Por: Redactor del equipo de Press TV
En este día de 2015, Irán y las potencias mundiales firmaron un acuerdo nuclear histórico conocido como el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA o PAIC, por sus siglas en inglés), que imponía restricciones al programa nuclear de Irán a cambio de un alivio parcial de las sanciones internacionales.
La última ronda de negociaciones entre Irán y el G5+1 junto con la Unión Europea (UE) se celebró en Viena, Austria, el 14 de julio de 2015.
Los participantes clave incluyeron al entonces ministro de Asuntoss Exteriores de Irán, Yavad Zarif; el entonces secretario de Estado de EE.UU., John Kerry; la entonces Alta Representante de la UE, Federica Mogherini; y otros diplomáticos de alto rango.
El acuerdo, alcanzado tras dos años de intensas negociaciones, tenía como objetivo limitar el programa nuclear de Irán a cambio de la eliminación de las sanciones nucleares impuestas por la ONU, EE.UU. y la UE.
Bajo el acuerdo, Irán aceptó limitar su enriquecimiento de uranio al 3,67 %, reducir el número de centrifugadoras y permitir inspecciones continuas por parte de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
A cambio, el JCPOA prometía el alivio de sanciones importantes y crueles, las cuales habrían desbloqueado miles de millones de dólares en activos iraníes y permitido a Teherán vender petróleo en los mercados globales.
El acuerdo incluía un mecanismo de “reactivación” (snapback), que permitía la reimposición de sanciones si se encontraba que Irán violaba los términos del acuerdo.
En mayo de 2018, el entonces presidente de EE.UU., Donald Trump, retiró unilateralmente e ilegalmente a EE.UU. del acuerdo multilateral y volvió a imponer sanciones bajo la llamada campaña de “máxima presión”.
📜 TODAY IN HISTORY | July 14, 2015
— Today In History (@TodayHistoryPTV) July 14, 2025
Iran and world powers finalized a landmark nuclear agreement (JCPOA) placing limits on Tehran’s uranium enrichment in exchange for the partial lifting of sanctions.
The deal was ultimately violated by US and Europeans failed to salvage it. pic.twitter.com/l8fE9ARTuf
Irán respondió con una moderación estratégica, instando a los signatarios europeos a cumplir con su parte del acuerdo. Sin embargo, bajo la presión estadounidense, los países europeos no cumplieron con sus compromisos y, en cambio, se alinearon con la postura estadounidense.
Un año después de la retirada de EE. U. y la procrastinación europea, Irán comenzó a reducir gradualmente su cumplimiento, incrementando el enriquecimiento de uranio mientras insistía en que todas las medidas eran reversibles si se levantaban las sanciones y los demás signatarios regresaban al acuerdo.
A pesar de las promesas iniciales, la administración de Joe Biden también fracasó en revivir el JCPOA. En lugar de ello, continuó aumentando las sanciones, siguiendo efectivamente la estrategia de “máxima presión” de Trump, permitiendo que el acuerdo se debilitara lentamente y colapsara.
La doble moral de Obama
Firmado en julio de 2015 durante la presidencia de Brack Obama, el acuerdo fue inicialmente celebrado como un hito diplomático. Mientras que Irán fue honesto y rápido en cumplir con sus obligaciones, EE.UU. no cumplió con sus promesas bajo el acuerdo desde el inicio.
Las sanciones debían levantarse el día de la implementación (16 de enero de 2016), después de que la AIEA verificara el cumplimiento de Irán. Sin embargo, solo un día después, el Departamento del Tesoro de EE.UU. introdujo nuevas sanciones contra individuos y entidades presuntamente vinculadas al programa de misiles de Irán, aunque ni el JCPOA ni la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU prohibían tales misiles.
A lo largo de 2016, la administración de Obama mantuvo una estrategia de presión contra Irán. Por ejemplo, Irán enfrentó retrasos prolongados en la adquisición de aeronaves comerciales y tuvo que emitir una advertencia formal de que activaría el Mecanismo de Resolución de Disputas (DRM, por sus siglas en inglés) del JCPOA antes incluso de recibir permisos limitados.
De los 117 aviones Airbus solicitados por Irán, solo se entregaron tres. Y ninguno de los aviones solicitados a Boeing fue suministrado.
