Para los musulmanes de todo el mundo, la asombrosa caída en desgracia puede atribuirse en gran medida a la división en sus filas, agravada por la plaga del sectarismo avivado por fuerzas hostiles, divisivas y antipáticas.
Durante siglos, los musulmanes gobernaron el mundo, fundaron sociedades civilizadas, pusieron fin a la barbarie, abolieron la idolatría y defendieron el monoteísmo. En tiempos recientes, sin embargo, se han deslizado tristemente hacia un abismo de desánimo y oscuridad.
En un momento en que los proyectos diabólicos del sectarismo y el takfirismo se comercializan agresivamente para desmembrar a la comunidad, se ha vuelto aún más crítico defender la bandera de la unidad, la hermandad, la amistad y la tolerancia. De hecho, el enemigo tiene éxito no porque tiene una posición moral elevada, sino porque los musulmanes están divididos en bandos.
Imam Jomeini (que en paz descanse), fundador de la República Islámica de Irán, se dio cuenta de la necesidad de la unidad musulmana en la década de 1980 cuando propuso la idea de la Semana de la Unidad Islámica en el mes de Rabi' al-Awwal (tercer mes del calendario islámico) para honrar la memoria del Profeta del Islam (P), el Hazrat Mohamad.
En 1990, un año después de la muerte del Imam Jomeini, su digno sucesor, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, estableció el Foro Mundial para la Proximidad de las Escuelas de Pensamiento Islámicas, que organiza una conferencia anual de unidad todos los años, coincidiendo con el aniversario del nacimiento del Profeta del Islam (P).
Después de la Revolución Islámica de 1979, Irán es quizás el único país musulmán que ha defendido enérgicamente la causa de la unidad y la hermandad islámicas. Esto mientras muchos otros países musulmanes se han convertido descaradamente en facilitadores del neoimperialismo estadounidense.
Pero, ¿Por qué la República Islámica de Irán se niega a jurar lealtad a Estados Unidos y prefiere enfrentar sanciones económicas agobiantes que rendirse al “Gran Satán”? La respuesta está en las páginas de la historia.
La idea de la República Islámica, tal como la concibió su fundador, se basó en los principios de verdad y justicia que fueron ejemplificados por un grupo de hombres y mujeres justos en las llanuras desérticas de Karbala hace casi catorce siglos.
Como se vio en Karbala, el derecho prevalece sobre el poder, la verdad prevalece sobre la falsedad. La humillación no es aceptable para aquellos que pertenecen a esta escuela de pensamiento.
Que conste que Irán no ha invadido ni atacado a ningún país en su historia, pero ha sido atacado. Por el contrario, la historia del imperialismo estadounidense está repleta de historias de invasiones militares, masacres brutales y agresiones socioculturales en todo el mundo.
Irán es el único país que ha tenido una postura consistente sobre las políticas hegemónicas de Estados Unidos desde su Revolución de 1979. Si bien EE.UU. y sus aliados han adoptado muchas medidas extremas diferentes para obligar a Irán a seguir su línea, Teherán se ha negado a someterse.
Irán, a diferencia de muchos países árabes musulmanes, ha emergido como un abanderado de la unidad islámica y un desafío solitario para los estadounidenses y los sionistas en la región.
Mirando hacia atrás, muchas figuras musulmanas legendarias han hecho esfuerzos incansables para acercar a los chiíes y los suníes.
El sheij Mahmud Shaltut, que se desempeñó como gran imam de la Universidad Al-Azhar de Egipto entre 1958 y 1963, emitió una famosa fatwa (edicto religioso) en 1959 sobre la fe y las creencias de los chiíes, que sigue siendo un símbolo de esperanza para quienes abogan por la unidad y la proximidad entre las dos escuelas de pensamiento islámico.
El ayatolá Seyed Husein Boruyerdi, una de las principales autoridades religiosas chiíes de su época, también trabajó incansablemente para fomentar la unidad y la hermandad entre los musulmanes y mantuvo un estrecho contacto con el Centro de Dar al-Taqrib en Egipto.
Otros eruditos islámicos que merecen mención incluyen al fundador del movimiento Hermanos Musulmanes (HHMM) sheij Hasan al-Banna, el erudito egipcio sheij Mohamad al-Qazali, el erudito iraní Alamé Seyed Mohamad Hosein Tabatabai, el clérigo iraquí ayatolá Seyed Mohamad Baqir al-Sadr, el filósofo paquistaní Dr. Alama Mohamad Iqbal, y el ideólogo afgano Seyed Yamaluddin Asadabadi.
Quienes han defendido la causa de la unidad y la fraternidad islámicas siempre han pagado un alto precio, pero la idea ha sobrevivido.
En la época contemporánea, el ayatolá Jamenei y el ayatolá Seyed Ali Sistani, el máximo clérigo chií de Irak, han desempeñado un papel fundamental en la defensa de la causa de la unidad islámica. Ambos han emitido declaraciones una y otra vez llamando a la unidad entre chiíes y suníes, denunciando los intentos de sembrar semillas de discordia entre ellos.
Claramente, hay más aspectos que une a los musulmanes de lo que los divide. En su libro Al-Muslimun Man Hum (Los musulmanes, ¿quiénes son?), el autor Samih Atif Zayn dice que la base clave de las diferencias radica en la comprensión del Libro Sagrado, o sea, el Corán, y tanto los suníes como los chiíes nunca han estado en desacuerdo al respecto.
Por lo tanto, es necesario para todos los musulmanes conscientes luchar colectivamente hacia un objetivo común y frustrar los complots que buscan crear fisuras entre ellos.
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Adaptado de un artículo publicado por Press TV, de Seyed Zafar Mehdi, periodista, analista político y autor radicado en Teherán. Ha informado durante más de 12 años desde La India, Afganistán, Pakistán, Cachemira e Irán para publicaciones líderes en todo el mundo.
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