Un informe publicado este lunes por el diario estadounidense The New York Times (NYT) señala que, desde la llegada al poder del príncipe heredero de Arabia Saudí, Muhamad bin Salman Al Saud, la política exterior del reino árabe se ha vuelto cada vez “más agresiva” y “militarizada”, y ha retomado la táctica “que se ha perfeccionado durante décadas”, de usar su riqueza proveniente del petróleo para “comprar la fidelidad” no solo en el mundo árabe sino en todo el globo.
Los países árabes y no árabes que dependen de la ayuda financiera de Riad han apoyado directa o indirectamente a la monarquía en el caso del brutal asesinato del periodista saudí Khashoggi en el consulado saudí en Turquía, destaca la publicación.
Egipto, según los datos proporcionados por el informe, ha recibido más de 25 000 millones de dólares, mientras que Jordania y Paquistán esperan inyectar a su economía 2,5 mil millones y 6 mil millones de dólares, respectivamente, de los Al Saud.
La publicación enfatiza que incluso cuando Riad admitió que sus gentes asesinaron a Khashoggi, la Cancillería saudí emitió un comunicado de agradecimiento por “la postura sabia” de los países que prefirieron evitar “especulaciones sin fundamentos” antes de finalizar la investigación al respecto.
“Una vez que el polvo se asiente, Arabia Saudí recordará a sus amigos y castigará a sus enemigos”, indica el informe, citando a Bin Salman y su padre, el rey Salman bin Abdulaziz Al Saud.
Una vez que el polvo se asiente, Arabia Saudí recordará a sus amigos y castigará a sus enemigos”, indica un informe del diario estadounidense The New York Times, citando al príncipe heredero saudí, Muhamad bin Salman al Saud y su padre, el rey Salman bin Abdulaziz Al Saud.
“La diplomacia de chequera” de los Al Saud, señala el periódico neoyorquino, también controla los medios y financia movimientos contra los políticos musulmanes que se niegan a acatar las órdenes de Riad.
Arabia Saudí, agrega el texto, gasta “decenas de millones de dólares” para hacer lobbies con los Gobiernos occidentales y apoya los prominentes think tanks (laboratorios de ideas), universidades y las instituciones culturales para que contribuyan a “formar la imagen de la monarquía en el Occidente”.
Aunque las huellas de Bin Salman están en la agresión saudí a Yemen (2015), en la gigantesca purga de príncipes del reino, en el “secuestro” del premier libanés, Saad Hariri (ambos en 2017), y ahora en el asesinato de Khashoggi, un columnista del diario estadounidense The Washington Post, países como España, EE.UU. y Canadá, han confirmado que no van a declarar nulos los acuerdos multimillonarios de armas que han suscrito con Riad.
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