Lo más significativo fue que, en diciembre de 2016, el Congreso de EE.UU. extendió la Ley de Sanciones a Irán (ISA, por sus siglas en inglés) por otros 10 años. Aunque Obama no la firmó, tampoco la vetó, lo que permitió que la legislación entrara en vigor, una acción que Irán consideró una violación directa del JCPOA y de la Resolución 2231 de la ONU.
Como represalia, Teherán invocó oficialmente el DRM, pero se abstuvo de aplicar cualquiera de los pasos correctivos prescriptos en el JCPOA, nuevamente “para permitir que la diplomacia funcionara”.
Claramente, incluso bajo el liderazgo de Obama, el enfoque de EE.UU. hacia el acuerdo nuclear estuvo plagado de retrasos, evasiones legales y medias medidas motivadas políticamente.
Aunque el JCPOA parecía ser un éxito diplomático sobre el papel, la incapacidad de EE.UU. de proporcionar beneficios económicos sustanciales reveló rápidamente que era un socio poco confiable, incluso cuando la diplomacia supuestamente estaba prosperando.
La campaña de “máxima presión” de Trump
El 8 de mayo de 2018, Trump anunció la retirada unilateral de EE. UU. del acuerdo nuclear en el que Irán había aceptado voluntariamente restricciones específicas sobre su programa nuclear a cambio de un alivio de sanciones.
Trump infamemente calificó el acuerdo nuclear como “el peor acuerdo de la historia” y juró obtener un “mejor acuerdo” que también incluyera el programa de misiles balísticos de la República Islámica y sus actividades regionales, algo que Irán ha sostenido siempre como líneas rojas para él.
Al abandonar unilateralmente el acuerdo, el presidente de EE. UU. lanzó lo que llamó una estrategia de “máxima presión”, destinada a forzar a Irán a renegociar un nuevo acuerdo.
Las otras partes del acuerdo —Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania— expresaron su pesar por la decisión de EE.UU., pero algunos de ellos no tomaron medidas concretas para respaldar sus declaraciones.
En ese momento, muchos vieron la movida de Trump como impulsada por el desprecio hacia su predecesor demócrata, Barack Obama, bajo cuya administración se firmó el JCPOA, mientras que muchos también la atribuyeron a la presión del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el lobby sionista.
Cualesquiera que fueran las motivaciones subyacentes —personales, políticas o estratégicas— el hecho innegable sigue siendo: EE.UU. abandonó el acuerdo, aunque la agencia nuclear de la ONU verificó repetidamente que Irán cumplía completamente con sus obligaciones nucleares.
La AIEA había publicado 15 informes separados confirmando que Irán cumplía con las disposiciones del acuerdo, incluidas las restricciones al enriquecimiento de uranio y la reducción de las reservas nucleares.
Verificó que tanto las reservas de uranio enriquecido como de agua pesada de Irán se mantuvieron dentro de los límites acordados, sosteniendo que Irán no había superado esos umbrales ni había negado el acceso a sitios de inspección solicitados.
Sin embargo, el escenario cambió un año después de la salida de EE.UU., cuando Irán inició “medidas correctivas” permitidas por el propio acuerdo en respuesta a las violaciones recurrentes de otros signatarios y la retirada ilegal de EE.UU.
A pesar de la retirada de EE.UU., Irán señaló su compromiso con la diplomacia y ejerció paciencia estratégica, esperando ver si las partes restantes podían actuar. Mantuvo su disposición a seguir formando parte del acuerdo si los beneficios económicos del pacto podían preservarse.
Biden sigue la misma senda
Cuando Joe Biden asumió el cargo en enero de 2021, se comprometió a restaurar el JCPOA, marcando un supuesto cambio respecto a la estrategia de “máxima presión” de la administración Trump. Su gobierno abogó por negociaciones con Irán para reincorporar a EE.UU. en el acuerdo nuclear.
Inicialmente, Irán evitó entrar en nuevas conversaciones, afirmando que sus medidas correctivas eran respuestas legítimas a la retirada de EE.UU. y confirmando que revertiría esos pasos una vez que Washington regresara al acuerdo.
