El Gobierno alemán aprobó un controvertido proyecto de ley que acelera los envíos, a los países de origen, de miles de solicitantes de asilo, cuya petición no haya prosperado. Todo como parte de un acuerdo con los Estados regionales, concluido hace dos semanas.
La nueva iniciativa, que aun debe recibir el visto bueno del Parlamento, se suma a otras medidas antimigrantes del país, que ha recibido a más de un millón de estas personas entre 2015 y 2016. Berlín busca aumentar a diez días la duración de la detención de los migrantes a los que se les haya negado el asilo, ya que serían considerados por la Policía como potencialmente peligrosos, antes de ser enviados a sus países.
Los refugiados que mientan sobre su identidad o que incumplan la ley, tendrán que enfrentar sanciones más severas, como la imposición de una pulsera electrónica. Lo polémico de todo es que se ha permitido a las autoridades que accedan a los datos de los teléfonos móviles de los migrantes si dudan de su identidad.
Todo ello mientras no cesa la llegada de refugiados a Europa. Huyendo de la guerra y de la miseria en sus países, intentan diferentes vías para entrar en el viejo continente, entre ellas el mar Mediterráneo. Tan solo, este miércoles, más de 600 personas llegaron a Italia después de haber sido rescatadas en este mar.
Aunque en Europa tampoco es evidente que les espere un futuro brillante, los que llegan vivos al continente son los afortunados. Los cuerpos de decenas de migrantes fueron recuperados en la costa libia después de haber sido arrastrados por la marea del Mediterráneo. Vienen de diferentes países africanos a este país, para ir más tarde a Italia y, desde allí, a otros países ricos de Europa. Así se juegan la vida al navegar en barcos de pesca y botes de goma en un mar traicionero.
El año pasado hubo un récord de migrantes cruzando de Libia a Italia, más de 181.000. De esta cifra, 4500 perdieron la vida en el intento, ante la indiferencia del mundo.
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