Cuando el marido de Priscilla, Tomas da Silva, perdió su trabajo de cargador de camiones por las medidas impuestas en Sao Paulo contra el coronavirus, la pareja tuvo que optar por seguir pagando el alquiler o dar de comer a sus seis hijos. Y no se lo pensó dos veces.
Su nuevo hogar se encuentra en una favela emergente del barrio Julieta Jardim, en la periferia de la mayor megalópolis de América Latina, Sao Paulo.
Hoy cerca de 700 familias construyeron sus viviendas allí, la mayoría de madera, con techos de láminas de plástico y sin baños. Muchos llegan cargando muebles a través de callejones sin pavimentar, con un fondo de martillazos y perforadoras, el sonido de una favela en plena construcción.
Obligados a respetar el confinamiento, muchos residentes en favelas perdieron sus trabajos informales, cerca de un 40 % de los empleos en Brasil, como jornaleros o limpiadores de casas.
Muchos países suspendieron durante la pandemia los desalojos por impago de alquileres, pero el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro vetó un proyecto de ley en junio que buscaba ese propósito.
El estado de Sao Paulo, epicentro de la pandemia en Brasil, registra casi un cuarto de los más de 90 000 muertos que deja el coronavirus en el país sudamericano, el segundo más afectado en el mundo.
mag/mjs