Las autoridades iraníes insistieron en que restaurar el acuerdo no requería renegociación; en cambio, subrayaron que la responsabilidad recaía sobre EE.UU. para reincorporarse al pacto de manera incondicional y enmendar sus errores.
Sin embargo, una vez más, Irán abrazó la diplomacia y participó en negociaciones indirectas con EE.UU. en Viena a partir de abril de 2021, con el objetivo de lograr el regreso de EE.UU. al JCPOA.
No obstante, a lo largo de las negociaciones, la administración Biden repitió las demandas de la era Trump, declarando su intención de “alargar y fortalecer” el acuerdo original e incorporar preocupaciones más amplias, como las capacidades de misiles de Irán.
A pesar de haber celebrado varias rondas de conversaciones indirectas durante más de un año, el proceso llegó a un callejón sin salida cuando Washington prolongó las discusiones, aumentó sus demandas y siguió implementando la campaña de presión de Trump.
Un punto crucial de fricción fue la negativa de EE.UU. a comprometerse a evitar otra retirada del acuerdo, una preocupación central para Teherán tras la salida de 2018 bajo Trump.
Además, Washington continuó imponiendo sanciones fuera del alcance del JCPOA, citando cuestiones no relacionadas como la influencia regional de Irán y su programa de misiles balísticos como justificación.
En agosto de 2022, la Unión Europea presentó un “texto final” destinado a revivir el acuerdo. Irán aceptó la propuesta. Sin embargo, EE.UU. la rechazó, poniendo fin finalmente a la iniciativa de “revivir” el acuerdo.
¿La versión 2.0 de la “máxima presión” de Trump?
Al regresar a la Casa Blanca a principios de 2025, Trump reactivó rápidamente su campaña de “máxima presión” contra Irán e impuso más sanciones.
El 4 de febrero, firmó un Memorando Presidencial de Seguridad Nacional que instruía a los Departamentos del Tesoro y de Estado a intensificar las sanciones, con el objetivo de reducir las exportaciones de petróleo de Irán a cero y desmantelar su programa de misiles y su influencia regional.
En un movimiento que subrayó las contradicciones de la política de EE.UU., Trump envió una carta al Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, expresando interés en alcanzar un acuerdo, al mismo tiempo que advertía sobre una posible acción militar si no se lograba un acuerdo.
Este gesto fue interpretado ampliamente en Teherán como otro intento de proyectar una intención diplomática mientras se endurecían las sanciones y se emitían amenazas: una política fallida.
A pesar de la renovada presión, Irán se mantuvo firme. El presidente Masud Pezeshkian declaró que, si bien Irán sigue abierto al diálogo, se niega a negociar “a cualquier costo”. El ministro de Asuntos Exteriores, Seyed Abás Araqchi, reiteró ese sentimiento, subrayando que Teherán da la bienvenida a las conversaciones, pero no bajo presión.
En su discurso del 7 de febrero, el ayatolá Jamenei recordó que el JCPOA, resultado de dos años de arduas negociaciones, fue abandonado unilateralmente durante el primer mandato de Trump. Concluyó que negociar con una administración como esa es “poco sabio, no inteligente y deshonroso”.
“Negociamos, cedimos, hicimos compromisos, pero no alcanzamos el resultado esperado”, dijo, refiriéndose al acuerdo de 2015.
“Bueno, esto fue algo que experimentamos después de todo. Debemos aprender de esta experiencia”.
A pesar de la desconfianza profunda, Irán dio a EE.UU. y a la comunidad internacional otra oportunidad para demostrar su sinceridad, participando en conversaciones indirectas mediadas por el gobierno de Omán.
Las primeras cinco rondas de negociaciones no lograron ningún avance, ya que la parte estadounidense continuó con una procrastinación deliberada impulsada por motivos ocultos.
Solo dos días antes de la sexta ronda de conversaciones en Muscat, la capital omaní, el régimen israelí lanzó un acto de agresión no provocado contra Irán con el respaldo de EE.UU.
Esto confirmó que las negociaciones no eran más que una cortina de humo utilizada para ganar tiempo al régimen israelí para planificar y llevar a cabo un ataque terrorista contra la República Islámica.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.