Por: Xavier Villar
Mohamad Baqer Qalibaf, presidente del Parlamento iraní, concedió una entrevista extensa a la televisión estatal donde abordó en detalle la guerra de 12 días entre Irán e Israel, un conflicto que marcó un punto de inflexión para la República Islámica en múltiples niveles. En este diálogo con el documentalista Yavad Moqui, Qalibaf ofreció una perspectiva técnica y política clara, reconociendo debilidades expuestas en el conflicto y a la vez subrayando la resiliencia y capacidad evolutiva de las fuerzas armadas iraníes.
Entre los puntos más destacados de su intervención se encuentran la neutralización de sabotajes previos al programa misilístico iraní, una referencia directa a operaciones similares a la explosión de dispositivos en el Líbano; la renovación de mando en las filas del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán en presencia del Líder de la Revolución Islámica Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei; el apoyo explícito del presidente Masud Pezeshkian a las fuerzas armadas; la exigencia de condiciones claras para un eventual alto el fuego; y la modernización técnica y táctica de la capacidad misilística iraní.
Qalibaf reveló que, durante años, el enemigo logró infiltrar chips y sistemas electrónicos, afectando algunas plataformas misilísticas. No obstante, explicó que hace aproximadamente siete años se detectó y corrigió esta vulnerabilidad, un dato que revela tanto la complejidad técnica del enfrentamiento como la capacidad de Teherán para responder ante operaciones encubiertas. Esta situación deja en evidencia el proceder estratégico hostil que enfrenta Irán, que no sólo se limita a confrontaciones abiertas sino que también comprende sabotajes avanzados que afectan la infraestructura militar clave.

Uno de los episodios que Qalibaf abordó con mayor franqueza fue la demora en la respuesta iraní tras el asesinato de Ismail Haniya en Teherán, rechazando las acusaciones de “obstrucción gubernamental o temor de los comandantes”. Su explicación técnica se centró en los resultados limitados de un ataque misilístico identificado como “Operación Verdadera Promesa 1”, en el que sistemas satelitales permitieron al enemigo monitorear y desviar en tiempo real parte de los misiles iraníes, con un nivel de efectividad menor al esperado. La experiencia derivada de ese episodio fue asumida como una advertencia urgente para reforzar y modernizar los sistemas ofensivos, poniendo en evidencia una capacidad de autocrítica y de aprendizaje que constituye un rasgo estratégico pocas veces reconocido en los análisis occidentales del conflicto.
En cuanto a la ejecución militar durante los 12 días de hostilidades, Qalibaf destacó la creciente precisión y sofisticación de los ataques. Explicó que del primer al séptimo día la estrategia incluyó disparos durante el día y la noche, con menor cantidad pero mayor efectividad. Recordó el impacto sobre la estratégica ciudad israelí de Beer Sheva, donde un misil iraní alcanzó el objetivo con éxito. Además, justificó el disparo de misiles después del supuesto principio de alto el fuego decretado por funcionarios iraníes, argumentando que, dado que Israel fue el primer agresor, según la decisión del Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní, la última respuesta debía ser para Teherán.
Desde el punto de vista militar, esta narrativa cumple un papel crucial: no sólo muestra fortaleza defensiva, sino que también proyecta una política de respuesta proporcional y controlada, orientada a minimizar errores tácticos y a mantener alta la moral interna, al tiempo que se envía un mensaje de fuerza calculada en el plano internacional.
El 7 de octubre y la crítica táctica
En la entrevista, Qalibaf fue cuestionado directamente sobre los ataques del 7 de octubre y si, considerando el debilitamiento significativo de HAMAS (Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina) y Hezbolá (Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano) y la posterior agresión directa contra Irán, podían calificarse como un error táctico. Su respuesta comenzó subrayando que es fundamental entender el contexto: HAMAS, señaló, no actuó como un grupo nihilista, sino como una fuerza que buscaba liberar su tierra de la ocupación.
El entrevistador insistió en si la decisión misma del ataque había sido un error. Qalibaf respondió que se trató de una acción tomada de manera independiente por HAMAS, sin la participación ni conocimiento previo de Irán ni de Hezbolá. Rechazó además la idea de que Israel hubiera permitido el ataque para obtener un pretexto, subrayando que la operación rompió la imagen de dominio absoluto de la inteligencia israelí y que, de tener opción, Tel Aviv no hubiera elegido someterse a dos años de conflicto abierto sin una victoria clara.
Qalibaf recalcó que tanto HAMAScomo Hezbolá operan con soberanía y toman sus propias decisiones militares en función de lo que interpretan como los intereses de sus pueblos. Irán, afirmó, no interfiere en esa autonomía táctica, aunque seguirá brindando apoyo político y logístico en tanto compartan una visión estratégica común. Con esta explicación, situó la política iraní en un terreno de respeto mutuo y coordinación regional, sin imposiciones, fortaleciendo así la narrativa de una alianza basada en afinidad y no en subordinación.

