Para muchos palestinos, la Autoridad simboliza la colaboración con el poder colonial y una incapacidad crónica para defender los intereses y derechos de su pueblo.
A finales de julio, los líderes de las 14 facciones políticas palestinas, incluidas Fatah y HAMAS, se reunieron en Pekín para buscar la unidad. El resultado fue la Declaración de Pekín, que prometió la formación de un gobierno de consenso para gestionar Gaza y Cisjordania, la reforma y expansión de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y la convocatoria de elecciones generales. Aunque estos principios no son nuevos y reiteran acuerdos de reconciliación previos, su urgencia es mayor debido a la brutal ofensiva israelí en Gaza. Desde mediados de agosto, los ataques en respuesta a la ofensiva de HAMAS del 7 de octubre han dejado más de 40,000 palestinos muertos, dos millones de desplazados y han devastado grandes áreas de Gaza.
A pesar de la gravedad de la situación, Abás desestimó la Declaración de Pekín, calificándola como irrelevante y poco constructiva. Esta reacción de un líder tan impopular como Abás ha sorprendido a muchos, ya que su indiferencia hacia la unidad nacional en un momento de crisis extrema resalta sus carencias de liderazgo.
El liderazgo de Mahmud Abás ha estado marcado por una larga serie de fracasos desde que asumió el cargo en 2005 tras la muerte de Yasser Arafat. Dos eventos clave marcaron su mandato: la retirada unilateral de Israel de Gaza en 2005 y el colapso del gobierno de unidad nacional seguido de una guerra civil en Gaza en 2007.
Abás comenzó su liderazgo con promesas de diplomacia y unidad. Logró, en un inicio, unificar a las facciones palestinas para apoyar un alto el fuego con Israel, poniendo fin a la violencia de la Segunda Intifada. Sin embargo, la falta de interés de Ariel Sharon en un proceso de paz y la retirada unilateral de Gaza, que no pretendía avanzar hacia una solución de dos estados, dejaron a Abás sin margen de maniobra.
El fracaso de esta retirada desencadenó una cadena de eventos devastadores. En 2006, HAMAS sorprendió con su victoria electoral, poniendo fin a décadas de dominio de Fatah y sumiendo a la política palestina en una profunda división. A nivel político, Fatah y HAMAS representan posturas completamente opuestas frente a la resistencia a la ocupación israelí. Mientras Fatah y la Autoridad Palestina abogan por la cooperación con Israel para reprimir toda forma de resistencia, incluso las campañas internacionales de boicot, HAMAS insiste en la resistencia activa, tanto militar como civil.
El momento actual requiere un liderazgo efectivo y comprometido con la unidad nacional, algo que parece estar más allá del alcance de Abás y su debilitada Autoridad Palestina.
Las diferencias políticas entre HAMAS y la Autoridad Palestina (AP) desembocaron en un conflicto abierto en 2007, cuando HAMAS tomó el control de Gaza, expulsando a la AP. Como resultado, la AP, liderada por Mahmud Abás, acusó a HAMAS de un golpe de estado. En respuesta, Israel levantó el bloqueo en Cisjordania y reforzó el asedio total a Gaza. Abás y Fatah comenzaron a perseguir a los líderes de HAMAS, arrestando a sus seguidores, mientras Israel detenía a los candidatos de HAMAS que habían ganado escaños parlamentarios y a ministros del nuevo gabinete. Con el apoyo de Egipto y Abás, Israel impuso un severo asedio a Gaza con el objetivo de forzar la rendición de HAMAS a través del sufrimiento de la población civil.
Bajo el liderazgo de Abás, la AP se ha alineado con los acuerdos y estructuras coloniales impuestas por Israel. Para muchos palestinos, la AP es vista como un obstáculo para la lucha de liberación nacional. Esta percepción se remonta a los Acuerdos de Oslo, que el intelectual palestino Edward Said calificó como “instrumento de la rendición palestina.” Abás y su administración siguen operando dentro del marco de estos acuerdos, renunciando a la resistencia activa contra el colonialismo israelí y adoptando, en su lugar, una política de acomodación.
Este marco discursivo adoptado por la AP se alinea con la visión israelí, rechazando alteraciones que desafíen el dominio colonial. Desde esta perspectiva, cualquier demanda de justicia o respeto a los derechos palestinos es vacía, pues no se pueden establecer reivindicaciones éticas significativas sin antes redefinir el orden político actual. Esta aceptación pasiva del discurso colonial perpetúa el paradigma que condena a los palestinos a condiciones de sufrimiento y muerte.
La incapacidad política de Abás y la Autoridad Palestina (AP) para desafiar la estructura colonial subyace a su antagonismo con HAMAS y otros sectores de la sociedad palestina que creen que la justicia solo se alcanzará mediante una ruptura política con el colonialismo. Esta es la diferencia central entre la Resistencia Palestina y la AP: mientras la Resistencia considera necesaria una ruptura con el orden colonial, la AP busca acomodos dentro del sistema opresivo existente. Esta postura explica la colaboración de la AP con las fuerzas coloniales, un acto que muchos ven como una traición a la lucha por la liberación nacional.
La coordinación de seguridad entre la AP e Israel, que incluye el intercambio de información sobre la población local y el arresto o asesinato de palestinos, ya sean disidentes políticos o militantes armados, es un claro reflejo de la asunción del paradigma colonial por parte de la Autoridad Palestina. Esta asunción acrítica del paradigma impuesto por Israel no es un simple error de cálculo, sino una elección política consciente que busca preservar el orden colonial inalterado. En este contexto, la Autoridad Palestina no puede reformarse ni cambiarse, ya que fue creada precisamente para funcionar de esta manera.
Por Xavier Villar