Miles de musulmanes Rohingya desplazados de Myanmar (Birmania) están acampados en varios estados de La India, donde muchos de ellos no tienen acceso básico a la atención médica, en medio de la pandemia del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19 que sigue dejando víctimas en este país.
Myanmar, una nación con una población de mayoría budista, no reconoce la ciudadanía birmana de los Rohingya, una comunidad integrada por más de un millón de personas, esta comunidad se enfrenta a una feroz campaña de odio por parte del público. Casi todos los Rohingya en Myanmar viven en el estado occidental de Rajine, uno de los más pobres. Debido a la violencia y la persecución gubernamental, miles se han visto obligados a huir a los países vecinos por tierra o barco desde hace varias décadas.
Es más, el gobernante Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas en inglés) de La India, está llevando a cabo una campaña para expulsar a los musulmanes Rohingya del país, calificándolos de amenaza a la seguridad.
El comienzo de la pandemia mundial ha agudizado la situación de esta comunidad; BJP atribuyó, sin razón alguna, la pandemia del coronavirus, que afecta casi a todo el mundo, a una reunión de un grupo misionero musulmán en Nueva Delhi, la capital.
La crisis sanitaria ha traído más miseria a la comunidad, la mayoría de los Rohingya trabajaban como comerciantes de poca monta o vendedores ambulantes, pero debido a los encierros han perdido sus trabajos, lo que dificulta la vida aún más para esta minoría.
La violencia contra la comunidad musulmana se desató luego de que el Parlamento indio aprobara una ley que permitirá a Nueva Delhi conceder la nacionalidad a millones de indocumentados que entraron en La India procedentes de Afganistán, Bangladés y Paquistán antes de 2015, pero solo en el caso de que no sean musulmanes.
Pasan ya más de tres años desde el éxodo de la minoría musulmana Rohingya, sin embargo, la situación empeora cada vez más para esta minoría. Parecen estar en un callejón sin salida. No pueden regresar a su país ni quedarse en los campos de refugiados por la precaria situación reinante.
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