Hezbolá y la comparación con 2006
Otro de los temas abordados fue el papel de Hezbolá. Al plantearle la comparación con la guerra de 2006 y las pérdidas sufridas en el conflicto reciente, Qalibaf negó que la organización libanesa estuviera derrotada. Relató su experiencia personal con visitas en tres momentos clave: 1982, cuando Israel llegó hasta Beirut; tras 2006, cuando Hezbolá consolidó su posición; y octubre de 2024, cuando él mismo se desplazó al país en plena ofensiva. En todos los casos, insistió, la resistencia consiguió frenar los planes de Israel.
Explicó que toda guerra tiene altibajos y que una derrota táctica no equivale a una derrota estratégica. “Nadie diría que Israel perdió la guerra el 8 de octubre por un momento de debilidad”, señaló. Subrayó además que la insistencia de Estados Unidos en exigir el desarme de Hezbolá demuestra la vigencia y peso que todavía mantiene en la ecuación regional. Como ejemplo adicional citó Gaza, a un bloqueo total y, aun así, capaz de desarrollar armamento sofisticado y mantener un enfrentamiento activo.
Ante la petición de ejemplos concretos, Qalibaf indicó que, tras el ataque dirigido a los sistemas de comunicación y el martirio de Seyed Hasan Nasralá, Israel lanzó una ofensiva terrestre con cinco divisiones hasta el río Litani, que fracasó. Hezboá, afirmó, resistió en el terreno y obligó a que las tropas israelíes desistieran de su avance. Desde su perspectiva, el estado actual de la organización libanesa es incluso más sólido de lo que fue en conflictos anteriores.
Preguntado por qué viajó a Beirut en medio de la guerra, Qalibaf explicó que su presencia buscaba reforzar la moral de las tropas tras la pérdida de Nasralá, comparando la situación con sus experiencias de combate en la guerra Irán-Irak. Confirmó que él mismo pilotó el avión en el aterrizaje, bajo la amenaza de drones y bombardeos, como parte de un esfuerzo consciente de transmitir confianza a los combatientes en el terreno.

Presencia regional y necesidad geopolítica
En el plano político, la firme negación de Qalibaf a la versión que afirmaba que el Líder de Irán, el ayatolá Jamenei, se habría refugiado en un búnker durante el conflicto, responde a un propósito claro: reforzar la imagen de solidez y continuidad del liderazgo. Según la narrativa oficial, la coordinación entre los tres poderes se mantuvo activa y eficaz mediante mensajeros físicos, asegurando la confidencialidad de las decisiones estratégicas. Este relato no solo desacredita rumores de descoordinación, sino que también proyecta unidad interna y control firme.
Con un enfoque estratégico claramente definido, Qalibaf defendió la continuidad de la presencia militar iraní en Siria y el respaldo a grupos aliados en Líbano y Palestina. Pese a las críticas internas y externas, subrayó que esta política constituye un componente esencial del sistema de defensa regional.
Desde una perspectiva geopolítica, la permanencia en Siria responde a la necesidad de asegurar una posición estratégica clave en una región que conecta a Irán con sus aliados en el Levante. Esta presencia permite proyectar influencia, garantizar rutas logísticas y consolidar una red de defensa avanzada que funciona como zona de amortiguamiento frente a posibles amenazas israelíes. La estrategia busca, así, fortalecer la seguridad nacional mediante mecanismos de defensa indirecta y disuasión, configurando un equilibrio regional sostenible que protege los intereses políticos y estratégicos del país en un entorno complejo y altamente dinámico.
Un discurso sobrio y pragmático
La entrevista se inscribe en un contexto de negociaciones nucleares complejas y tensiones permanentes con Estados Unidos e Israel, un escenario que exige precisión en el discurso oficial y un posicionamiento de firmeza política acompañado por realismo estratégico. Qalibaf asumió el papel de portavoz de esta visión al reafirmar la voluntad iraní de defender sus intereses vitales y modernizar sus capacidades militares, al tiempo que mantuvo abierto el horizonte del diálogo, pero desde la premisa de una soberanía incuestionable.
El énfasis en la modernización del arsenal misilístico, con avances significativos en alcance, precisión y capacidad de respuesta rápida, fue presentado como el pilar técnico que sustenta esta estrategia. A ello se suman desarrollos paralelos en ámbitos militares y tecnológicos que buscan consolidar una posición de influencia regional y de equilibrio frente a los desafíos internacionales.
El mensaje de Qalibaf se articula, en definitiva, bajo un prisma político que combina autocrítica limitada con la proyección de determinación, sobriedad y visión de conjunto. Más que un alegato propagandístico, la entrevista dibuja a Teherán como un actor que busca estabilidad y relevancia estratégica a través de una lectura pragmática de un escenario regional en transformación.