Publicada: jueves, 25 de septiembre de 2025 17:42

La política internacional acaba de exhibir su contradicción más brutal.

Por Alberto García Watson

Ahmed al-Sharaa, conocido antes como Abu Mohammad al-Golani, exjefe de Al Qaeda en Siria, aún aparece en la lista de “Rewards for Justice” de EE. UU. con una recompensa de 10 millones de dólares por su captura.

Y, sin embargo, esta misma figura fue recibida en Nueva York con honores de jefe de Estado en la Asamblea General de la ONU.

En paralelo, a Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, se le negó la visa para ingresar a EE.UU., violando el Acuerdo de la Sede (1947) que obliga al país anfitrión a garantizar el acceso de los representantes diplomáticos. La ONU, forzada por la situación, aprobó que Abbas interviniera por videoconferencia. Así, mientras se rehabilita a un exyihadista, se margina a quien representa a un pueblo que lucha por reconocimiento legítimo.

La contradicción es evidente: la ONU ya reconoció a Palestina como Estado observador en la Resolución 67/19 (2012), reafirmó su derecho a la autodeterminación en la Resolución 58/292 (2004), y en mayo de 2024 la Asamblea General aprobó por 143 votos a favor que “Palestina cumple los criterios de la Carta de la ONU” para ser miembro pleno. Incluso la reciente Declaración del 12 de septiembre de 2025 respaldó pasos “concretos e irreversibles” hacia la solución de dos Estados.

¿Por qué entonces se veta la voz palestina mientras se normaliza Al-Golani? El trasfondo es conocido: Israel durante décadas alimentó el crecimiento de HAMAS para debilitar a la OLP y descarrilar la paz. Hoy, negar el acceso a Abbas refuerza esa narrativa, no hay interlocutor válido para una solución negociada.

El mensaje que se traslada es devastador. El pasado terrorista puede borrarse si conviene a ciertos equilibrios, pero la legítima representación palestina sigue vetada. Con ello, el derecho internacional se reduce a un arma selectiva y la ONU a un escenario de dobles raseros. Si de verdad se busca paz y justicia, debe cesar esta incoherencia, no se puede dar alfombra roja a un exlíder de Al-Qaeda mientras se silencia al representante de Palestina, reconocido ya por la mayoría de la comunidad internacional.