Ayotzinapa pasó a ser en solo una noche, un pequeño pueblo de la sureña sierra de Guerrero, a un nombre conocido a nivel internacional. Hace once años, un numeroso grupo de estudiantes de la normal rural de esa localidad, viajó a Iguala a buscar medios de transporte y económicos para asistir a la marcha emblemática del 2 de octubre en la capital mexicana.
Pero el 26 de septiembre, en esa ciudad, se desató el terror para los estudiantes, los detuvieron policías municipales y según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en una investigación hecha en 2018, los uniformados los entregaron a un grupo delictivo que los secuestró, asesinó e incineró, la cuestionada verdad histórica. Los padres dudan de esta y todas las versiones de tres gobiernos. Mientras no aparezcan los cuerpos de sus hijos, los quieren ver vivos, aunque luego de once años, las probabilidades sean escasas.
Los padres de los 43 desaparecidos, marchan cada mes en la Ciudad de México, no se cansan de exigir que el ejército entregue 800 folios del ejército. Para ellos, estos documentos son la clave para esclarecer el caso.
Luego de once años, los padres están decepcionados. Dicen que solo reciben promesas de que se resolverá el caso, pero hay líneas de investigación que no se han investigado a fondo.
Los padres de los 43, llegaron hasta el Zócalo rodeados de vallas que protegen Palacio Nacional con su cabeza llena de dudas, desconfianza y frustración, porque tres fiscalías les han quedado a deber respuestas sobre el paradero de sus hijos.
Arturo Calvillo, Ciudad de México
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