezbolá.
Contrario a las narrativas occidentales defectuosas, la resistencia no es infundada, sino una respuesta orgánica a las brutales circunstancias de sometimiento de un pueblo. Por esta razón, los intentos de desmantelar la resistencia libanesa mediante medios políticos, militares y ahora económicos son fútiles, ya que la resistencia surge precisamente como respuesta a tales intervenciones innecesarias y desastrosas.
Las realidades desestabilizadoras que propiciaron el surgimiento del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) en el Líbano persisten hoy con una gravedad aún mayor. Desde la aprobación e implementación del alto el fuego entre Hezbolá y el régimen israelí, las autoridades libanesas han reportado miles de violaciones israelíes en territorio libanés, con numerosos civiles asesinados.
Además, la construcción de cinco puestos militares de ocupación en el sur tuvo lugar después del anuncio del cese al fuego. A pesar del desprecio flagrante de Israel por cualquier acuerdo que limite su agresión descontrolada, Estados Unidos está ideando nuevos mecanismos para lograr el desarme de Hezbolá y avanzar la estrategia israelí en el Líbano.
Washington prevé la instauración de la llamada “Zona Económica Trump” en 27 pueblos del sur del Líbano, en lo que aparenta ser un intento por contener la presencia de Hezbolá cerca de la frontera, amparándose en las supuestas “preocupaciones de seguridad” de Israel.
El sitio web The Cradle informó recientemente que este plan contempla la apropiación forzosa de localidades desde Naqoura hasta el distrito de Marjayoun, con el desplazamiento de sus habitantes y el despliegue de entre 1500 y 2000 soldados estadounidenses en la zona.
Arabia Saudí y Catar han respaldado la iniciativa, comprometiéndose a financiar inversiones mediante la reconstrucción de áreas dentro de la zona.
Cuando son impuestas por potencias extranjeras, las Zonas Económicas Especiales buscan facilitar incentivos fiscales y una regulación económica laxa para atraer Inversión Extranjera Directa (IED) en áreas designadas. Las iniciativas contempladas en la zona coordinada por Washington incluirían energía solar, electricidad, centros tecnológicos, así como la explotación de reservas de gas aún no desarrolladas.
Bajo el disfraz del “desarrollo”, este intento descarado de imperialismo económico y ocupación militar de facto se presenta como un medio para impulsar la economía libanesa y garantizar la estabilidad del sur. En realidad, el plan neoliberal tiene como fin extender la acumulación de capital de Estados Unidos y sus inversores árabes mediante la explotación de los recursos y la población local, al tiempo que se aprovecha la inestabilidad económica del Líbano para forzar su alineamiento político.
Como consecuencia, se genera una dependencia estructural, que entrelaza el destino económico del Líbano con su disposición a cumplir las exigencias de Estados Unidos y, por extensión, de Israel.
Tal como lo pretende Washington, esto desmantelaría por completo la red de Hezbolá en el sur del Líbano, la cual no se limita a su dimensión militar, sino que también incluye estructuras sociales, económicas y políticas, haciendo factible la materialización de los planes israelíes de ocupación del sur.
En marzo de este año, think tanks estadounidenses como el Instituto Washington para la Política del Cercano Oriente esbozaron planes sorprendentemente similares para un Líbano reconfigurado sin Hezbolá y bajo la tutela de Estados Unidos.
Hanin Ghaddar y Zohar Palti redactaron un análisis político titulado “Trump debería aspirar a una ‘Riviera’ en el Líbano”, que propone un plan que Washington, Europa y los estados del Golfo Pérsico podrían seguir para debilitar a Hezbolá. De las siete medidas delineadas en el informe, las que más se asemejan a la propuesta actual incluyen: coordinar la asistencia financiera con Arabia Saudita, Catar y otros donantes para condicionar cualquier ayuda para la reconstrucción a la implementación de reformas económicas —en este caso, la Zona Económica Trump—; y, una vez aprobado el proceso de reconstrucción, aplicar una supervisión estricta para asegurar que Hezbolá y sus aliados locales no se beneficien.
La propuesta vigente reproduce este enfoque al restringir los esfuerzos de reconstrucción exclusivamente a la zona económica bajo coordinación estadounidense.
La implementación de la Zona Económica Trump desplazaría la intromisión en el sur del Líbano de Israel a Estados Unidos bajo el pretexto de pacificación, para luego ser transferida nuevamente al régimen israelí una vez consolidada la zona, otorgándole plena autonomía para proseguir sus intereses con el respaldo de Washington.
La paradoja reside en el discurso de los funcionarios estadounidenses, quienes afirman que tales planes buscan fortalecer al Estado libanés y sus instituciones, al tiempo que restringen a los llamados “actores no estatales”; sin embargo, atan el crecimiento económico y la política interna del Líbano al personal, infraestructura y recursos estadounidenses, como si Estados Unidos no fuera, en sí mismo, un actor externo.
La Zona Económica Trump revela la urgencia con la que Estados Unidos e Israel —su avanzada en Asia Occidental— buscan desarmar al movimiento de Resistencia libanés, tras haber fracasado en este cometido mediante guerras y masacres.
Al enmascarar la ocupación con un discurso de progreso, Washington y Tel Aviv exponen su agenda: lograr el desarme de Hezbolá a través de la presión económica, orquestando el eventual colapso de la soberanía libanesa.
* Isabella Tarhini es una escritora e investigadora radicada en Australia.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.