Dos atentados constataron la semana pasada que el terrorismo en Egipto no ha visto mermado su poder mortífero. El viernes, seis policías fallecieron en una explosión cerca de las pirámides de Giza. Una bomba acabó dos días más tarde con la vida de al menos 24 cristianos coptos en una iglesia próxima a la catedral de San Marcos en El Cairo (capital).
Estos son los planteamientos de políticos opositores y activistas que se han reunido este martes en El Cairo. Si los terroristas aspiran a generar luchas sectarias entre los egipcios, la respuesta consistiría en reforzar la unidad de la ciudadanía y evitar que el Ejecutivo difunda y use en beneficio propio el discurso del miedo.
Amigo de la mano dura, el presidente de Egipto, Abdel Fatah al-Sisi, ha manifestado que promoverá leyes más férreas para castigar a los violentos. La moción ha sido secundada por un centenar de legisladores que han propuesto reformas legales para que los terroristas sean juzgados por tribunales militares.
Paralelamente avanzan las pesquisas policiales. El Ministerio del Interior vincula al presunto responsable de la explosión junto a la catedral de San Marcos con los Hermanos Musulmanes (HHMM). La cofradía había condenado el atentado, advirtiendo de que la sangre de las víctimas podría utilizarse con fines políticos.
El exmilitar Abdel Fatah al-Sisi accedió a la Presidencia de Egipto en junio de 2014 con la promesa de traer la estabilidad. Dos años y medio después el terrorismo todavía pone en jaque la seguridad del país.
Rocío López, El Cairo.
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