Noche del 15 para el 16 de julio de 2016, un grupo de militares desplegaron tanques y aviones militares en Ankara (capital de Turquía). Diversos edificios de importancia política, como la Asamblea Nacional, la sede del partido gobernante, y la televisión estatal fueron asediados. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, vacacionaba fuera de la capital. Sin regresar a Ankara comparece en la cadena CNN Türk y llama a la gente a resistir, y promete mano dura.
Los ciudadanos salieron a las calles y los militares dispararon. Más de 200 civiles murieron y unos 3 mil resultaron heridos. Pero, el golpe acabó fallando.
El día después del golpe, Erdogan señaló que fue llevado a cabo por los seguidores del el clérigo exiliado en EE.UU. Fethulá Gülen, quien niega todas las acusaciones. Pero, Ankara sigue reclamando a Washington su extradición.
El presidente Erdogan decretó el estado de emergencia en el país, que aun sigue vigente e inició la purga. 50.000 personas han sido detenidas por acusaciones de tener algún vínculo con la organización del levantamiento.
Un total de 170.000 personas han sido investigadas. 110.000 personas han quedado sin trabajo y les han negado, además, la posibilidad de encontrar cualquier otro sustento. La mayoría son jueces, militares, académicos, periodistas y funcionarios.
La oposición denuncia que el Estado turco ya no es justo y ha organizado marchas para establecer la justicia en el país. Mientras, Erdogan sigue implementado sus reformas cada vez más autoritarias; muchos piensan que el fracaso del golpe de Estado no significó el triunfo de la democracia.
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